Denise Mota

Con la Biblia no ofendo ni temo

Marina Silva confrontó a Jair Bolsonaro y rompió la puesta en escena que venía marcando los intercambios entre presidenciables en este inicio de lo que será una corta campaña electoral oficial en Brasil. Ayer, viernes, los ocho candidatos con representación en el Congreso volvieron a verse para el segundo debate televisivo en Brasil, de esta vez en RedeTV.

Actualizado: 18 de agosto de 2018 —  Por: Denise Mota

La tensión afloró en medio a un contexto (aún más) enrarecido, en un encuentro realizado al final de un día en que la Justicia impidió nuevamente que el expresidente Lula (candidato que domina las encuestas y está preso en Curitiba hace cuatro meses) participara del debate. A la vez que la ONU determinó que se garantice su derecho a competir, mientras el juicio por lavado de dinero y corrupción pasiva del que es protagonista no llega a la instancia final.

Sumado a esto, una encuesta de la consultora XP, la “niña bonita” del mundo financiero, trajo datos que inquietaron a “los mercados”, según notició la prensa local: Lula no sólo sigue liderando en intención de voto sino que Haddad, nombre elegido por el PT para eventualmente sustituirlo, creció y llega a empatar con Bolsonaro, quien lidera las encuestas cuando Lula no aparece en el sondeo.

Está claro que la pelea se complica, que Lula no es para nada una carta afuera del mazo (esté directamente o no en las elecciones) y que este nuevo-viejo descubrimiento también dejó nerviosos a los candidatos frente a las cámaras de RedeTV.

A diferencia del primer debate, en donde los presidenciables ignoraron a su contrincante principal, esta vez el expresidente fue citado por Henrique Meirelles, que trató de asociarse con el período de bonanza de la gestión Lula (en donde fue presidente del Banco Central), y por Bolsonaro, que tildó al fundador del PT de “bandido”.

Marina decidió atacar por otro lado: reforzar su origen humilde y su carácter de minoría (al inicio del encuentro se identificó como “mujer negra”), y entrar en dos territorios caros a su rival inmediato, Bolsonaro: el público evangélico y el electorado femenino (en donde el capitán de la reserva muestra los peores números de aceptación). En intercambio con él, la ambientalista dijo que “es obligación de un presidente preocuparse por la desigualdad salarial entre hombres y mujeres”. Bolsonaro viene repitiendo en decenas de entrevistas que no es problema del Estado regular el tema, propio, según defiende, de la dinámica de la iniciativa privada.

En lo que fue el momento más caliente de la noche, Marina avanzó aún más (incluso físicamente, en el centro del estudio, en donde los candidatos debían encararse para contestar a las preguntas, como en un ring sin cuerdas) y comentó que su contrincante “había enseñado a niños a disparar”. “Esto no es lo que enseña la Biblia, Bolsonaro”, remató.

Sin acción, el militar trató de ganar la inesperada batalla sagrada propuesta por la cándida Marina esgrimiendo su conocimiento de las Escrituras: “Usted debería leer a San Pablo”, fue todo lo que pudo contestar.

De modo general, los aspirantes al Palacio del Planalto trataron de imponer su imagen repitiendo palabras e ideas sin importar de qué tema se trataba. Bolsonaro machacó el “fin del comunismo y de la ideología de género”; Marina, un gobierno con energías limpias y “las mejores cabezas”; Geraldo Alckmin, “la experiencia” de quien gobernó San Pablo cuatro veces; Ciro Gomes, sacar a los brasileños del SPC (el clearing de Brasil); Guilherme Boulos, la renovación real, sin “50 sombras de Temer”; Henrique Meirelles, la capacidad “técnica” de quien trabajó con Lula y “arregló el lío de Dilma” en la gestión Temer; Álvaro Días, el “gobierno con la Lava Jato”.

Cabo Daciolo (ya un ícono del sin sentido político), perfeccionó aún más su personaje e hizo todas sus intervenciones agitando una Biblia, mientras prometía el fin de los problemas de todo orden en la “nación brasileña, para gloria de Dios”.

El bombero militar viene proporcionando los mejores momentos de stand up de los debates. Pero el acalorado intercambio litúrgico entre Bolsonaro y Marina (que también transitan en el territorio evangélico) muestra que ellos están atentos al fraseado neopentecostal de Daciolo y a su popularidad creciente –aún limitada al universo de los memes de internet. Por ahora, la radicalización religiosa como estrategia es solo un acto de comedia. Ojalá no se vuelva tragedia.



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