Alicia, según Dautremer.
El pasado 30 de abril visitó nuestro país como parte de su gira por Latinoamérica, que incluyó el pasaje por Colombia y Buenos Aires. Esa mañana conversó con nosotros en No toquen nada.
Su éxito mundial se produjo en el 2004 con la publicación de Princesas olvidadas o desconocidas, libro con texto de Philippe Lechermeier, Edelvives. Desde entonces, cada libro suyo, como autora total o como ilustradora, se traduce a numerosas lenguas para una legión de seguidores incondicionales. Dautremer reconoce que encontró su técnica (el gouache) y un modo propio de comunicar, un año antes, con la creación de Enamorados, (2003, Kókinos). Pero su encuentro con este universo se produjo en la infancia, de niña no tenía televisión ni internet, entonces dibujaba mucho. Cada noche antes de dormir pintaba en una libreta y estaba muy orgullosa de su colección de dibujos de pies.
Sus ilustraciones buscan sorprender, crea universos sugerentes, donde la luz y el rojo son protagonistas. En varios de sus trabajos se anima a reinterpretar clásicos de manera singular: Pulgarcito, Babayaga, la Bella Durmiente, los personajes de la Biblia y hasta la Alicia de Lewis Carroll, que la retrata morocha, de pelo corto y con una impronta guerrera, despojándola de la candidez y tontera donde, hasta entonces, el imaginario de la ilustración la ha ubicado.
En la entrevista cuenta que le interesa la imagen en todas sus modalidades. La imagen fotográfica es un recurso muy potente en sus ilustraciones que parecen estar captadas a través de una cámara de fotos, dice que se sitúa desde esa mirada para imaginar una ilustración, “para encontrar la composición, jugar con la profundidad y el enfoque de algunos planos”. Y agregó: “la ilustración es como una escenografía de una obra de teatro. Imagino la escena vacía, los actores, los elementos de la decoración y la luz. Luego hago la foto”.
Cuando ilustra evita recrear el texto y busca “instalar algo propio”, aportar a la narración al incluir nuevos elementos, destacar detalles insignificantes o personajes secundarios. “Tengo que encontrar mi lugar entre las líneas, acomodar la cámara en busca de otro punto de vista. En Seda, -escrito por Alessandro Baricco (Edelvives, 2012)- inventé dos personajes que no están en el texto, son espectadores que observan la historia como el coro griego”.
Seda
Con solo mirar las portadas de sus libros descubrimos que muchos de sus personajes tienen una gran similitud fisonómica y en general se ven melancólicos. A veces las editoriales le han pedido que agregue sonrisas para captar a los lectores, pero “cuando trato de insistir en eso los personajes ya no son míos”, dice Rebeca. Y agrega con total sinceridad: “Me parece sospechosa la gente que tiene una sonrisa perpetua. La melancolía es una tristeza feliz. Me gusta, lo asumo.”
Otras veces, como en El diario secreto de Pulgarcito (Edelvives, 2010), tuvo que ceder ante la censura. “¿Cómo serán las mujeres desnudas?”, se pregunta Pulgarcito. Rébecca pide a su hijo de siete años que las dibuje y el niño las retrata con grandes senos. La editorial teme a la reacción de las abuelas y resuelven achicar los senos con photoshop para cuidar sensibilidades.
El diario secreto de Pulgarcito.
Su último trabajo: Las últimas horas de Jacominus Gainsborog, (Edelvives, 2018), es un libro que desafía al lector: cuenta una vida, la de un conejo blanco desde su nacimiento hasta su muerte, a través de doce grandes ilustraciones llenas de detalles que invitan a investigar.
Para los interesados en su trabajo, recomendamos el libro: Dautremer (y viceversa), (Edelvives, 2016) escrito por su esposo Taï-Marc Le Thanh, donde podrán encontrar y disfrutar, varios de sus proyectos.
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