“Todos decían que no, cuando dijo que sí Bolivia”, canta Jorge Drexler en “Bolivia”, un tema que retrata la experiencia de los refugiados europeos judíos de la Segunda Guerra Mundial. Sí, el pueblo judío fue refugiado, durante aquella guerra y tantas otras. Migrantes de vieja data, experimentados viajeros de obligada adaptación acelerada a sus nuevos hogares. Está en su historia y está en su mitología: se dice que Abraham, primer patriarca hebreo, fue también el primer migrante de la civilización judeo-cristiana.
Pero el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, ignora constantemente la identificación de los suyos con esta tradición. Lo hizo cuando la emprendió contra los refugiados e inmigrantes ilegales africanos. Lo hace cuando niega el derecho de los refugiados palestinos a regresar a sus hogares, y lo volvió a hacer unos días atrás cuando publicó este tweet: “El presidente Trump tiene razón. Yo construí un muro en la frontera sur de Israel. Detuvo la inmigración ilegal. Gran éxito. Gran idea”.
President Trump is right. I built a wall along Israel's southern border. It stopped all illegal immigration. Great success. Great idea 🇮🇱🇺🇸
— Benjamin Netanyahu (@netanyahu) 28 de enero de 2017
El tweet generó gran malestar no sólo en el gobierno de México, sino también en la Comunidad Judía de ese país, que se deslindó del mensaje de Netanyahu: “Nos solidarizamos con nuestros conciudadanos que viven, trabajan y aportan en el país vecino, cuyos derechos humanos tienen que ser respetados en todo momento y quienes deben recibir un trato digno”.
Es comprensible que Netanyahu quiera aproximarse al régimen de Trump. En definitiva, comparten valores y cierta visión del mundo. Pero que el líder hebreo haya ignorado el daño que podría causar a sus correligionarios mexicanos (por omisión o cálculo) y a la Historia judía, sólo puede entenderse si se comprenden las circunstancias histórico-políticas.
No hay prioridad más elevada para Netanyahu que mantenerse en el poder. Ése es su norte. Y si publicó el tweet que publicó, fue por intereses políticos y económicos, personales y partidarios (una empresa israelí está entre las ofertantes para la construcción del muro de Trump). Sin embargo, la arrogancia de Netanyahu no proviene sólo de su poder personal: el Sionismo en su estado actual es la plataforma que le permite hacerlo.
Movimiento político nacionalista, el Sionismo “evolucionó” y llegó a nuestros días a su forma más xenófoba, racista y violenta. Uno de miles de ejemplos: el asesinato colectivo y hasta ahora impune de Habtom Zarhum, inmigrante eritreo disparado por un guardia de seguridad y luego linchado por una turba que lo confundió con un atacante palestino. El Sionismo, movimiento político de inmigrantes, se volvió anti-inmigrantes.
Hoy en día, el Sionismo no es más que una herramienta de “supremacía judía” usada por líderes inescrupulosos que persiguen intereses políticos personales.
Drexler también canta: “Una puerta giratoria, no más que eso es la Historia”.
Las opiniones vertidas en las columnas son responsabilidad de los autores y no reflejan necesariamente posiciones del Portal 180.