Este sueco sencillo habla tranquilo, sin aspavientos, con dudas (dice mucho no sé), pocos absolutos y no ataca al que piensa diferente. Al contrario, una de sus luchas durante el último año fue intentar que se abriera el debate con distintos puntos de vista ante un escenario de tantas incertidumbres. En el camino tuvo que soportar el descrédito, el ataque personal y la peor de las censuras para un científico: el ser silenciado. Durante la zoom-charla, se lo ve nada encorsetado en su casa y cómodo en un español aprendido en Guatemala. Lo veo feliz de poder hablar y agradecido de que desde Latinoamérica lo llamen para conocer sus pareceres en esta etapa pandémica. Y comenzamos una charla junto a Emiliano Zecca en el contexto de una nota para No Toquen Nada.
Un sueco anónimo rompe el silencio
MK tiene un currículum “Harvardiano” colmado de papers en las mejores revistas científicas y decenas de investigaciones previas a la pandemia. Dedica hace décadas su tiempo profesional a la bioestadística, al análisis sanitario de epidemias infecciosas y del cáncer y su impacto en la salud pública. Un salubrista. “Antes era un científico más o menos anónimo. Antes hablaban con otros”, cuenta elevando los hombros. Pero su vida profesional cambió el año pasado. Una de sus primeras apariciones públicas fue en abril del 2020 cuando escribió que COVID-19 tenía un gradiente etario muy claro: entre individuos expuestos, la edad era el factor pronóstico clave y así, un veterano de 70 años podía tener quizás 1000 veces más chances de morir que un niño. Su propuesta fue sencilla: para riesgos tan diferentes, la estrategia de protección debía basarse en este riesgo y focalizar medidas de protección en lugar de aplicarlas a todo el mundo. Adaptarlas, mitigar el daño basándose en la edad de las poblaciones afectadas. “Por ejemplo, mientras que todos los mayores de 60 años cajeros de supermercados, policías, carteros, recolectores de basura, conductores de buses deberían quedarse en casa, sus pares más jóvenes deberían seguir trabajando en turnos extra según sea necesario”, propuso en un posteo de Linkedin que aún mantiene fijado en su cuenta de Twitter.
MK fue desarrollando la idea de que era esa una de las debilidades desaprovechadas de la pandemia para tomar decisiones (la del claro gradiente etario de mortalidad) y que las herramientas que incluyeron a poblaciones enteras como los lockdown eran un gran, gran error: tomar medidas que afectaran a todos y que costarían vidas cuando el riesgo de todos era tan diferente. La estrategia de lockdown promovía entonces inequidades, protegiendo a los saludables en lugar de los más vulnerables publicaba MK en Spike en abril del 2020. Su postura pública se ganó las miradas de reojo de todos los que apoyaban el confinamiento de poblaciones enteras. Muchos colegas lo trataron de exorcista, asesino masivo, loco y de que operaba para Donald Trump y la derecha norteamericana. Algo que no deja de ser extraño si consideramos que MK tiene un pasado y presente claramente progresista, con el antecedente de haber trabajado en Guatemala como brigadista de paz en el siglo pasado arriesgando su vida para cuidar campesinos rodeados de escuadrones de la muerte. Hoy Martin recuerda esa etapa del 2020 como muy difícil y extraña. “Yo al principio intenté escribir algo contra los lockdowns y la necesidad de proteger mejor a los viejos. Pero en EEUU no podía publicar. En Suecia pude en los diarios principales. Pero luego me censuraron en Twitter, Facebook, Youtube y me sorprendió mucho”, recuerda.
Unas semanas previas a esta charla publicó por qué sintió que no tenía otra opción que la de romper el silencio y hablar contra los lockdown.
“No pude quedarme en silencio. No cuando los principios de la salud pública eran tirados por la ventana. No cuando la clase trabajadora era tirada debajo de los buses. No cuando los opuestos al lockdown eran tirados a los lobos. Nunca hubo consenso para los lockdowns”.
Le pedimos que nos explicara su postura a la luz de lo vivido un año después y que lo transformó en uno de los impulsores de la Declaración de Great Barrington en octubre del 2020.
Quisimos indagar qué piensa entonces de las razones del porqué de que los lockdowns se impusieran.
“Para los viejos es más peligroso COVID-19 que la influenza anual, pero en niños es menos peligroso. No hay razón de salud pública para cerrar escuelas y que los niños no puedan vivir sus vidas normales. Los lockdowns hacen mucho daño al pueblo en general... Como científico de salud pública y epidemiología las estrategias que se tomaron me sorprendieron mucho. No sé cuál fue la razón. La mayoría de los países no usaron las estrategias y planes que se habían preparado para pandemias. No hay razón de salud pública para explicar el uso de lockdown pero sí razones políticas y pensamientos de grupos que quizás puedan explicarlo”.
MK también apunta al rol del miedo como causante de estas estrategias, de cómo en lugar de entender la pandemia se nos alentó a temerle. También del rol de los medios de comunicación y el de la política en una intrincada y confusa relación con la ciencia.
“Mucha gente tiene miedo al covid… pero este miedo estaba en los medios, a través de personas como Antony Fauci que fomentaron ese miedo. Lo cual también va en contra de los principios de salud pública. Es necesario ser honesto con los riesgos para ganar la confianza del pueblo. Los políticos deben tener confianza en el pueblo para que el público tenga confianza en los políticos”. “Mis colegas epidemiólogos e infectólogos piensan como yo. Que los lockdowns no son buena idea y que debimos proteger mejor a los viejos. Pero muchos de nosotros no pudimos publicar nuestras ideas. Estuvimos silenciados, maltratados. Y la consecuencia fue el miedo de hablar. De decir lo que pensaban. Muchos de los científicos tienen miedo”. “Algunos científicos usaron esta pandemia de forma política. Esto no es bueno y va contra los principios de la salud pública. Cuando hay una crisis de salud pública es importante que los científicos hablen con todos: de izquierdas a derechas. Porque precisamos salvar todas las vidas. Entonces los científicos no deben hacer de esto una cosa política. Y muchos lo hicieron”. “Los políticos no son expertos. Al principio no tomaron las decisiones óptimas. La pandemia era la cuestión política más importante. Entonces era responsabilidad de los políticos el estudiar y entender más la pandemia y la salud pública en general. Todas las decisiones políticas tienen consecuencias sobre otras partes de la salud. Es responsabilidad de los políticos escuchar a diferentes científicos con diferentes ideas. Con pocas excepciones, muchos políticos no se tomaron el tiempo de escuchar las distintas opiniones científicas”.
En la base del análisis del miedo imperante, MK es claro en cuanto a todo lo no covid que se pasó por alto y no tuvimos miedo.
“Hay mucha gente con miedo a covid tras el conteo diario de casos y fallecidos, pero olvidamos las otras enfermedades como cáncer. En EEUU los que tienen cáncer no están recibiendo el tratamiento que necesitan. Estos no van a morir hoy, pero puede que en 3 o 4 años fallezcan personas que no fueron detectados hoy y que quizás podían vivir 10 o 20 años más. Muchos de los daños de los lockdowns no lo vamos a ver ahora, pero es algo que vamos a verlo en los años que vienen”.
Todas estas vivencias y obstáculos vividos por MK no eran aisladas. Muchos científicos sintieron durante 2020 la imposibilidad de encontrar canales para disentir y esa incomodidad aislada entre muchos, hizo que naciera la declaración de Great Barrington. MK desde Harvard invitó a Sunetra Gupta (SG) de la Universidad de Oxford (Inglaterra) y Jay Bhattacharya (JB) de la Universidad de Standford (EEUU) y se reunieron en Barrington para declarar que otro camino era posible para manejar la pandemia.
En forma resumida: la declaración proponía proteger a los adultos mayores y dejar a los más jóvenes y niños proseguir con sus vidas. Permitir que el virus circule entre los que tienen menor riesgo de enfermar grave y así lograr progresiva inmunidad de rebaño. Inmunidad de rebaño no como una estrategia sanitaria (de hecho, no lo es), sino como reconocimiento a un hecho biológico. No era “no hacer nada” sino lo contrario: proteger a los vulnerables, dejar que la sociedad siguiera funcionando y acabar con los daños colaterales de los lockdowns, que eran la estrategia sanitaria asumida como estándar. Pensar en minimizar los daños en el largo plazo y no sólo en el corto plazo.
JB en una entrevista reciente declaraba que “los lockdown funcionaron protegiendo a los privilegiados y aplastando a los más pobres de la tierra. En muchos lugares sucedió que se le pidió desde la salud pública a las personas cosas que eran imposibles, como sostener un lockdown durante meses”. Barrington fue suscrita progresivamente por miles de académicos, médicos y ciudadanos del mundo que estaban incómodos con la estrategia que ganó adeptos y que no se atrevían a hablar, por miedo a represalias.
“Se fue asumiendo que todo era consenso científico y dogma cuando no lo era: uso de máscaras obligatorio, cerrar escuelas y lugares públicos, testeo masivo de personas asintomáticas, testeo y rastreo de contactos y así. Parece olvidamos que prohibir el disenso en ciencia es en sí mismo algo peligroso. La ciencia es un proceso dialéctico del disenso en el que la libertad para disentir debe ser asegurada”.
MK nos explica hoy el impacto de la censura en la ciencia durante la pandemia y cómo ni siquiera ellos siendo académicos prestigiosos eran inmunes a la prohibición.
“Es algo muy malo para la ciencia. La ciencia sólo puede sobrevivir si tiene una discusión amable, de diferentes ideas. Si empiezan a censurar ciertas ideas, es muy malo para la comunidad científica y para la confianza de la salud pública. Cuando la pandemia termine y covid-19 sea endémico, necesitamos tratar de mejorar esta confianza en salud pública y en la ciencia”.
Experiencias disidentes
MK cuenta que hay experiencias poco relatadas de regiones que no hicieron lockdowns y que fueron exitosas.
“Hay ejemplos que tomaron estrategias focalizadas sin lockdowns y con escuelas abiertas como Florida en EEUU y que tuvieron menor mortalidad por COVID19, sin los daños colaterales que se vieron en otras partes del país. Los lockdowns no previenen las infecciones, solamente las corremos un poco al futuro”.
También su país de origen, Suecia, decidió tomar un camino diferente al resto y evitar las restricciones draconianas que se impusieron en gran parte de Europa. Suecia recibió atención global tanto para aclamarlos como para demonizarlos (y en particular al líder Anders Tegnell) por desmarcarse optando por su propia estrategia y en el camino recibió atención global aunque cuando uno lee la estrategia sueca queda claro que pocos se tomaron el tiempo de conocer qué fue lo que hicieron, ni tampoco conocen lo autocríticos que fueron los suecos con sus propios errores.
MK refiere a la experiencia sueca y en particular la protección que brindó aquel país a la población infantil, siendo de los contados países del mundo que nunca cerró el sistema educativo para menores de 16 años.
“El año pasado en la primavera europea había un solo país mayor que nunca cerró escuelas: Suecia. Para 1.8 millones de niños menores a 15 años las escuelas estuvieron abiertas todo el tiempo. Y las muertes por covid fueron cero, nada. Las hospitalizaciones fueron pocas. Y esto fue sin máscaras, sin tests, sin distanciamiento físico. Si estaban enfermos se iban a casa y limpiaban la escuela un poco más. Pero eso fue lo único que se hizo en Suecia con escuelas. Y no hubo problemas. Los maestros tenían menos riesgo que otras profesiones en Suecia. Esto es porque los niños no son muy efectivos en infectar adultos. Puede que adultos infecten niños, pero es muy poco probable que niños infecten adultos. Entonces había evidencia muy fuerte de que no había razón para cerrar escuelas. Es muy importante que maestros mayores de 50 o 60 años estén vacunados para protegerse, pero para los maestros los otros maestros son mucho más peligrosos que los niños”.
Mientras escucho a MK me resuenan las palabras de un colega sueco que a finales del 2020 y pasando raya a lo vivido ese año en una zoom-ronda con otros investigadores nos dijo:
“El pasado año fue increíblemente intenso. Me siento afortunado de haber vivido esto en Suecia y no en otro lugar dado que las escuelas de mis hijos estuvieron abiertas y mis hijos pudieron continuar con sus actividades normales. Puedo imaginar lo difícil que hubiera sido para mis tres hijos un lockdown y sólo puedo empatizar con los que vivieron algo así. También estoy exhausto sobre la desinformación y las frecuentes e intolerantes discusiones y ataques entre colegas que debimos vivir”.
Todo esto que cuentan hoy MK y mi colega está avalado por evidencia publicada en la mejor revista médica del mundo. El estudio del 2020 en Suecia (sin vacunación todavía) mostró que los maestros no eran trabajadores de especial riesgo y que las escuelas abiertas (y sin máscaras) para 1.9 millones de niños suecos, no ocasionaron fallecimientos infantiles y los internados fueron contados. Y también fue cierto que el autor principal de este estudio, Jonas F Ludvigsson, terminó renunciando a su trabajo como investigador en Suecia dado el bombardeo y ataque continuo a la que fue expuesto tras publicarlo. La censura tuvo mano larga en la pandemia.
El rol de las especialidades
Como salubrista y epidemiólogo a MK se le nota la incomodidad que le generó la ausencia de diálogo entre científicos de distintas especialidades, la preponderancia en el discurso público de unas especialidades sobre otras, la demanda de modelos predictivos y la ausencia de la visión global del fenómeno pandémico.
“Las predicciones y proyecciones del futuro no son tan importantes para la estrategia de salud pública. Es interesante tal vez para los periódicos y la televisión. Lo importante es que haya diferentes partes de la ciencia trabajando juntas. No es mi especialidad la virología o la inmunología. Tampoco los tratamientos de covid19. Luego está la salud pública y la epidemiología que intenta minimizar las muertes por covid19. Pero en muchas partes como en EEUU y Alemania vimos que expertos como Fauci que hacían las recomendaciones de salud pública, aunque son expertos en otra parte de la ciencia. Nadie puede saber todo. Es muy extraño. Ellos piensan más en covid que en las otras partes de la salud pública. Pero como científico de la salud pública debemos pensar en todas las enfermedades. Es uno de los principios de la salud pública. Entonces es extraño que los virólogos hablan mucho de la salud pública que no es la parte que conocen. Yo trato de no hablar de virología pues no soy experto y sí de epidemiología y salud pública”.
Era obligada para un académico de Harvard la pregunta de qué piensa del Índice de Harvard, indicador ubicuo que tomó gran relevancia a la hora de tomar decisiones de apertura y cierre de actividades sociales en Uruguay por ejemplo. La lanzamos.
¿Para qué sirve el Índice de Harvard?
(silencio)
-No sé.
“En mi opinión no tiene relevancia. Yo soy de Harvard y aunque no he trabajado con este índice, no es correcto cerrar las tiendas o deportes para toda la gente. Para los jóvenes vivir la vida normal, estar afuera es muy importante para su salud mental y física. Lo importante es que los viejos que no recibieron vacunas tengan mucho cuidado. Ellos deben estar al sol, hacer ejercicios pero no deben estar en tiendas o restaurantes o estadios antes de recibir vacunas. Las vacunas son la mejor manera de tener la protección focalizada hacia los que tienen más riesgos. Si hay casos entre jóvenes o niños no hay mayor problema. Los niños fallecidos son muy pocos y menos que con influenza. Y no cerramos las ciudades por la influenza anual. No prohibimos que los niños viajen en automóvil por los accidentes. Los riesgos para los niños son menores que los de ir en un carro, con la influenza o con otras cosas”.
El impacto de las vacunas
Para MK las vacunas cambian las ecuaciones y facilitan la estrategia de protección focalizada.
“Antes de las vacunas había formas de proteger a los más vulnerables, pero ahora esto es más fácil, puesto que son la mejor forma de protegerlos”. “Los niños no lo necesitan. Yo tengo dos niños de cinco años y ellos tuvieron covid 19 hace como siete meses. A mí me alegró porque esto ayuda al crecimiento de su sistema inmune. Es muy bueno para el resto de su vida que ya hayan tenido el covid. Ellos ni síntomas tenían”.
En uno de sus últimos escritos MK analizó la situación sueca y todo lo que puede enseñarnos con las olas sucesivas de covid 19 en un mundo con vacunas. Pedimos a Martin que nos explique cómo ve la actual situación europea.
“Suecia tuvo dos olas en este año. En enero y en abril. En abril, hubo más casos, pero muy muy pocos muertos. Esto es porque las vacunas están protegiéndolos… Ahora en Inglaterra los casos están subiendo, los muertos no. Por edades, los casos están subiendo más en 15 a 25 años. En adultos mayores no. Y cómo éstos están protegidos con la vacuna, los muertos no van a subir. Eso es protección focalizada. Y por eso las olas de casos no corresponde a aumentos de muertos”.
Sin embargo, su visión global del problema le impone señalar las injusticias que se dan con la vacunación por el mundo.
“Ahora las universidades están obligando a los veinteañeros a tener su vacuna. Mientras esto sucede, en la India, África o Latinoamérica, los viejos no tienen vacunas. Esto no es ético. Proteger personas muy jóvenes en EEUU y Europa que no lo necesitan mientras los que sí lo necesitan no la reciben”.
El balance
Leer artículos de MK te deja reflexionando pues defiende sus argumentos desde un punto de vista científico y también ético, como ciudadano. De hecho, se vio obligado como científico a no callar a pesar de las represalias que quizás lo acompañen por todo el resto de su derrotero profesional.
“Los lockdowns protegieron a profesionales jóvenes de bajo riesgo -periodistas, abogados, científicos y banqueros- que trabajaban desde casa a expensas de las espaldas de niños, la clase trabajadora y los pobres. En Estados Unidos los lockdowns son el mayor asalto desde la segregación y de la Guerra de Vietnam. A excepción de la guerra, hay pocas acciones gubernamentales durante mi vida que hayan impuesto más sufrimiento e injusticia a tan grande escala”, escribió en su último artículo explicando las razones de por qué habló contra los lockdowns.
Le pedimos a Martin que imagine cómo verá la crisis del covid 19 en cinco años. Sospechábamos su respuesta.
“En cinco años va a ser muy claro que lo que hicimos con esta estrategia es el fracaso más grande de salud pública de la historia. Uno de los principios básicos de salud pública es que uno no puede focalizar en una sola enfermedad. Y eso fue lo que hicimos con el covid 19. La estrategia de la pandemia generó enormes daños colaterales: el desplome de tasas vacunales, deterioro de los programas de atención al cáncer y enfermedades cardiovasculares, problemas de salud mental graves, cierre de los sistemas educativos y más”.
En la mayor crisis de salud pública que quizás vivamos los contemporáneos, palabras como la de MK fueron, son y serán necesarias. Uno puede o no estar de acuerdo con ellas, puede pensar que son de raíz equivocadas, más no deberían omitirse y menos censurarse. Kulldorff abrió el debate y recibió censuras, juntó coraje para romper el silencio y embanderar las voces de unos cuantos autocensurados y por ello recibió castigos desmedidos y colmados de prejuicios. En una pandemia llena de binarios, donde los grises faltaron, MK levantó los principios tradicionales de la salud pública: justicia social, equidad y participación. Buscó focalizar el escudo sanitario a los más vulnerables en lugar de reglas drásticas para todos por igual. Porque quedó claro que estábamos todos en un mismo mar, pero no en el mismo barco. Un Titanic siglo XXI. Sin embargo, postulados sanitarios como el de visión amplia e inclusiva de todas las enfermedades y no sólo covid 19, protegiendo a los que menos tienen y mirando al largo plazo, fueron dejados de lado. Nos costó a todos buscar consensos, detectar nuestros errores, abordar la enorme incertidumbre de un fenómeno tan complejo y asumir que en una pandemia no hay ganadores, sino que la mayoría del tiempo se trata de perder lo menos posible.
No le queda a uno más que desear que Martin esté equivocado.
Escribe el pediatra Sebastián González – Dambrauskas, especial para 180