“Valorar al docente por los talentos que descubre más que por los contenidos que cubre”

El centro educativo neozelandés Te Akau Ki estaba entre los peores del país hace 10 años y hoy es uno de los mejores. Bruce Jepsen, director de esta escuela, visitó Uruguay y compartió su visión sobre la educación y sus claves.

Actualizado: 28 de julio de 2019 —  Por: Nicolás Kronfeld

“Valorar al docente por los talentos que descubre más que por los contenidos que cubre”

Te Akau Ki (Todos los derechos reservados)

Te Akau Ki queda en Tauranga, una ciudad en la isla norte de Nueva Zelanda, a tres horas de la capital. Jepsen es un neozelandés de origen maorí, la etnia polinésica aborigen de esa zona. 

Cuando hace 12 años Jepsen asumió la dirección de la escuela eran 200 alumnos. Ahora son 700 y los pedidos para entrar no paran de aumentar.

El modelo de enseñanza de la escuela Te Akau Ki se basa en dos premisas. Una es "llevar al estudiante a liderar su aprendizaje" y lo que hace es desafiar a los estudiantes a asumir la responsabilidad de su aprendizaje de por vida.

Jepsen sostuvo que los maestros tienen que lograr relaciones fuertes con sus alumnos, que los niños se sientan contenidos y valorados, que sientan que importan y que se reconozca su aprendizaje.

La otra clave es "conoceme antes de enseñarme" y le impone a los mayores la exigencia de crear un ambiente de aprendizaje donde todos los alumnos puedan tener éxito.

Se trata de saber quién es cada niño, su identidad y sus puntos fuertes. Jepsen dijo que se trata de “saber qué los mueve para construir una conversación” a partir de eso. Y agregó que en la escuela no se celebran tanto las metas alcanzadas como las direcciones establecidas.

“Hay que celebrar más hacia dónde vamos que dónde estamos”– Jepsen. 

Con estas dos premisas lo que se busca es generar autonomía e independencia en el niño para que al terminar la escuela primaria sepa qué intereses tiene y se sienta preparado y motivado para seguir en esos caminos que disfruta.

La visita de Jepsen se dio en marco del ciclo de charlas por el 10° aniversario de la organización uruguaya E.dúcate, que busca fomentar un acceso igualitario a la educación y la tecnología.

Además de Jepsen, participó la directora de estudiantes internacionales, Lynley Skiffington, el director de la Fundación Ceibal, Cristóbal Cobo, la fundadora de E.dúcate, Cecilia de la Paz, y el director del Departamento de Neurocognición de la Universidad Católica, Ariel Cuadro.

De la Paz conversó con No toquen nada y explicó lo que significa “conoceme antes de enseñarme”: “va de la mano con ‘conocete antes de aprender’. Si eso no se abre y esa base no se instala, no se instala propósito y la capacidad de aprendizaje va a ser mínima”.

“Y después, ¿qué? Muchos abandonan porque no le encuentran sentido a ir– De la Paz.

Para lograr este tipo de aprendizaje, se necesitan formas diferentes de enseñar. Un profesor recorriendo los temas de una currícula de punta a punta, siempre al mismo ritmo, no da la pauta de alcanzar que cada niño conozca sus puntos fuertes ni encuentre hacia dónde quiere ir.

Cobo resaltó que se necesita algo personalizado. “Una de las cosas que todavía está en la promesa es el aprendizaje personalizado. Un buen docente, que conoce al sujeto que aprende, puede adaptar su instrucción según los intereses, la motivaciones, las limitaciones y las capacidades de los niños. Creo que se trata de darle más autonomía a los docentes”.

“Hay que valorar al docente por los talentos que descubre más que por los contenidos que cubre”– Cobo.

Entonces, más allá de los contenidos dictados, las claves son sentirse parte y tener un propósito, además de entender la importancia y utilidad de lo que se hace en la escuela.

De la Paz dijo que el niño y el docente están unidos por un mismo objetivo. “Cuando tiene la oportunidad y el andamiaje para ir uniendo lo puntos, de algo más básico a algo que antes no imaginaba que podía lograr, la conexión con el aprendizaje es otra. Entonces, la conexión con el maestro es otra y el propósito es compartido: entiende para qué está ahí”.

Cuando se encara una enseñanza de este modo, surgen cambios y junto con los cambios, aparecen resistencias, porque si la educación intenta darle algo diferente a sus alumnos, el diseño también tiene que cambiar. 

“El conocimiento está mucho más fragmentado y distribuido, es mucho más horizontal y genera tensiones entre quien posee el conocimiento y quien lo recibe. En esta transición se genera confusión, algunos son muy entusiastas y otros muy críticos, pero lo que es claro es que la relación que hoy tenemos con el conocimiento es otra”. 

“Eso nos tiene que llevar a hacer nuevas preguntas”,– Cobo.

En el mismo camino de los cambios necesarios y las resistencias esperables, Cobo dijo que hay una diferencia entre educar y domesticar, que no siempre se nota. Las formas más relajadas y lúdicas de enseñar son unas de las que más claras dejan esas diferencias, porque favorecen un ambiente sin imponer una forma u obligar a cierto aprendizaje puntual.

Cobo dijo que las propuestas de este tipo están creciendo pero los obstáculos también siguen ahí. “Hoy existen mucho más espacios para valorar lo lúdico como una posibilidad de aprender a través de la exploración, sin penalizar el error. Está la dificultad enorme de los sistemas educativos de abrir espacios a estas oportunidades que, a veces, no están documentadas en los libros, no responden a lo que tradicionalmente hemos entendido como buena educación y generan conflictos en las comunidades”.

Una escuela diferente, una comunidad distinta

Para alcanzar estos resultados, la escuela neozelandesa está armada y organizada de manera particular. Los niños están siempre “haciendo cosas”, según explicó Skiffington. “Así, haciendo cosas es que se genera el aprendizaje”.

Los niños no tienen un docente único ni están con ellos un tiempo específico determinado. Si algún niño genera un vínculo muy fuerte con un docente y lo logra luego de una trayectoria complicada, se decide mantener a ese docente cerca por más tiempo. Si no, puede cambiar cada año.

Las clases están entendidas como espacios de aprendizaje que, si bien tienen temas centrales o específicos, están intercomunicados. En varias oportunidades no hay un docente al frente, sino que son los mismos niños los que “enseñan”.

Tanto Jepsen como Skiffington insistieron con la idea de “crear y mantener un ecosistema de aprendizaje”, que parezca que el niño deambula por actividades y lugares, pero en realidad “hay mucha comunicación e intercambio entre docentes para que toda esa mezcla genere todos los aprendizajes”.

Aunque todo suena bastante libre y relajado, eso no quiere decir que no haya límites.Se hace mucho hincapié en la calidad de las devoluciones. Cuando un docente hace un comentario, siempre aclara si se trata de una apreciación referida a una actividad puntual, a un proceso de aprendizaje o a título personal.

Eso, según dijeron los expositores, que evita que el niño sienta “que no sirve para nada, cuando se le está diciendo que no estuvo bien en una actividad puntual, por ejemplo”.

De la misma forma que la disposición de la escuela y sus salones es diferente, la relación con la comunidad (padres y familiares) también es distinta. La idea es que el aprendizaje no se termine en la escuela ni en esas horas, sino que los padres reciban comentarios o indicaciones para que ayuden o estén atentos a momentos específicos de sus hijos.

Además, en la escuela reciben a los mayores, les muestran actividades que hacen con sus hijos, los hacen experimentar con diferentes herramientas para que conozcan y se involucren de verdad.