En la foto María está suspendida en el aire, con las piernas paralelas al piso.
Ese vuelo es una linda metáfora para entender hasta dónde llegó el Ballet Nacional del Sodre estos años: a un lugar impensado, a un millón de espectadores, a una revolución.
Esa foto también sirve para reflejar lo que vendrá: María está de espaldas, se está yendo.
Pasaron 33 años desde que empezó a bailar. 20 desde que logró entrar el Ballet de Nueva York, al American Theatre. Y siete años desde que está en el BNS.
Quizá ahora, muchos en el país la conocen como una bailarina consagrada, como una empresaria con un perfume que lleva su nombre y una academia propia de danza.
Pero para llegar a este presente hubo miles de horas de sacrificio y talento. Desde chica, desde esa niña que dejó horas de jugar con sus amigas para ensayar.
Después la adolescente que fue becada a Estados Unidos, que estuvo lejos de todo y de todos. Eso fue hace mucho, pre redes sociales, cuando una carta o una llamada por teléfono la hacían llorar horas. Yo le propongo a María, ahora que va a tener mucho tiempo libre, que haga un taller para adolescentes y les explique lo que era estar realmente desconectado. Ahora que sufren cuando se les cae 12 minutos el wifi.
Allá, María fue figura en Nueva York más de una década a fuerza de coraje y talento.
Y un día conoció a Julio Bocca. Y quiso el destino que Bocca llegara a dirigir el Ballet Nacional del Sodre y un tiempo después la tentara con venir.
Atrás de esta dupla hay una exitosa decisión política, de gestión del Frente Amplio. Sin dudas. Por traerlos.
Pero también hubo errores de gestión brutales y brutos en la gestión. Y fueron los artistas los que impidieron que esas burradas trancaran. Julio y María han tirado de este carro en subida y en bajada. Siempre.
Con un equipo artístico y técnico que los acompañó, un equipo al que María agradece una y otra vez. Siempre.
A partir de ese momento, del 2012, María es más uruguaya que nunca. Y lo es porque a su enorme talento le sumó su generosidad y humildad. Se remangó y empezó a trabajar adentro y afuera del ballet junto a Julio: dio la cara siempre que hubo que vender entradas, no tuvo aires de diva.
Juntos armaron este éxito que es hoy el Ballet Nacional del Sodre. Un ballet que metió un millón de espectadores en 10 años.
Se mostró el BNS en todos lados y a todos. Hicieron funciones especiales para niños de las escuelas y recorrieron el país.
En el Auditorio, además, hay un detalle a destacar: las entradas están a la venta desde 60 pesos. En un teatro hermoso, donde se ve bien de todos lados, las entradas más baratas siempre fueron accesibles.
En el momento que Riccetto era más uruguaya, cuando ya la habíamos adoptado, ganó uno de los premios más importantes de la danza. Por su papel en Onegin, en el BNS, se quedó con el Balón de Oro (que es la forma que entendemos las cosas los uruguayos). El premio Benois de la danza la dejó allá arriba en el mundo, como una de las mejores.
Hace dos años me puse en un lugar insólito. Le agradecí a Julio Bocca por lo hecho en el BNS. Lo hice en nombre propio, nunca me atribuyo más que eso. No hablo en nombre de nadie.
Me tomé el atrevimiento porque Julio y María siempre me permitieron hablar aunque yo no entendiera de ballet. Es un mérito (o quizá un defecto) de ellos: que escuchan con respeto a los que no entendemos nada de danza o de arte.
Nos invitaron a participar del ballet, a aplaudir cuando nos pareciera, a disfrutar de la manera que lo sintiéramos. Nos involucraron, nos desasnaron.
Me siento parte de ese vagón lleno de ignorantes que se sumó al disfrute.
Por eso, me paso de atrevido, y me tomo la licencia de agradecer a María y a todo ese enorme y maravilloso equipo del BNS.
Gracias por dejarnos volar con cada salto tuyo, por permitirnos, aunque sea por unos segundos, levitar desde la platea.
Gracias por la pasión para interpretar cada obra, para meternos en la piel de tus personajes.
Gracias por demostrar que se puede tener un perfil alto sin ser escandalosa. Por demostrar que el esfuerzo es la base de todo, aunque sobre talento.
Por meter la danza en un lugar de la sociedad y los medios absolutamente impensada.
Vuelvo a la foto para el cierre:
En esa foto Barizzoni, en la que volás, no se ve que hay adelante, qué viene. Eso no se sabe, es una interrogante.
Pero la cámara está desde atrás, desde lo que dejaste. Y ahí sí se puede ver la historia, lo que ya escribiste.
Es una historia maravillosa.
Un cuento de hadas que no entraría en un ballet porque termina bien: aquella niña que baila bien, que luego hace las maletas, que llora y sufre la distancia, que triunfa en el mundo y vuelve a casa, que gana el premio a la mejor bailarina del mundo y, al final en su país, es querida por sus compañeros y su gente.
No rinde para ballet. Esto con una heroína feliz no se lo vendemos a nadie.
Quizá nunca la danza y el Ballet fueron tan populares en Uruguay, seguramente nunca habían tenido una figura tan querida .
Cuando el sábado 28 se cierre el telón de la última función, muchos miles vamos a querer ser Ciro Tamayo o Gustavo Carvalho, tus compañeros de baile de estos años para poner tener la fuerza y el talento de poder subirte bien alto y sostenerte con elegancia bien arriba, allá donde todos te vean y te puedan aplaudir.
Que se abra de nuevo el telón y que todo el país pueda decirte: adiós María, gracias por todo.
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