Luego del voto a favor del Brexit, la renuncia de David Cameron y una breve contienda interna en 2016, Mrs. May – una remainer convertida en leaver – emergió como la persona indicada para negociar la salida del Reino Unido de la Unión Europea y sanar las profundas divisiones que aquejaban al pueblo británico.
Dos elementos sobre su posicionamiento inicial atrajeron mucha atención. Frente a 10 Downing Street, la segunda primera ministra en la historia del país dio un discurso centrado en los “desposeídos”, “los que se han quedado rezagados” y las “injusticias flagrantes” de la sociedad. Un tipo de retórica que se alejaba del discurso de austeridad de Mr. Cameron y bien podría haber sido expresado por un candidato laborista.
El segundo elemento, aún más sorpresivo para un político conservador, fue el anuncio de una estrategia industrial que reforzara el sector manufacturero británico. En un partido con vertientes que ven la intervención estatal en el mercado como una traición a sus principios más preciados, esta promesa también parecía situar a la primera ministra en el centro desde donde podía atraer votantes laboristas.
A pesar de lo que muchos vieron como sus loables intenciones de gobernar para todo el país, las negociaciones con la UE significaron que Mrs. May pasó tres años en 10 Downing Street prácticamente sin agenda doméstica. Cuando le pregunto a una fuente que trabaja en el sector público británico sobre el impacto del Brexit en la capacidad legislativa de este gobierno, no deja lugar a dudas:
“No hay espacio ni tiempo para lidiar con otra legislación. El Brexit no solo ha paralizado el poder legislativo del gobierno, sino que también ha devorado recursos en otras áreas. He visto cómo miembros del personal deben abandonar sus tareas diarias, me han rechazado propuestas para financiar proyectos y he sufrido todo tipo de retrasos – todo por culpa del Brexit.”
Theresa May llora al agradecer haber “tenido la oportunidad de servir al país que amo.” (AFP)
Hija única de un párroco anglicano y una activista del Partido Conservador, la joven Theresa sufrió la muerte de su padre a los veinticinco años y el fallecimiento de su madre al año siguiente. Tanto su crianza religiosa como su enfrentamiento a estas tempranas tragedias explican el estoicismo que ha caracterizado su actitud política. Estudió geografía en la prestigiosa Universidad de Oxford, donde conoció a su marido, Philip May. Ingresó al parlamento en 1997 y ocupó tenazmente la cartera de ministra del Interior bajo Mr. Cameron por seis años antes de convertirse en primera ministra. Insiders afirman que el apodo usado por Mr. Cameron para referirse a ella era el de “submarino”, por su estilo introvertido y sigiloso, pero diligente.
Al hacer una evaluación sobre los tres años de Mrs. May hay que distinguir entre pre junio de 2017 y post junio de 2017. En su primer año como líder del Partido Conservador la primera ministra disfrutó de una luna de miel política: llovían las alabanzas que la comparaban con Margaret Thatcher por parte de la prensa, gozaba de una amplia aprobación nacional y una supremacía de más de veinte puntos porcentuales en las encuestas sobre el líder de la oposición, Jeremy Corbyn. A tal punto llegó la desazón en filas laboristas que hubo un intento infructuoso para destronar a Mr. Corbyn por parte de sus colegas parlamentarios en 2016.
Pero ese mismo sentimiento de invencibilidad condujo a su hubris. Con un ojo en las encuestas y consciente de que una amplia mayoría parlamentaria le permitiría maniobrar con mayor comodidad en la Cámara de los Comunes para implementar el Brexit, la primera ministra llamó a una elección anticipada. Este fue su mayor error y el origen de su debacle actual. La campaña reveló su falta de carisma y espontaneidad que le meritó el apodo de “Maybot”; así como un crecimiento vertiginoso en la popularidad de Mr. Corbyn.
Jeremy Corbyn sorprendió a muchos al recortar la distancia con Theresa May en la elección de 2017. (AFP)
Mrs. May derrochó la pequeña mayoría parlamentaria obtenida por Mr. Cameron en 2015 y solo se mantuvo en el poder luego de lograr un frágil gobierno de coalición con un partido norirlandés, el DUP. Este arreglo le costó nada menos que mil millones de libras extra de inversión en Irlanda del Norte, e irónicamente, los miembros del DUP terminaron siendo algunos de los más vehementes opositores a su acuerdo, efectivamente costándole su posición.
Luego de esa elección Mrs. May nunca pudo restaurar su autoridad al mando del partido. Un desastroso discurso en la conferencia del partido en 2017 donde fue interrumpida por un comediante que le pidió su renuncia antes de perder la voz marcó el desmoronamiento simbólico de su liderazgo. Tragedias como los tres ataques terroristas y el incendio de la Grenfell Tower en 2017 sellaron un año de malas noticias. Durante su estadía en 10 Downing Street, treinta y seis ministros renunciaron a sus cargos, algo inaudito en la política británica que revela el gradual deterioro en la confianza que sus colegas tenían en ella.
Entre sus aciertos, sus defensores destacarán que el desempleo cayó de forma continua hasta alcanzar 3.9% en marzo de este año, la cifra más baja desde la década de los 70. Una de las principales políticas de Mr. Cameron, limitar los aumentos salariales anuales al 1% en el sector público, fue eliminada por Mrs. May en reconocimiento al impacto que las políticas de austeridad habían tenido sobre los salarios. A diferencia de su predecesor, esta primera ministra intentó atacar la aguda escasez de viviendas en el Reino Unido al tomar medidas para fomentar la construcción. De todas formas, la construcción de 165.090 viviendas en 2018 estuvo aún lejos de alcanzar las 250.000 necesarias para comenzar a solucionar este problema. La inversión de 20.000 millones de libras extra entre 2018 y 2023 en el Sistema de Salud Pública para intentar resolver el problema de una población avejentada también le valió muchos aplausos.
Uno de los pocos aciertos mediáticos que le mereció cierta simpatía entre el público ocurrió en la conferencia del partido en 2018, cuando la Primer Ministra satirizó su propio estilo robótico bailando al ritmo de la canción de ABBA, “Dancing Queen”:
Sus detractores señalarán el escándalo de deportación de ciudadanos británicos de origen caribeño, el estancamiento del salario real, el aumento de contratos laborales de naturaleza precaria y el crecimiento en la pobreza y la indigencia a nivel nacional como los aspectos más cuestionables de su pobre legado.
Independientemente de las posturas políticas, el valor de haber tenido una segunda primera ministra en la misma legislatura que vio la mayor cantidad de mujeres elegidas para la Cámara de los Comunes también debe ser considerado, sobre todo porque coloca presión en un Partido Laborista que nunca tuvo una líder mujer.
Tal como sucedió con tres líderes conservadores anteriores – Margaret Thatcher, John Major y David Cameron – las disputas internas sobre la UE fueron un factor fundamental en devorarse a esta cuarta primera ministra. El acuerdo negociado entre Mrs. May y la UE, centrado en los derechos de los ciudadanos, la cuenta a pagar y la polémica salvaguarda irlandesa, fue rechazado en tres ocasiones sucesivas por el parlamento británico.
Mientras que Baroness Thatcher vio al parlamento votar en su contra solo cuatro veces en once años, Mrs. May sufrió cerca de treinta derrotas en tres años – uno de los peores récords entre primeros ministros. De hecho, la ocasión en la que su acuerdo fue rechazado por un margen de 230 votos constituyó la mayor derrota parlamentaria en la historia de la política británica.
Una nueva insurrección en el gabinete de ministros causada porque Mrs. May quería presentar su acuerdo por cuarta vez, y una atmósfera de desilusión generada por la pésima campaña conservadora para las elecciones europeas, terminaron de empujar a esta primera ministra moribunda hacia el precipicio.
Theresa May con el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker. (AFP)
En el Reino Unido la renuncia del primer ministro no desencadena necesariamente en una elección nacional. Mrs. May abandonará el cargo el 7 de junio – no sin antes tener la dicha de recibir a Donald Trump en una visita de estado el 3 de junio – y el día 10 de dicho mes la contienda interna dentro del Partido Conservador iniciará formalmente. Un período de debates precederá el voto final en julio.
Cualquier miembro conservador del parlamento puede participar y se especula que habrá al menos una docena inicialmente. Al estilo Gran Hermano, los candidatos irán siendo eliminados semana a semana en elecciones donde solo votarán sus colegas parlamentarios. Cuando queden dos finalistas, la decisión será tomada por los afiliados del Partido Conservador. En otras palabras, un electorado integrado por aproximadamente 124.000 votantes conservadores (representando 0.27% del padrón electoral total), cuya edad promedio se especula que ronda los setenta años, escogerá al próximo primer ministro del Reino Unido.
Ingresar en el terreno de la especulación en esta impredecible saga es un ejercicio para novatos que no han aprendido su lección. Pero es inevitable intentarlo: un nuevo primer ministro solo se asentará en julio. En agosto, la Comisión Europa estará bastante inactiva porque entre setiembre y octubre se elegirán sus nuevos miembros y el presidente para la misma. Aunque no parezca, octubre está a la vuelta de la esquina y un nuevo líder no tendrá mucho tiempo para dar un golpe de timón.
En el caso de que, como se vaticina, el victorioso candidato conservador provenga de la vertiente del Brexit duro, probablemente abogue por renegociar el acuerdo con la UE. Dadas las señales enviadas desde Bruselas, esto parece imposible. La alternativa natural para un Hard Brexiteer sería apoyar una salida de la UE sin ningún acuerdo. Esta opción sería rechazada por el parlamento británico, aunque vale aclarar que un rechazo parlamentario probablemente no tenga validez legal. Por ende, no sorprendería si el 31 de octubre (fecha límite de la permanencia del Reino Unido en la UE) quien sea el sucesor de Mrs. May se encuentre en el mismo callejón sin salida. Solo una elección nacional podría quebrar este impasse.
Las opiniones vertidas en las columnas son responsabilidad de los autores y no reflejan necesariamente posiciones del Portal 180.