Dos psicólogas uruguayas, Fani Alzugaray Prieto y Karina López Vidal, elaboraron un informe denominada “Languidez pandémica y su impacto en los adolescentes” para la Sociedad Uruguaya de Pediatría.
Allí definen que “el languidecimiento no da señales de alerta, es una tristeza suave donde se va perdiendo el impulso y el entusiasmo de a poco, abruma el aburrimiento y el estancamiento”.
Alzugaray aclaró en una entrevista en No toquen nada que “no llega a una patología, no es un trastorno mental pero sí repercute y mucho en el día a día de los adolescentes y de todos. En realidad el languidecimiento es para todas las edadas”.
Las autoras del estudio defendieron la necesidad de estar atentos y trabajar en esta etapa que aún no supone una enfermedad, sobre todo en un momento en que los adolescentes están recuperando la presencialidad en la educación. Esto puede despertar miedos.
López explicó que los jóvenes que pasan por esto pueden manifestar y sentir aburrimiento todo el tiempo, hasta jugando. Están sin ganas. Por ejemplo, una serie que antes los divertía ya no los atrae.
“Se empieza a perder la motivación de hacer cosas nuevas o generar espacios de poder charlar con amigos. Si todos los días son iguales, si todos los días hago lo mismo, llega un momento donde también a nivel virtual hago como mi burbuja. Cuando no tengo nada nuevo que decir, tampoco me dan ganas”, explicó.
Un aspecto de la afectación de esta languidez en los adolescentes es que son la población que menos consulta espontáneamente en medicina o psicología. Los conflictos se plantean en el ámbito doméstico o de amigos donde muchas veces también se están viviendo situaciones dolorosas por pérdidas personales o laborales.
“No siempre los papás tienen la capacidad de poder sostener esta situación y a los adolescentes. La respuesta que a veces tienen en vez de la tristeza es la irritabilidad. Se enojan, explotan, pelean”, dijo López.
La pandemia ha demostrado, dijeron las especialistas, que la idea de que la pantalla y lo virtual podía sustituir todo era una falacia. Sobre todo para los adolescentes.
“Es una edad donde lo social y el encuentro con el otro es preponderante. Es ahí donde se aprende, es el grupo que contiene, es donde se construyen habilidades sociales para cuando se sea adulto”, dijo Alzugaray.
“En realidad, ellos están demandando y necesitan el encuentro con el otro. Eso hace que de repente ellos sean más vulnerables a este confinamiento. Hay una encuesta en la Sociedad Argentina de Pediatría sobre cómo marcharon con la pandemia y ahí quedan reflejadas unas frases que realmente impactaban un poco: 'necesito estar con mis amigos', 'necesito un abrazo'”, agregó.
En ese contexto, la vuelta a las clases presenciales que comenzará a darse de manera escalonada este lunes en la Educación Secundaria, en muchos puede generar “miedo, mucho temor”.
“En esto del languidecimiento hemos visto (un impacto en) lo académico, no tienen ganas de hacer determinadas cosas, están preocupados o pensando que tienen fechas de entregas y hay lugares donde las plataformas se cierran a las 11:59 y fueron procastinando y dejándolo para último momento y suman ese estrés. Ahora el pensamiento es 'cómo me pongo al día, cómo voy a poder'”, explicó López.
La situación no es la misma en todos los casos. Algunos adolescentes no tendrán ganas de volver a tomar un ómnibus o levantarse temprano. Mientras tanto, dijeron, “hay otros que están deseando volver a reunirse con amigos, tener los recreos, tener esos espacios”.