Aseguran también que para ejecutar dicha conspiración árbitros, dirigentes y periodistas están confabulados. Los jueces son los que dentro de la cancha no le cobran penales ni expulsan a sus rivales, los dirigentes se encargan desde las sombras de ejecutar los planes macabros y los periodistas cumplen la tarea de callar todo lo que perjudica a Nacional.
Alguno, con mucho poder de imaginación, hasta sugiere que hay grupos de WhatsApp en común. Así como se lee.
La teoría no se queda en que durante este campeonato hubo errores arbitrales que perjudicaron al Tricolor sino que el despojo se remonta varios años atrás. Con ese nivel de paranoia viven y, muchos, descargan su ira en redes sociales. Se han convencido que Nacional es un equipo que lucha contra la perversidad de un sistema impuesto para beneficiar a Peñarol. Nacional contra todo, gritan. El sistema opera en contra nuestro, afirman.
Y eso, siento decirlo, es una fábula. El sistema del fútbol uruguayo no está hecho para perjudicar a ninguno de los grandes. Todo lo contrario. Está hecho, justamente, para beneficiarlos. Y en un fútbol donde históricamente han hecho lo que han querido, algunas veces se beneficia uno y otras se beneficia el otro.
Lo que no puede decirse es que hay un sistema para perjudicar a Nacional. Y no puede decirse, solo, porque no es verdad.
Repasemos los números de este siglo. Desde el 2000 a la fecha Nacional ganó 10 campeonatos Uruguayo. ¿Leyeron? Se jugaron 20 y Nacional ganó 10. Entre todos los demás equipos, incluido Peñarol, ganaron la misma cantidad de títulos a nivel local que Nacional. ¿Sería eso posible con un sistema armado para perjudicarlo?
No solo eso. En ese mismo lapso de tiempo Nacional dio vuelta clásicos imborrables. Los goles de Abreu y Lucho Romero, los tres de Bizcayzacú, los dos del Cacique Medina, el que valió el título del Uruguayo 2015 con gol del Colo Romero. Difícil de conseguir con un sistema en contra. Pero ninguna como la remontada clásica en los descuentos con el tiro libre de Recoba. No me van a creer. Ese día un gol fue con la mano y el otro tras una falta que no existió. Qué conspiración más rara, ¿no?
Gustavo Méndez fue el único árbitro expulsado de la nómina de jueces del fútbol uruguayo. Su carrera incluyó varios partidos que terminaron en escándalo. Entre ellos figura Nacional 1 Peñarol 0 por la final del Campeonato Uruguayo de 2000. Esa noche, Méndez marcó tres veces más faltas a favor de Nacional que de Peñarol. Saúl Feldman fue el cuarto árbitro y aseguró que sintió “vergüenza ajena porque vi y sé de arbitraje".
La final de 2003 también fue arbitrada por Méndez. Peñarol le ganó a Nacional 1 a 0. Méndez expulsó a tres jugadores tricolores, club al que perjudicó de manera notoria.
Su pésimo arbitraje derivó en incidentes dentro de la cancha, cortes permanentes en el juego y un segundo tiempo interminable, de 55 minutos.
Dos años después, Méndez excedió todos los límites con el penal que marcó a favor de Nacional en el minuto 50 del segundo tiempo del partido ante Rocha.
El mismo juez, para los dos lados.
En el 2008 Nacional perdió el partido ante Villa Española por ingresar tarde a la cancha, un sinsentido que de todas formas estaba previsto en el reglamento y que a los árbitros le habían pedido aplicar. El 31 de agosto Líber Prudente suspendió el partido porque el Tricolor no estaba en la cancha, el 2 de setiembre el tribunal de Penas de la AUF le dio ganado el partido a Villa Española 2-0, dos meses después el tribunal de Apelaciones dijo que se debía jugar y el 3 de diciembre Nacional ganó en la cancha 2-0. ¿Sistema en contra?
En el Apertura 2019 Nacional perdió 12 de los primeros 15 puntos. Ninguno fue por el arbitraje. Incluso alguno, como contra Liverpool, lo rescató gracias a errores de la terna.
En el mismo torneo lo perjudicaron de manera notoria contra Fénix. Ante Peñarol el juez se guardó una amarilla para Canobbio que significaba la expulsión. Y en la última fecha el árbitro no vio un penal en el partido frente a Juventud. Sí, todo eso pasó. Y se debe marcar. Pero es un temerario error, que abona la teoría conspirativa, creer que no hay un solo árbitro que dé garantías.
Hace unos días puse en Twitter que a River lo perjudicaron ante Colón por la Copa Sudamericana. De inmediato, decenas de los barras brava de Twitter (muchos desde el anonimato) exigieron que dijera que a Nacional también lo perjudican y rescataron una reflexión mía sobre lo peligroso que es justificar los errores propios y fomentar la paranoia. Decenas de insultos, descalificaciones de todo tipo, capturas de pantalla.
Esta vez la explicación va sin el descalificador e innecesario “orangutanes de Borneo”. Una cosa son los errores arbitrales que existieron, existen y existirán y otra que haya un plan sistemático para perjudicar al club. Una cosa es que lo perjudiquen en algún partido y otra que haya una conspiración.
El clima que se ha generado es nauseabundo. No hay una sola cosa que desde la institución no se tome a mal, nadie puede discrepar con los hinchas de Nacional por una jugada o tener una apreciación diferente a ellos. Desde las trincheras disparan todos, contra todo. Da lo mismo el barra brava de Twitter, un ídolo absoluto como Hugo De León, los integrantes de la transmisión partidaria, el jefe de comunicación del club, los directivos. Los más sensatos, hay que marcarlo como corresponde, son los jugadores y el cuerpo técnico.
Hace poco tiempo había un hashtag #PenalParaNacional. Lo crearon hinchas de Peñarol que se quejaban de que a su rival de siempre le cobraban penales inexistentes todos los partidos. El presidente tricolor era José Luis Rodríguez, el peor presidente que se recuerde en el club. Ni siquiera se podía hacer cargo de pagar los sueldos de los jugadores. Y algunos creían que era capaz de manejar la AUF. También aquello era una fábula.
Los jueces están en un bajísimo nivel, eso es indiscutible. Pero de ahí al lugar de víctima en que se pone Nacional hay un trecho.
Lo peligroso de esta teoría conspirativa desquiciada no es que los barra brava de Twitter se la crean. Sino que personas inteligentes se convenzan y, peor aún, que algunos con responsabilidad institucional la inciten. Porque si los encargados de manejar las distintas áreas del club fomentan las maquinaciones todo se complica todavía más.
En El péndulo de Foucault, Umberto Eco deja una reflexión interesante: “Cuantas más conspiraciones atribuyes a los otros para justificar tu falta de entendimiento, más te enamoras de ellas, y las tomas como modelo para construir la tuya”.
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