En un duelo de estilos, hubo varios momentos en los que la selección la pasó mal. Porque Chile es un gran equipo, con la generación más importante de su historia todavía intacta y sin ningún miedo escénico.
La paciencia que tuvo Uruguay resultó clave para el resultado final. Ni en los peores momentos el equipo perdió la estructura defensiva y cuando pudo llevar el partido a su juego incomodó a Chile.
Desde la solidez defensiva se construyó todo. Godín y Josema están como en sus mejores épocas: lúcidos, concentrados, seguros. Se conocen de memoria y eso ayuda a que se complementen a la perfección.
En el medio Rodrigo Bentancur es el volante que todo lo ve. Su capacidad para observar hacia los costados antes de recibir hace que siempre sepa qué va a hacer con la pelota. A su lado tuvo a Federico Valverde, quien demostró la clase de jugador que es. Capaz de tirar un taco y tres segundos después trancar con el corazón, se replegó cuando fue necesario y se impuso las siete veces que saltó a buscar el balón. Dos años atrás jugaban ambos el Mundial sub 20.
Con eso y la capacidad fenomenal de la dupla de delanteros, dispuestos a disputar cada balón y fajarse con los centrales, Uruguay llevó el partido al viejo y querido el que hace el gol gana. Y entonces construyó la mejor jugada colectiva de la noche para que el gigantesco Cavani anotara con un gesto técnico brillante el 1 a 0.
Hubiese sido mucho más duro para Uruguay que lo que significa para Chile perder el primer puesto. Necesitaban los de Tabárez una victoria que los potenciara y que confirmara las virtudes colectivas del equipo. Porque más allá de cualquier nombre propio está el espíritu colectivo y el sacrificio que todos están dispuestos a hacer por el compañero. Y de esa forma seguirán camino en la Copa América.
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