Querido Darwin de 10 años,
Le escribo estas líneas al vejiga que en el barrio algunos llaman “rusito” por su pelo rubio y su madre judía, otros “polaco”, otros “judío de mierda”, otros “fatiga” por tu pereza omnipresente que a veces se parece al cansancio, otros “el botija medio raro de mitá de cuadra”, otros Dumbo por las orejas para afuera, y otros simplemente “panter” porque la primera vez que saliste a jugar al fúbol en el barrio tenías una camiseta que decía “Panther”, una marca deportiva medio berreta que no prosperó, en ese sentido es un sobrenombre que se parece bastante a vos, pequeño mediocre. En tu familia no te dicen Darwin porque tu padre y tu abuelo se llaman igual, eso terminará siendo más un problema burocrático que un honor. No te preocupes por cómo te digan, no hay demasiado para hacer al respecto, y casi siempre te van a decir de una forma que no te resulta del todo cómoda, la vida no es un lugar donde abunde la comodidad, te voy avisando, chiquito.
Bueno, me alegra mucho contarte que en los siguientes 50 años, tu mayor talento, que es una capacidad ilimitada para la pereza que desemboca en cierta habilidad mínima, muy básica, para decir cosas que a veces son un poquito graciosas pero rápidamente olvidables, no va a cambiar tu vida en casi ningún sentido. Eso, a pesar de lo que te pueda parecer ahora, es una gran noticia. Hacele caso a un gil, bobo-chico, ¿quién te pensás que sos, Einstein? Tas chiquito de cerebro, gurí, olvídate de lo que de dice la maestra. Olvidate de cómo hacés reír a tu familia, ese público es el más fácil de todos. ¿Te creés Mel Brooks? Jaja, me río de tus pretensiones, ya te aviso que no cagás a nadie. La habilidad para decir estupideces constantemente te va a ayudar a deshacerte de esa cantidad de sobrenombres y a conseguir lo más parecido a una beca de la vida que te puedas imaginar, con empresarios que te pagan por ser bufón. No es digno pero es legal. Seguí trabajando tu lado más idiota, transformate en un perfecto imbécil, me lo vas a agradecer, pendejo pretencioso, yo te voy a bajar los humos a vos, bananita; sshhh, cállese la boca, guacho de mierda, y siga leyendo la carta de su yo de más de 60 años sin protestar.
Hay un jugador que se llama Omar Arrestia, le dicen “chumbo”, y lleva el pelo largo, cuando corre al aro con sus dos metros imparables, el pelo se le revuelve y parece más salvaje e imparable todavía. Bueno, olvídate de él porque vos tenés sólo 6 años menos y sos bastante limitadito jugando al básquetbol. Lo único que podés tener del Chumbo es el pelo largo y el cigarrillo en la boca, además de cierta tendencia a ser odioso y no querer a nadie; en todo lo demás sos el antichumbo Arrestia: no tenés la mano del chumbo, no tenés la coordinación, ni la fortaleza física y mucho menos la fortaleza mental del chumbo, no vas a ser basquetbolista profesional, ni siquiera vas a ser basquetbolista amateur, te lo digo para que no pierdas el tiempo: sos muy perezoso y garronero para ser deportista. Sos como el gordo Amaral pero sin talento ninguno y además flaco. Pésimo ejemplo. No me entendés lo que te digo pero ya me vas a entender, mediocre, sos terrible mediopelo, si hubiera unos juegos olímpicos de mediopelo no pasás la rondas clasificatorias por mediopelo, andá sabiéndolo así después no te decepcionás.
El pelo largo del Chumbo Arrestia será una inspiración para tu rebeldía. Llegará el momento en que serás tú el que le dirá a tu madre: “No más cortes de pelo”. Pero no te confundas: no es por el chumbo Arrestia, es porque le tenés fobia a los peluqueros, pedazo de un enfermo, con 10 años ya empezaste a llenar el álbum de fobias. ¿No te da vergüenza ser tan trastornadito a esa corta edad? Tenés como tres páginas llenas de “fobiguritas“ y no llegaste ni a la adolescencia todavía, si fuera el siglo XIX tus padres ya te habrían tirado a un río y habrían engendrado otro hijo a ver si les salía mejor. Estás completamente cagado de la cabeza. Por otra parte, tu madre corta muy mal el pelo, horrible, y vos lo sabés, es como si te cortara el pelo Dogomar Martínez con los guantes de boxeo puestos; y como vos le tenés fobia a los peluqueros, pedazo de un enfermito, estás en un callejón sin salida. Quédate tranquilo: vas a tomar la peor decisión de todas, dejarte el pelo largo. Sos pésimo tomando decisiones. Te aviso.
Vives tu vida en el club Tabaré. (Te estarás preguntando por qué te escribo “vives tu vida” en lugar de “vivís tu vida” y a veces se cuela el español neutro, es una carta para el Oficinists’ Tribune, vejiga, y copié el formato de la de Cavani para arrancar los párrafos, después me olvido y me da pereza seguir el estilo. No me interrumpas más, por favor, atrevido, me tenés harto y ni siquiera voy por la mitad de la carta).
Vives tu vida en el club Tabaré, atrás de una pelota naranja de básquetbol. Mentira, esa vida empieza a las cinco de la tarde porque hasta esa hora el canchero no abre el club, y la función del canchero en el básquetbol es desestimular el amor por el deporte que puedan tener los chiquilines. Él está haciendo su trabajo, cumpliendo su función como parte del ejército invisible del desestímulo, y vos sos demasiado cagón como para discutir su rol. Así que el resto del día te pasás tirando en un arito del fondo de tu casa. Porque tenés todas las comodidades, y eso un poco me cagó la épica en esta carta del Oficinists’ Tribune en la que no puedo hablar de ningún sacrificio que hayas hecho salvo compartir la mitad de las tangerinas con tu perra que es loca de las tangerinas y se pone a llorar si pelás una y no le tirás la mitad de los gajos a ella. Ah, ya me acordé de un sacrificio: cuando te vas a bañar, a veces te da tanta pereza bañarte, que preferís prender la ducha, mojarte un poco el pelo, esperar cinco minutos sentado en la tapa del water y salir como si te hubieras bañado. Es la estupidez más grande que vi en mi vida, sos muy quedi, además de un mugriento desagradecido que ni siquiera valora el calefón que tiene en su casa, no tiene ningún sentido: perdés el mismo tiempo, te consume la misma energía que si te bañaras, pero te quedás sin la parte placentera del baño y las bondades del jabón. Te lo dije: sos horrible tomando decisiones, siempre encontrás la más estúpida, tratá de que otros tomen decisiones por vos, haceme caso, sampaboya.
¿Me dejas contarte un secreto? Un día va a sonar el teléfono, vas a ir corriendo a atenderlo y vas a traspasar una puerta de vidrio. Está cerrada, bananita. Tas pasado de vejiga.
¿Me dejas contarte otro secreto? El liceo no sirve para nada, tratá de que no te rompan la cabeza muy seguido, hacete amigo de los repetidores tomándole el pelo a los profesores y cualquier autoridad, cuando te quieran hacer la morta apuntá para el más débil y tirale un piñe, y no tengas ninguna esperanza con la compañeras de clase que están buenas, hacerlas reír no tiene nada que ver con que le puedas gustar a alguna y vayas a chuponear, sos una rata mal alimentada que se va a desarrollar como a los 16, así que andá acostumbrándote porque vas a ser terrible perdedor, no te angusties por esa pelotudez, no seas cagón, blandito, debilucho, dale, no te cagues, maricón, sos la vergüenza de tu yo mismo a los 60 años.
Lo que más importa en tu vida en este momento, si mal no recuerdo, es el Doble de la Grapa.
El Doble de la Grapa es algo mágico. Necesito hablar con alguien del Doble de la Grapa, con alguien que no sea un niño bobo que se cree especial como vos, con un adulto que ya sepa que fracasó en la vida, con un adulto, bah. El doble de la grapa es motivación pura. ¿Cómo se hace para tener motivados a un montón de gurises de 10 años con una sola pelota llenita de huevos que pica para cualquier lado y no sirven ni para jugar un partido?
Poniendo la regla de que el niño que meta un doble de la mitad de la cancha se lo deja subir a la cantina de Tabaré a tomar una grapa.
No tenía nada que ver con el básquetbol, pero no importaba. Era una carrera contra la ley y el sentido común. Meter la pelota ovalada de la mitad de la cancha, y la sensación al escuchar al cantinero que gritaba por la ventana “dale, subí, pajero”, cuando habías metido el Doble de la Grapa… ¡increíble! Una alegría inmensa mientras saltabas los escalones de dos en dos. Y si tenías suerte te llamaba el tío León del garito clandestino donde jugaban a la generala por plata fuerte, y te dejaba soplar el cubilete para darle suerte en los dados, dejabas todo tu aliento a grapa ahí. Y si tenías mucha suerte, el tío León sacaba una póker o un full, los desplumaba y te compraba un alfajor vencido de esos que vendían en la cantina, que te venía bien para hacer un pisito para la grapa. ¿Será de chocolate o de nieve toda dura que se desintegra ni bien le metés una mordida? ¿Te van a dar uno de esos que ya le quedó el relleno medio verdoso del tiempo que lleva esperando? ¿Será el de Mickey? Sea el que sea, durante todo ese día, estarás medio en pedo por la grapa y practicarás resaqueado, y con el estómago revuelto, con 10 añitos. Qué recuerdos hermosos.
¿Cuáles son tus sueños, pusilánime chico?
Ni siquiera los recuerdo con exactitud, seguramente no tenías, o tenías algunos muy pelotudos como tener una máquina que escupa latas de refresco gratis en tu cuarto, alguna gansada de esas que no tiene épica ninguna y no sirve como insumo para una carta como la que te estoy escribiendo a través del Oficinists’ Tribune.
¿Tu sueño es jugar al básquetbol en primera? Lo conseguirás, jugarás en 2ª de ascenso y cuando lo hagas, se sentirá como si hubieras gastado un sueño al pedo, en el caso de que haya una cuponera de sueños para gastar.
¿Tu sueño es escribir un libro? También lo conseguirás, pero te aviso que no es ningún mérito, hasta Julio Ríos sacó un libro.
¿Tu sueño es tener mucha plata, manejar lindos autos y dormir en hoteles elegantes? Bueno, bajate del caballo, muerto de hambre, ¿quién te creés que sos, Kobe Bryant? Andá pensando más en un Hétor Perry como modelo de vida.
¿Tu sueño es ir a un Mundial de Fúbol gratis a cubrir el evento? Qué sueño más mediocre. Irás, pero los pesados de la FIFA cambiarán antes su sistema de una sede por serie, y te pasarás arriba de un avión, como un banana, y tendrás que caminar dos kilómetros para llegar a los estadios, y te enfermarás, y en la mitad del segundo mundial al que vayas te darás cuenta de que en el siglo XXI el peor lugar para ver un mundial es el mundial.
Lo que tienes ahora, con 9 años de edad, es algo que hoy extraño muchísimo, y se llama FALTA ABSOLUTA DE RESPONSABILIDADES, ah, eso de no tener ninguna responsabilidad es lo máximo, aprovéchalo. El resto de la infancia está muy sobrevalorada, no comas con la infancia, todo el mundo le da para adelante pero lo que le gusta es el recuerdo de la infancia y no la infancia en sí, de la escondida te aburrís a la media hora y salir a buscar vos es una sensación de lo más desagradable, mezcla de ansiedad, soledad, excitación, inseguridad, omnipotencia, paranoia extrema… es como tomarte una raya de merca en una oficina de Tenfield más o menos. El quiquirillá está bueno pero te cansás enseguida y te dan ganas de ir a escuchar un partido de fóbal por la radio echado en tu cuarto. Los cumpleaños son demasiado largos, el tiempo entre los chorizos y la torta es interminable, la gente no sabe cuándo terminar los eventos; los bailes son una mierda que te llena de ansiedad y la mitad del tiempo no sabés ni qué hacer, por eso empezaste a fumar de chiquito también, para tener algo para hacer en los bailes.
Como niño, vives tu vida con una intensidad y una pasión que será imposible como adulto. Sí, esa poquita intensidad y esa casi nada de pasión que tienes como niño, es mucho más de lo que vas a tener de adulto, tu corazón está envuelto en papel film, no vibrás, estás muerto por dentro.
¿Sabes cómo es la vida ahora, a los 60 y pico años de edad?
Horrible. Igual de incómoda que cuando tenías 10. ¿Qué te creías, que se iba a solucionar todo cuando llegaras al mundo adulto? Tenés que pagar las cuentas, hacer guita para tu hijo hipotético, estar casi al día en tus impuestos. Por suerte te ganás la vida con una pelotudez que ni te imaginás, es como si trabajaras en un call center, que calculo que ni sabés lo que es, pero poquitas horas y tomándole el pelo a la autoridad que en realidad no es ni la autoridad, es un pobre diablo que trabaja de periodista, y vos le hacés bullying permanentemente, buen tipo, pobre, demasiado creyente en el Dios de los Ateos, el Estado. No te quiero arruinar la sorpresa.
En muchos aspectos, estás viviendo en un sueño, o siendo más preciso: estás viviendo en lo que sería una siesta. No tenés ni que salir de tu casa para facturar. Es casi una pensión graciable lo que te tocó. Ojalá no haya reencarnación porque en la próxima vida vas a tener que pagar con sudor y sacrificio las facilidades de esta. Pero en muchos otros aspectos, también eres prisionero de ese sueño o siesta. Se te gastan antes las pantuflas que los championes, cada vez te cuesta más ir hasta la panadería, te salen hongos, tu familia te reclama por tu ausencia, tu esposa llega de trabajar y se da cuenta enseguida de que sos una lacra que no salió en todo el día, tu hijo hipotético sabe que estás en el escritorio y te rompe las bolas a morir.
Cuando eres un niño, tienes esta sensación de que la persona más exitosa es la que consigue sus objetivos.
Cuando creces, te das cuenta que la persona más exitosa es la que tiene la sabiduría para vivir sin que le rompan los huevos.
Quiero recordarte las palabras de tu padre.
¿Qué te dice siempre?
Yo sé que tú lo sabes.
Te dice: “ándate de Uruguay, pelotudo. No seas burro. Uruguay es una trampa mortal: te pensás que está buenísimo porque a los 20 años tenés casi todo lo que querés, y después te das cuenta que tu techo lo tocaste a los 28. Y ya no hay marcha atrás, todo lo que queda es inercia. Uruguay no te mata, Uruguay te deja morir de a poquito”, pero tú no le vas prestar atención a esas palabras porque sos necio como una mula con colon irritable, y te creés que las sabés todas, ignorante, analfabeto, bobo con ínfulas.
Es altamente probable que ni siquiera hayas llegado hasta esta parte de la carta porque a los 10 años no sos capaz de leer cuatro párrafos seguidos, tu poder de concentración es el de un molusco con extraedad, a lo largo de la vida he conocido amebas con más fuerza de voluntad que la tuya, he tenido la suerte de cruzarme con papagayos menos dispersos que tú, pequeño idiota.
Además no tenés poder de síntesis, ninguno, burro.
¿Qué te dice tu madre, siempre? Te dice: “Hacé lo que quieras, pero hacelo en serio, comprometido”.
Si escuchas las palabras y realmente crees en el espíritu de lo que dicen, te querrás martillar los huevos con un ábaco. Pero por suerte nunca entenderás el espíritu de esas palabras ni escucharás a nadie seriamente. Más te vale que no te tomes muy en serio a vos mismo, tampoco, sos del montón, estás más cerca del camión de los rezagados que de los 10 o 15 que se escapan del pelotón. Si la vida es la Fórmula 1, vos sos de los que aparecen cuando le van a sacar una vuelta y le trancan un poco el paso ahí a los que vienen corriendo en serio.
Sinceramente, no sé para qué te sigo escribiendo si no pudiste terminar ni El Principito, ignorante.
Darwin.