El suspiro del técnico al final, los brazos arriba de los jugadores, el festejo contenido de los hinchas. Peñarol necesitaba ganar, no tenía alternativa. En el correr del jueves había surgido la noticia de que el ciclo de López se terminaba si el Carbonero dejaba puntos y se hablaba incluso de sustitutos: que Ariel Holan tenía mayoría dentro de la directiva, que el presidente quería a Mario Saralegui.
El merecido triunfo ante Wanderers tuvo su cuota de sufrimiento. Es que Peñarol sigue siendo un equipo inestable, inseguro, con incertezas. Eso lo llevó a refugiarse peligrosamente en los últimos minutos y a jugar con fuego.
Pero al final lo ganó gracias a un gol de un delantero, una rareza en un equipo que no tenía goles de sus atacantes desde hacía varios partidos.
Viatri no es un centrodelantero goleador, sus méritos están en otras facetas del juego. Sin embargo en instancias importantes, cuando Peñarol necesita salvadores, el argentino está. Hoy lo demostró de nuevo. Su cabezazo alivió al plantel, al DT y a los hinchas.
Más allá del 1 a 0 y de ese final en el que Wanderers estuvo cerca del empate, el Carbonero ganó con justicia. Su actuación entregó mejores señales que en partidos anteriores. Lució en varios pasajes dominante e impuso las condiciones de juego. Si se tiene en cuenta el pésimo nivel de las fechas pasadas, esa superación tiene aún más valor.
Con un equipo más joven respecto del que enfrentó a Liverpool, Peñarol corrió más y mejor. Si bien está lejos de brillar pudo mandar en el medio y posicionarse con varios jugadores cerca del arco rival.
Tras dominar en el primer tiempo, Wanderers comenzó mejor el segundo y generó algunas situaciones. Pero luego de algunos minutos fue de nuevo Peñarol quien se posicionó en campo contrario. En ese contexto llegó el gol de Viatri tras un centro desde la izquierda que el argentino conectó luego de anticiparse a su marcador.
El gol tuvo el efecto contrario al esperado. El Carbonero se frenó en el campo, quedó paralizado y dejó de atacar. Pareció aferrarse a ese gol sin darse cuenta que meterse atrás podía costarle carísimo.
López buscó recuperar el dominio con los cambios y Pellistri pudo liquidarlo a los 86. Pero el juvenil falló el mano a mano y Wanderers sintió que estaba ante su última oportunidad. El Bohemio generó y Dawson se lució para asegurar una victoria que Peñarol necesitaba como el agua.