Qué pasó y qué se juega Chile con su rebelión social

Manifestaciones pacíficas y violentas, una pandemia que puso en pausa la calle pero no el reclamo, y una élite política desarmada por la desconfianza entre sus ciudadanos: Chile busca bienestar social sin definiciones ideológicas, coinciden cuatro voces sobre este punto de inflexión.

Actualizado: 22 de octubre de 2020 —  Por: Redacción 180

Qué pasó y qué se juega Chile con su rebelión social

Algunos manifestantes incendiaron la Iglesia de la Asunción durante la conmemoración del año de protestas en Chile (MARTIN BERNETTI / AFP)

Por encima de la foto de un Chile con iglesias que arden, vibra un rico debate público en torno "al país que queremos". Cuatro analistas dan su visión del momento en entrevista con AFP: el filósofo político Cristóbal Bellolio, la periodista Mónica González, el escritor Patricio Fernández y la economista Bettina Horst.

Son figuras prominentes de la discusión en los medios de un país donde hace un año se rompió el relato del progreso social y económico sin aparentes cuestionamientos desde 1990. 

Reflexiones a las puertas de un referéndum para decidir si cambian o no su Constitución, redactada durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) y considerada la madre de desigualdades y abusos.

¿Qué pasó en octubre de 2019?

"Nos hicimos los tontos con que la meritocracia era un sueño, una utopía que no existe. La gran estafa es la que fundió los sueños y las esperanzas de millones de chilenos y lo que estalló fue eso", una justicia, una educación que sirve para unos mientras otros viven despojados del Estado y "abusados" por el sector privado, señala Mónica González, reconocida periodista y escritora, fundadora del sitio de investigación CIPER, Premio Nacional de Periodismo 2019.

González recuerda que en el fragor de la violencia que siguió a ese 18 de octubre de 2019, una encuesta revelaba que 62% de la población decía: "Si no protestamos no cambia nada", y los números se mantienen en sondeos recientes. Eso representa "el fracaso de la política, la primera crisis que nosotros tenemos, la crisis madre, la más importante y la más grande, es una crisis política", afirma.

Cristóbal Bellolio, profesor en la Escuela de Gobierno Universidad Adolfo Ibáñez, cree que se rompió "una narrativa de progreso de la élite política y económica chilena" apoyada en buenos indicadores, que considera que los últimos 30 años de Chile han sido los de mayor prosperidad económica, estabilidad, paz social, lo que ya en la región es mucho decir", explica el autor de "Liberalismo: una cartografía" (2020).

El estallido marcó una ruptura con "los actores que conducen los procesos políticos" y ahora hay que "rearticular" cómo se expresa esa diversidad ideológica, sostiene.

Malestar acumulado

La violencia vista en Chile "cristaliza de cierta forma que ciertos sectores están dispuestos a salir con violencia en las calles para manifestar su desacuerdo", y eso no es compartido por la inmensa mayoría", apunta Bettina Horst, directora de Políticas Públicas de Libertad y Desarrollo, un centro de pensamiento enfocado en estudios económicos liberales, vinculado a la derecha.

Horst explica que este malestar se gesta hace unos 10 o 15 años, cuando escándalos de corrupción comenzaron a debilitar las instituciones. Entonces el poder se turnó entre demócrata cristianos y socialistas, tras recuperar la democracia en 1990.

En esta ebullición social prefiere quedarse con el recuerdo de la marcha el 25 de octubre de 2019, que reunió más de un millón de personas en Plaza Italia de Santiago, para apoyar reclamos de mayor bienestar social de forma "pacífica, legítima", sin banderas ni partidos.

Hoy lamenta el poco diálogo y el poco respeto a la diversidad. "Va a ser muy difícil en ese clima sentarse a conversar un nuevo texto constitucional", señala Horst, partidaria del Rechazo.

El "estallido" ¿Un inicio o final?

Desde 2011 una serie de escándalos, varios revelados por investigaciones de CIPER, expusieron cómo el "Congreso legisló para el poder" logrando interferir en leyes a favor de la explotación minera, cuestiones ambientales o impedir una ley de aguas que la consagrara como un bien común. "Desde socialistas hasta toda la derecha" estaban implicados en estos casos, recalca.

Por ello, González, autora de "La Conjura. Los mil y un días del golpe" (2013), considera que "no es banal que sean los estudiantes" quienes hayan empezado esta rebelión.

Ese sector "grafica algunos de los hastíos que tiene la sociedad chilena: el lucro en la educación", negocio que "ha provocado suicidios, generaciones perdidas, endeudamiento generalizado de las familias pobres chilenas y una clase media que se empobreció intentando pagar carreras que le iban a permitir escalar socialmente. La educación como trampolín para subir y que resultó ser un fraude", afirma.

Cambio mundial, capítulo Chile

Patricio Fernández, escritor, fundador y exdirector del semanario The Clinic, cree que la rebelión chilena se enmarca en un cambio de paradigmas en el mundo, "cierto ciclo histórico que parece tocar fondo y que llega el final". 

En Chile "es contra una élite completa, es contra un modo de entender el poder y es lo que a mi parecer es la erupción de un montón de mundos no atendidos, no escuchados en las últimas décadas", señala el autor de "Sobre la Marcha" (2020).

"La percepción de una élite que abusa de su posición de poder, que ha secuestrado las instituciones en su exclusivo beneficio por supuesto se da en un contexto particular, pero también refleja un sentimiento bastante global", afirma Bellolio y descarta que en Chile solo tenga relación con la herencia dictatorial o el modelo neoliberal, es un cambio mundial.

Parte de esos elementos con similitudes en otras partes del mundo, Fernández señala que la revuelta en Santiago ha sido dispersa, confusa, "muchos anti y ningún pro, había anticapitalismo, antineoliberalismo, antipolicía, antiorden, pero sin proyectos, y esto de alguna manera sintetiza bien esa ausencia de liderazgo y ausencia de proyecto" que ocurre en otros países. 

¿Qué se juega Chile con el plebiscito?

El plebiscito del domingo, acordado en noviembre entre la gran mayoría de los partidos políticos, menos el Comunista, fue una "decodificación correcta" del mundo político ante la crisis en la calle y ojalá "que tenga la capacidad de legitimar las instituciones políticas por los próximos 30 o 40 años", agrega Bellolio. 

Horst, por el contrario, cree que estas decisiones asumidas con el ruido y humo frescos de la violencia le restan legitimidad.

Sin la certeza de que salga bien, Fernández considera que el proceso constituyente es una "respuesta muy feliz" y quizás no solo solucione un problema de Chile, sino que sirva de ejemplo para la actual crisis cultural y política en el mundo.

Esperanza sin certezas

Trinfe el Apruebo o el Rechazo, "hay un riesgo real como país". "¿Hasta qué punto nos vamos hacer daño chilenos contra chilenos?", se pregunta Horst. 

Mónica González reconoce que "la Constitución no va a permitir que el 26 de octubre mejoremos cómo comemos, el hacinamiento, la salud, la educación, no, pero te da el marco".

"O tenemos una buena Constitución o aquí vamos derechito a la violencia sistémica" y "eso con todo respeto, es el fin de la vida. Cuando tú tienes miedo a la violencia ni siquiera puedes hacer el amor".

Como más de 14 millones chilenos, González, Fernández, Horts y Bellolio, votarán el domingo. Y como aspira el filósofo político: si gana el cambio constitucional, quizás, en una "Convención Constituyente no vamos a tener que llegar a ponernos de acuerdo, sino que vamos a descubrir que estábamos más de acuerdo".

AFP