El público contestó con abucheos a ese tramo del discurso pronunciado en la sede de Unidad Nacional, en 18 de Julio y Martín C. Martínez.
Todos los políticos consultados aceptaron la derrota y destacaron que lo importante es lograr acuerdos y seguir trabajando. Mirando hacia atrás, ¿alguna vez pensaron que José Mujica podía ser presidente? La respuesta de los legisladores blancos fue unánime: nunca.
“Francamente, no”, respondió el senador Gustavo Penadés, a No Toquen Nada. “Ingresó al Parlamento en el mismo año que yo y se veía ya que era un individuo que mediáticamente había tenido una relación con la población bastante interesante. Es un individuo que vamos a tener que terminar de conocer. Y creo que él mismo va a tener que terminar de dar señales en la dirección en la que pretende llevar a su gobierno”.
“Si usted le relataba esto a una persona en 1985 o en 1990 y le decía que este iba a ser el final de la película, no se lo iban a creer. Pero bueno… las cosas son como son”, aceptó por su parte el senador Francisco Gallinal.
También contestaron las diputadas electas Ana Lía Piñeyrúa y Verónica Alonso. “La verdad que no y yo sentía que él no era la persona que se merecía un lugar de tanta importancia, de tanta trascendencia. Pero bueno, así lo ha determinado el pueblo. La popularidad muchas veces no significa capacidad. Gobernar no es para cualquiera”, advirtió Alonso.
“Nunca me imaginé que Mujica iba a llegar a la Presidencia, porque yo viví siendo muy joven épocas muy oscuras de la historia de este país, de las cuales él fue protagonista. Nunca me imaginé que nadie que viniera del MLN ni que nadie que viniera de los militares que gobernaron este país durante 12 años pudiera llegar a ser electo libremente por la ciudadanía. Pero la ciudadanía ha resuelto, Mujica está legítimamente electo por el pueblo uruguayo. Esto no quiere decir que las mayorías no puedan equivocarse, eso el tiempo lo dirá, son las reglas de la democracia”, afirmó Piñeyrúa.
A las siete de la tarde había poca gente en la sede de los blancos.
En la calle, unas 250 personas esperaban los resultados. La mayoría llegó a la sede caminando. De a poco se fueron acercando varios grupos de jóvenes militantes, padres con hijos de la mano, grupos de señoras, veteranos con la bandera blanca y celeste.
El clima era de derrota. Poca gente, pocas banderas, poco canto y comentarios cautelosos.
No Toquen Nada conversó con los militantes. Ninguno perdía la esperanza. Pero la mayoría intuía que la derrota era inevitable. “Y bueno… depende, yo no soy un persona que se lleve mucho con las encuestas, que sin duda nos daban para abajo. Ojalá que se dé todo para nosotros y podamos ganar el gobierno que tanto queremos”, dijo un militante. Otro señaló que honesta y sinceramente la veía “difícil”. “Cuando llegás a un cuartito oscuro, decidís. A veces tenés un cambio. Por impulso de amigos pensás que vas a votar por un candidato, pero después te das vuelta porque no lo sentís. Ahí tenés puestas las esperanzas”, agregó.
Una señora pedía “por favor que gane el doctor Lacalle”. Y otra afirmaba que la esperanza “siempre está”. “Los blancos tienen una forma bastante diferente de manifestar su postura, entonces capaz que no se ve tanto, esperemos que se vea en las urnas”, afirmaba.
Otro militante hablaba de la incertidumbre que tenían los nacionalistas, pero “con esperanza hasta que las urnas canten, hasta el último momento, no está muerto quien pelea”, decía.
Adentro de la sede había menos gente. El local tiene dos pisos.
Abajo estaban los periodistas y unos 30 militantes. Arriba, sin acceso ni a la prensa ni a los militantes, estaban los políticos. Entre ellos los senadores Penadés, Gallinal y Luis Alberto Heber. Además, los diputados Pablo Abdala, Pablo Iturralde, Jorge Gandini, Jaime Trobo, Javier García y Álvaro Delgado.
Ana Lía Piñeyrúa explicó que aún no comprende por qué ganó Mujica. “No encuentro ninguna explicación razonable a esta altura. Pero bueno, toda etapa política tiene que ser seguida de un análisis y de autocrítica de todos y cada uno de nosotros, para ver por qué nuestro discurso, que era propositivo, que tendía a solucionar los principales problemas del país, no cautivó a la mayoría de los uruguayos”, afirmó.
A las 19.30 llegó Jorge Larrañaga. Quince minutos después arribó Lacalle. La gente le gritaba “¡presidente!” y “¡vamos arriba Cuqui!” Los dos tuvieron los mismos gestos. Entraron a la sede sin discursos, saludaron a la gente que les dio un abrazo, subieron la escalera y esperaron los resultados.
A las 20.30 Óscar Bottinelli dio los primeros resultados: Mujica ganaba. La gente escuchó en silencio y, sin demasiada sorpresa, esperó los discursos de Lacalle y Larrañaga.
No Toquen Nada recogió las reacciones de la gente. “Tanto trabajo, tanta ilusión… es increíble”, dijo una joven militante emocionada. Otro vaticinó que “vamos a seguir peor de lo que estamos”. Una señora decía que Mujica ganó porque “los votó el pichaje, gente bien no los vota”. “¿Con quién se inició la patria? Con blancos y colorados. En mi casa somos demócratas y esa es una palabra muy grande que el Frente no conoce”, agregaba.
“Estoy muy triste, como votante me siento muy decepcionado con el país. Haber tenido la desgracia de tener a Mujica como presidente… Este país no tiene memoria y la verdad es que lo digo con muchísima tristeza”, lamentaba otro.
También hubo alusiones a que si Larrañaga hubiera sido el candidato no se habría dado la diferencia que finalmente se dio. Además, se señaló que “el Frente Amplio es la moda”. “Vergüenza de ser uruguayo porque ahora tenemos una Cuba libre”, afirmó furiosa otra nacionalista.
Primero habló Larrañaga. Dio un discurso corto y conciliador, de siete minutos. Dijo que habló con Mujca, lo felicitó y le ofreció estar a disposición para ser custodios en la conducción del porvenir nacional, desde la oposición.
Larrañaga le dedicó un especial saludo a los jóvenes militantes, que
estaban muy emocionados y aplaudieron con fuerza. Algunos empezaron a llorar y a abrazarse.
Larrañaga se despidió apelando a la mística y a la continuidad del Partido Nacional. “Queremos simplemente señalar como mensaje de esperanza, que este partido puede decirle al país entero: ‘Empezamos a volver”, afirmó.
Después habló Lacalle, con un discurso más sobrio y pausado, que también fue conciliador. Dijo que su último discurso electoral sería para defender los valores de unidad nacional y respeto por los adversarios políticos.
Lacalle hizo un balance de la campaña y de su trayectoria política. “Esta es la novena elección en que participo, en muchas de ellas candidato, las más veces sin éxito. También hubo de las otras, también hemos sentido la caricia de la opinión pública. Quizás por haber conocido los dos lados de la mano de la opinión pública, que a veces golpea y a veces acaricia, es que nos sentimos cada vez más convencidos de que el día en que elegimos esta vida, lo hicimos porque teníamos que hacer lo que se esperaba de nosotros. No sé si he cumplido cabalmente, pero nadie podrá negar en todo el país que le he puesto el corazón”, afirmó el ex presidente.
Mientras hablaba, los televisores mostraban a Tabaré Vázquez saludando al próximo presidente. Lacalle giró hacia el costado donde estaba Larrañaga. Y mirándolo a los ojos le agradeció por el apoyo y el esfuerzo. Dijo que aprendió a quererlo y mucho más a respetarlo; destacó su empeño y su buen humor durante la campaña.
Lacalle terminó con un tono escueto. Llamó al trabajo y a seguir adelante. “Mañana es lunes y empieza otra etapa. La cumpliremos con el mismo espíritu. Etapa en la que seremos, una vez más, animosos obreros de la esperanza”.
Cuando el acto terminó estaba lloviendo. Con paraguas y pilots, la gente esperó a los candidatos. Algunos se acercaban y gritaban “¡presidente, presidente!” Larrañaga tuvo la despedida más emotiva. Se asomó a la ventana del auto, se sentó en ella y con el puño en alto empezó a gritar “¡Viva el partido carajo, viva el partido carajo!”
La gente lloraba y gritaba con él: “¡grande guapo!”