Adrián Singer

Los israelíes que se alegraron del atentado en Tel Aviv

Llegamos con mi esposa, Dana, al Complejo Sarona. A 200 metros de casa, es el lugar donde compramos fiambre, queso y pan. Diez días antes, dos palestinos armados habían abierto fuego indiscriminadamente en uno de los restaurantes del Complejo, y habían matado a cuatro. Cuando llegamos, nos sorprendió el montículo de velas y carteles frente a Max Brenner, el restaurante en cuestión. Dana pidió una pausa frente al memorial y leyó los carteles. Le llamaron la atención algunos: “los israelíes debemos ser fuertes”, “expulsar a las familias de los terroristas”. Comenté con tono objetivo que se trataba de comentarios de enojo y no de tristeza ni luto.

Actualizado: 19 de junio de 2016 —  Por: Adrián Singer

Pero en mi cabeza otro pensamiento había empezado a merodear: ¿habrá allá afuera israelíes satisfechos? De aquellos que odian a los telavivim, de aquellos que piensan que vivimos en una burbuja. Quise preguntárselo a Dana, como una de esas preguntas retóricas que disparan conversaciones. Pero callé. Callé porque no quería arruinar la noche. Estábamos ya dentro de Sarona Market, y habíamos ordenado la cena. ¿Qué mente retorcida podría alegrarse de la muerte de otro? ¿Qué israelí puede alegrarse de la muerte de otro israelí en un atentado? ¿Qué ser humano puede alegrarse de la muerte de otro ser humano? Ciertamente, el de la mente retorcida era yo, que se me ocurrió tal idea.

Tres días después encontré este video de Lior Schleien (en hebreo), un humorista televisivo telavivi liberal (“telavivi” es el gentilicio de los habitantes de Tel Aviv). Al parecer, el de la mente retorcida no era yo: hubo israelíes que justificaron y celebraron la muerte de otros israelíes, porque el atentado había sucedido en la “burbuja” de Tel Aviv. La materia prima del monólogo sarcástico de Schleien es una serie de posts en Facebook de gente que escribió cosas como estas: “Ustedes telavivim se lo merecen”, “Aprendan la lección”, “Ustedes se lo merecen izquierdistas de mierda, muéranse todos”.

Para el que desconoce el contexto, Tel Aviv goza de una imagen de ciudad liberal, secular y occidental. El cerdo y los frutos de mar (alimentos prohibidos en el judaísmo) pueden conseguirse acá con mayor facilidad que en el resto del país. También es la ciudad más gay-friendly del país (y una de las más gay-friendlies del mundo), y muchos restaurantes y tiendas abren los sábados, día sagrado de descanso. La ciudad blanca no lo es sólo por su arquitectura, sino que muchos creen que desde acá gobierna la élite económica y cultural ashkenazí, es decir los judíos de origen europeo, los judíos blancos. Cuánto hay de cierto y cuánto de falso en la imagen que Tel Aviv proyecta puede ser discutido, pero ese es otro tema.

Schleien responsabiliza a los líderes políticos y religiosos que durante años han alimentado este odio de los no telavivim hacia los telavivim, el primero de ellos Benjamín Netanyahu, primer ministro de Israel. Al parecer, odian tanto a los telavivim como a los palestinos. Al parecer, la incitación al odio es funcional no sólo cuando se dirige contra el supuesto enemigo externo: dividir a tu propio pueblo también sirve.



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