Luis Piñeyro del Campo nació en 1853 en Montevideo. Hoy, ese nombre se identifica con el hospital geriátrico que hay en La Unión, sobre la calle Larravide.
Alberto Piñeyro Gutiérrez cuenta, sentado en el living de su casa, que son muchas las personas que, al notar su apellido, le preguntan por su bisabuelo. “Hay cuatro o cinco cuestiones que la gente siempre pregunta: ¿quién fue Piñeyro del Campo, fue médico, fue abogado, fue un político conocido, era blanco, colorado, habrá donado el predio, se fue exiliado a Francia -donde murió en 1909-?”.
Piñeyro Gutiérrez notó el desconocimiento generalizado por la figura de su bisabuelo, quien fue abogado y no médico, y ni blanco ni colorado sino afiliado al Partido Constitucional. Pero él también tenía dudas sobre Piñeyro del Campo. Su interés nació hace 40 años. Así lo cuenta en su libro:
“Transcurría marzo de 1967. Me disponía a subir la escalinata de Facultad de Medicina, en la calle General Flores, para iniciar mi primer año.
Me acompañaba mi vocación y mi tradición familiar. Un año antes había ingresado mi hermano. Mi padre ejercía la gastroenterología y mi tío la neumología. Mi abuelo, Luis Piñeyro Carve, fallecido a los 32 años, había regresado de Francia en 1914 con su especialización en Urología.
Con estos antecedentes familiares, asumí que mi bisabuelo, Luis Piñeyro del Campo, era el iniciador de esa columna familiar de médicos.”
¿Recuerda que se hablara de Piñeyro del Campo en su casa, cuando usted era chico?
Sí, se hablaba, pero poco. Es que Luis Piñeyro del Campo fallece a los 56 años y su hijo -mi abuelo- muere a los 32, cuando mi padre tenía cinco años de edad.
Cuando yo empecé a conversar con mi padre sobre este tema, a interesarme un poco en la Medicina y a preguntar sobre la familia; no fueron muchos los datos que pude obtener, porque las vivencias de mi padre con mi abuelo no eran muy importantes.
El hecho de que mi padre no tuviera tanta información como yo hubiese deseado, me despertaba aún mayor curiosidad. Empecé a juntar material, sin tener la más mínima idea de lo iba a poder plasmar en un libro.
¿Cuándo surge la idea de hacer un libro sobre la vida de su bisabuelo?
Habrá sido en los dos últimos años que ejercí la Cirugía, me dije “todas estas cosas que he juntado algún día las voy a cristalizar”. Entre las razones que tuve para jubilarme relativamente joven -antes de los 60 años-, fue que me puse como meta publicar el libro el 21 de agosto de este año, por el centenario del fallecimiento.
El libro se llama “Luis Piñeyro del Campo. Caridad y dignidad”. ¿Por qué caridad y dignidad?
Después de estudiar toda su vida y su obra, me parecieron las dos cualidades más salientes.
Yo creo que lo más destacable fue su actuación en lo que se llamó la Comisión Nacional de Caridad y Beneficencia Pública, que la gente prácticamente desconoce.
Piñeyro Gutiérrez recordó que el Ministerio de Salud Pública se creó en la década del '30. Antes, existía la Asistencia Pública Nacional, creada en 1910. Previo a eso, la Comisión Nacional de Caridad y Beneficencia Pública, “porque recién se empezaban a hacer los grandes descubrimientos, entonces la asistencia estaba muy basada en la caridad”, señaló el autor del libro.
La Comisión Nacional de Caridad y Beneficencia Pública se creó en 1889 y manejaba el Hospital de Caridad -luego fue Maciel-, el Asilo de Mendigos, el de Huérfanos, el de Dementes o Manicomio, los maternales -en ese momento eran cuatro-, además de varias escuelas, como la de Enfermería.
¿Qué es lo que usted destaca de la actuación de Piñeyro del Campo en esa Comisión?
Creo que una de sus obras más importantes fue la que estuvo dirigida a los más desprotegidos: los huérfanos, los enfermos, los ancianos, los penados.
Sobre la dignidad, hay dos hechos que la reflejan muy bien. Uno es su participación política.
Piñeyro del Campo no perteneció ni al Partido Nacional, ni al Colorado, a pesar de que fue ministro de Relaciones Exteriores -por menos de un año- en la Presidencia del colorado Juan Idiarte Borda.
Dentro de los partidos tradicionales había grandes diferencias, indicó Piñeyro Guitiérrez. “Un grupo de intelectuales -entre los que se encontraba Piñeyro del Campo- llegó a la conclusión de que sería muy difícil que el país pudiese proyectarse”. De esa manera, en 1880 se formó el Partido Constitucional, “que se caracterizó por prestar gobernabilidad a las formaciones frente a la dificultad de división de los partidos”.
¿Cuál es el hecho, dentro de su actuación como canciller, en que usted encuentra el concepto de dignidad?
Al poco tiempo de asumir, aparecen discrepancias con el presidente. La gota que colma el vaso son unas denuncias sobre las levas militares -cuando el Ejército se quedaba sin integrantes, prácticamente entraba a las casas y se llevaba a la gente para integrar los Cuarteles-. Hay unas denuncias de apremios físicos a los soldados y Piñeyro del Campo lleva ese tema a la reunión de Gabinete: plantea la necesidad de saber qué es lo que está pasando.
Idiarte Borda, con un “no le permito”, cortó abruptamente eso en la reunión de gabinete. Piñeyro del Campo acató lo que le dijo el presidente, pero con la idea inmediata de presentar renuncia. No estaba dispuesto a permanecer ni un minuto más en un Ministerio donde no se podía expresar o llevar adelante las investigaciones que creía necesarias.
Decía que había dos hechos que marcaban el concepto de dignidad.
Sí. A Piñeyro del Campo le tocó formar parte de las expediciones sanitarias, tanto en las revolución de 1897 como en la de 1904. Después de las batallas quedaba el tendal de heridos y había que prestar asistencia.
En 1897, hizo una expedición a Melo, donde se prestó asistencia por igual a los heridos y eso no fue bien visto por Idiarte Borda. Hubo desplazamiento y cese de las autoridades de la Comisión Nacional de Caridad.
En 1904, Batlle y Ordóñez creó la Junta Central de Auxilios, encargada de enviar las expediciones sanitarias.
La batalla de Tupambaé fue el 22 de junio de 1904. El 28 de junio Piñeyro del Campo sale de Montevideo. La vía férrea llegaba sólo hasta Nico Pérez, luego avanzaban a caballo y a diligencia. Al llegar a Santa Clara de Olimar, los revolucionarios de Aparicio Saravia detienen a la expedición y no los dejan pasar. Piñeyro del Campo pide una entrevista con Aparicio Saravia. Se la conceden y el 3 de julio, en lo que se conoce con el nombre de Sarandí del Quebracho, Saravia le permite seguir su tránsito hacia Melo, a donde llegan el 5 de julio. En ese momento, se enteran que Batlle había cambiado las órdenes: los heridos debían ser trasladados como prisioneros de guerra hacia Montevideo.
Esto cambia totalmente el aspecto humanitaria que Piñeyro del Campo le pretendía dar a la expedición. A pesar de las órdenes, resuelve dividir la expedición: a los heridos más graves los deja en Melo y a los que estaban en condiciones de ser trasladados, los interna en Bagé, en territorio brasileño.
A fin de mes, Piñeyro del Campo vuelve a Montevideo e inmediatamente presenta renuncia la Junta Central de Auxilios. Y creo que es otro de los episodios en la vida de Piñeyro del Campo que lo señala con características de dignidad.
¿Cómo entiende todo este trabajo relacionado a la medicina que llevó adelante Piñeyro del Campo siendo abogado, no médico?
Yo diría que no es por la medicina. La formación de Piñeyro -la cultural, la espiritual, la religiosa, la filosófica- lo llevó a trabajar por los más desprotegidos, no por la medicina. A dedicarse, cristianamente y con todos sus esfuerzos, a sus semejantes. Llamémosle filantropía, caridad, beneficencia...
Luis Piñeyro del Campo se casó en 1887 con Cora Bernardina Carve Urioste, quien muere ocho años después, en su séptimo parto. Además, de sus siete hijos, tres fallecieron siendo niños.
“Esta circunstancia, que agobia el corazón de su esposo, lo lleva a escribirle cartas, durante cuatro años; una forma de elevar y sublimar el duelo. Ellas constituyen un verdadero diario íntimo, por el cual pueden seguirse las vicisitudes de la familia, del país y del protagonista. No volverá a casarse y vivirá con su esposa eternamente en el recuerdo, consagrado a obras de caridad, a la educación de sus hijos y al servicio del país”.
Dr.Luis Piñeyro del Campo (1853-1909). Foto gentileza de Alberto Piñeyro Gutiérrez
El libro cuenta con una importante cantidad de cartas que Piñeyro del Campo le escribió, por ejemplo, a su esposa luego de fallecida. ¿Cómo llegó a esas cartas?
De los cuatro hijos que llegan a la edad adulta, nace una gran familia. En cada una de ellas, había quedado una copia de ese diario íntimo de Piñeyro del Campo, compuesto por cartas que le escribe durante cuatro años a su señora. Cuando la familia, en abril del 2008, se enteró que yo estaba en el tema, empezaron a llegarme más cartas.
Las tengo agrupadas y ordenadas por épocas. Fue una tarea muy linda, algunos parecen realmente poemas. La primera que puse, que le escribe a su señora inmediatamente después de muerta, para mí no es una carta sino un poema, porque ahí vuelca todo su cariño y su enorme tristeza.
¿Usted solo tomó la decisión de publicar las cartas, o consultó a algún familiar?
Me fue difícil utilizarlas. Al principio yo me preguntaba si tenía derecho a darlas a conocer. Realmente me lo cuestioné, sobretodo, las cartas que hablaban de cosas íntimas.
Reflexionando mucho e intercambiando opiniones con alguien de la familia, consideré la relación familiar y los 100 años pasados... Lo que sucede es que las cartas apuntan a un aspecto de la personalidad de Piñeyro del Campo que creo, de otra manera, quedaría desconocida. Contribuyen a apreciar la figura de Piñeyro del Campo, mejor de lo que yo podría haber escrito.
Los 1.000 ejemplares que están disponibles a la venta -el precio es de 250 pesos- fueron costeados en su totalidad por Alberto Piñeyro Gutiérrez, quien donará lo que se recaude a la Comisión de Apoyo del Hospital Piñeyro del Campo.
“El 12 de noviembre de 1922, siendo presidente de la República el Dr. Baltasar Brum, y director de la Asistencia Pública Nacional el Dr. José Martineré, se designa el Nuevo Asilo con el nombre 'Dr. Luis Piñeyro del Campo', para recoger en su actual emplazamiento al Asilo de Mendigos y Crónicos”.
Hoy, cuenta con unos 300 internados en cuatro pabellones. Además, se implementa un programa que se llama Centro Diurno del Piñeyro del Campo, al que concurren alrededor de 40 personas por día, desde las nueve de la mañana hasta las cuatro o cinco de la tarde. “Tienen una serie de actividades: desayunan cuando llegan y luego tienen clases de literatura, de historia, de canto, de gimnasia, manualidades -hacen desde cuadros hasta almohadones-, almuerzan, y siguen con las actividades hasta la tarde”, contó Piñeyro Gutiérrez. Con orgullo destacó que “tienen una murga y una huerta, que funcionan cada vez mejor”.