Nacida una sociedad intensa y creativa para construir altares como la argentina, el mito ya estaba inscripto en el tejido social desde donde ella misma fue bordada por los nuevos y masivos movimientos políticos y culturales. Pero es posible que su potencia histórica pueda rastrearse más acá de las marquesinas y los populismo que encandilan.
Infancia y juventud subalterna
Hace cien años nacía Eva Duarte en la localidad de Los Toldos al interior de la provincia de Buenos Aires. De origen doblemente humilde: la situación económica y familiar eran especialmente subalternas. El padre tenía su familia oficial en la ciudad de Chivilcoy mientras que la madre de Eva era su segunda mujer - reconocida y tolerada, por cierto- en el interior. Algo común de la sociedad patriarcal de comienzos del siglo XX: hombres de clase media o alta que tenían más de una familia.
Según la historiadora Marysa Navarro, un momento que marcó emocional y socialmente a aquella niña fue cuando tras la muerte de su padre, la familia oficial intentó negarles el acceso al velatorio y su mamá discutió fuerte ante todos para que finalmente les dejaran acompañar el féretro.
Tras la muerte del padre, los menores ingresos obligaron a la familia a trasladarse a Junín y la madre de Eva rentaba algunas piezas como forma de subsistir. Además de las penurias económicas, el paso por la escuela pública de Evita no fue de mayor destaque, salvo cuando le tocaba hacer declamación o preparar disfraces para los carnavales.
En busca de la luces de la ciudad
Llegada la juventud creyó que el teatro sería su futuro, y discusión con su madre mediante, se fue a probar suerte a Buenos Aires, al parecer decidida a volver convertida en una estrella. Pero no fue fácil, le costaba conseguir papeles importantes, pues el mundo del cine, las revistas y la radio era muy competitivo. De a poco logró un lugar en el radioteatro: su voz joven pero madura le permitió hacer diversos personajes, al mismo tiempo que su buena dicción y su contracción al trabajo le fueron dando mayor espacio, incluyendo algunas tapas de revistas.
En una época sin televisión aún, la radio era un medio masivo popular que llegaba a todos los estratos sociales, y en 1943 finalmente Eva Duarte consiguió un protagónico en radio Belgrano con un programa destinado a la historia de grandes mujeres. Con 24 años Eva Duarte se había ganado un nombre, con mucho apoyo afectivo de su hermano Juan y una buena dosis de sacrificio. Nada hacía esperar que su vida diera un salto mayor.
Encuentro y fascinación
La pareja se formó un poco de casualidad a propósito de un espectáculo para recaudar fondos para las víctimas de uno de los peores terremotos ocurridos en Argentina. Era 1944 y Perón era ministro de la Junta militar que gobernaba el país y asistió al Luna Park al igual que Evita como actriz radial destacada. A partir de allí comenzaron a salir y mostrarse en público. Lo que generó muchos comentarios: era una actriz, mucho menor que Coronel viudo y además “hija natural” de extracción humilde.
Sin darse cuenta empezó a circular por el mundo de la política. Y si bien no tuvo una participación directa el 17 de octubre de 1945 (el día en que una manifestación popular inédita restituyó a Perón de la prisión y le permitió ser candidato) confirmó que los descamisados y los humildes habían salvado a su amor. Y que éste tenía un verdadero plan de justicia para el pueblo.
Evita en París, con el canciller francés de la época (AFP)
Una de sus primeras experiencias como primera dama fue realizar una gira por Europa. Allí vistió sus mejores galas (lo que también fue motivo de comentario, admiración y envidia) y tomó el gusto por la política al volver a Buenos Aires y ser recibida por las masas peronistas.
De allí en adelante comenzó una tarea incansable atendiendo tres frentes simultáneos: la obra social, el movimiento de mujeres y la intermediación con los sindicatos.
Rompiendo con la tradicional beneficencia –y muy criticada por las damas de caridad- creó la fundación Eva Perón desplegando una gigantesca labor de asistencia social para los sectores más postergados (ancianos, niños y familias carenciadas). Al mismo tiempo fundó el partido peronista femenino desde donde dieron impulso al voto de la mujer y lograron que fueran electas seis senadoras y 23 diputadas. Y en simultáneo atendía delegaciones obreras para tratar temas sindicales.
Sin tener un cargo oficial, Evita se convirtió en la otra figura carismática del movimiento peronista. Tenía acceso directo al General y al mismo tiempo seleccionaba o apartaba dirigentes en función de la lealtad que estos mostraran. Sus discursos y acciones, apasionados, no siempre estratégicos y menos cargados de responsabilidad que la de un presidente, le permitieron ganar la simpatía y la adhesión casi religiosa de millones de seguidores al mismo tiempo que se consolidaba una minoría importante (social y mediáticamente) de quienes sentían un rechazo visceral al ver en ella una intrusa y sectaria defensora de un movimiento que despreciaban y no comprendían.
Así fue que durante la primera presidencia de Perón (1945-51) Eva Duarte se convirtió en Evita Perón. Un período de muchas transformaciones y polarización inédito en la historia argentina, en el que la vida de aquella muchacha actriz encarnó con su cuerpo, su voz y su pasión al convertirse en lo que ella quería “que el pueblo me recuerde como Evita”.
Ese cambio vital, no sin contradicciones y generador de mayor polarización fue tan intenso que llevó a buena parte de los seguidores del movimiento la propusieran como candidata a vice para la reelección de Perón. Y mientras aparecían movimientos de oposición palaciega, Evita donaba dineros de la fundación para organizar milicias que defendieran el mando de su esposo.
La oposición interna frenó su candidatura y en agosto de 1951 cuando se hizo el “cabildo abierto” para proclamarla, ella debió solicitar a las masas que le dieran un tiempo para responder. Como la gente no se iba esperando una aceptación inmediata, Evita debió volver al estrado a las diez de la noche para decir que daría su respuesta formal en unos días pero que haría lo que el pueblo le pidiera. Finalmente, unos días después y por radio, dio a conocer su renunciamiento y puso el foco de acción en apoyar el triunfo de Perón más allá de su suerte.
Ya en ese momento sabía que estaba enferma, si bien la noticia no se difundió con claridad, y al celebrar el 17 de octubre Perón pidió que la escucharan en silencio por que “la señora está débil” y se proclamó ese día en su honor. Allí Evita se despidió de sus descamisados y terminó fundida en una abrazo de lealtad muy dramático y sentido con Perón.
Luego vino la operación y logró ejercer su derecho a voto en el centro de salud en donde reposaba. Pero ya no podía cumplir el rol de trabajadora incansable, vocera alternativa y discutidora o de agente fanática promotora de la lealtad a Perón. Sus apariciones eran esporádicas, le fue imposible estar en la presentación de su libro “La razón de mi vida”, aunque cada tanto enviaba mensajes radiales, y sí pudo acompañar a su esposo durante la asunción del segundo mandato.
Evita en el trabajo en su fundación (AFP)
Cuando volvió a ser internada las misas multitudinarias convocadas para rezar por su salud fueron demostraciones de popularidad y religiosidad política increíbles. También la reacción destemplada e intensa de los opositores, que llegaron a pintar “viva el cáncer” en las calles de Buenos Aires.
Su muerte en julio de 1952 llegó antes de que el mausoleo pensado en su honor estuviera terminado. Así que luego de varios días de un velatorio sin fin, su cuerpo embalsamado terminó en una capilla ardiente de la CGT, que se convertiría en centro de peregrinación de sus leales y devotos.
Ya sin ella, el peronismo perdió una de sus vetas pasionales y combativas. Y debió afrontar además un estancamiento de la economía que tensó aún más las contradicciones sociales. Evita quedó asociada a la etapa de prosperidad económica y la expansión de la dignidad ciudadana de muchos. También a las formas y los discursos más confrontativos con la oligarquía.
Por eso su cuerpo fue secuestrado y vejado cuando los golpistas derribaron a Perón en 1955. Y su fundación derribada, los materiales (sábanas, ropas de hospital, libros de texto) quemados públicamente por los opositores. Debieron pasar más de diez años para que los Montoneros exigieran el canje (habían secuestrado y matado a Aramburu con eje objetivo) y el gobierno militar ordenó recuperar el cuerpo enterrado secretamente en Italia y que le fuera llevado a un Perón todavía exiliado. Con ella retornó a la Argentina en los setenta y nuevamente fue objeto de veneración, hasta que la dictadura de Videla decidió trasladarla a un panteón cerrado con paredes de cemento para que no se continuara con las peregrinaciones.
Evita vota ya muy enferma (AFP)
Visto en perspectiva, el personaje adquiere una dimensión mítica que trasciende a la persona hasta nuestros días y no es posible pasar por neutrales o indiferentes al escribir sobre ella y lo que generó. Pero intentando rastrear los elementos personales que puedan ayudar a explicar en algo el porqué de este fenómeno tan potente desde la sensibilidad política, parece interesante observar cómo se conjugaron en Eva Duarte algunos elementos que dieron lugar a la figura histórica de Evita. En primer lugar su actitud visceral de rechazo y denuncia antes las injusticias sociales (eso que arrancó con el velatorio de su padre y luego se continuaría en la idea de ser abanderada del pueblo). Por otra parte, la idea que movilizaba su día a día de triunfar, de no volver fracasada a Junín, de ser alguien con destacada. Que se canalizó primero en la radio pero que dio un salto meteórico al conocer a Perón. Un tercer elemento fue la admiración e idolatría de ella misma hacia Perón (muy culto, mayor que ella, amado también por buena parte del pueblo). Eva repetía sin descanso que lo principal era ser leales a Perón.
Y no debe verse esto como una postura de manipulación por parte del hombre sino más bien como una situación relacional producto del azar con que se conformó aquella pareja que fue una dinamizador complejo de la historia argentina.
Evita era una joven apasionada que solo había realizado estudios primarios, con afán de trascendencia y movilizada por la injusticia social, que veía en el General un “esposo, un guía y un amigo” y se declaraba ser la primera peronista. Eva no tenía formación política previa, y se hizo política en cierto sentido con Perón. Por eso nunca se propuso crear un movimiento “evitista” aunque su personalidad le permitía ejercer también influencia en el gobierno. Pues encontraba en la lealtad a Perón y su mirada estratégica la posibilidad de realizar un cambio para las grandes mayorías, en un rol nuevo para una mujer, que tan intensamente lo vivió que terminó por llevarle la vida con solo treinta y tres años. Una militante de primera línea con una capacidad de comunicación social avasallante, que al mismo tiempo no tenía problemas en definirse como fanática (“qué tiene de malo si se está del lado los mártires y de los héroes”, decía), y que con esa misma energía desafió a la sociedad tradicional pero también profundizó la fractura. Actitud vital que le valió ese amor religioso que vemos tantas veces en la sociedad argentina de miles que tiene su imagen en la casa, y que la convierten en una de las figuras femeninas más trascendentes de la historia del Río de la Plata.
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