Ernesto Rodríguez

¿Década ganada, perdida o desperdiciada?: Evaluando gobiernos de izquierda en América Latina

Se ha puesto de moda, últimamente, evaluar la gestión de los gobiernos progresistas o de izquierdas (las denominaciones varían) en América Latina, teniendo en cuenta que -en la mayor parte de los casos- han completado una década de gestión, más allá de que algunos comenzaron antes (como Venezuela) y otros todavía no completaron su década (como Bolivia o Ecuador). Y en general, las evaluaciones oscilan entre considerar que estamos ante décadas ganadas, perdidas o desperdiciadas, dependiendo de los enfoques, más que de los propios indicadores que se utilicen para la correspondiente evaluación. La entrega de este bimestre (julio-agosto) de la revista Nueva Sociedad, por cierto, está dedicada a este ejercicio analítico, retomando estos “dilemas” e incluyendo aportes de gran relevancia al respecto.

Actualizado: 20 de agosto de 2015 —  Por: Ernesto Rodríguez

En mi caso, me he tomado el trabajo de revisar atentamente varios libros dedicados a este importante ejercicio analítico, incluyendo especialmente los dedicados a evaluar los casos de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, Uruguay y Venezuela. Y al mismo tiempo, me he tomado el trabajo de analizar indicadores comparados, revisando los informes que regularmente entregan los principales organismos internacionales dedicados a este tipo de seguimientos sistemáticos (especialmente, los pertenecientes al Sistema de las Naciones Unidas). Y naturalmente, todo esto me ha llevado a revisar algunos importantes debates académicos y políticos, a propósito de las izquierdas en América Latina, incluyendo en este sentido, también otros países donde la izquierda no gobierna pero de todos modos es relativamente importante, como en Colombia y en México, así como en algunos países centroamericanos (especialmente, El Salvador).

El más reciente de los libros que he revisado es, por cierto, uno que escribieron dos periodistas uruguayos que trabajan en el diario El País de Montevideo (Aguirre y Faig 2015), con un sesgo claramente neoliberal, mezclado con otro, bastante más serio -por cierto- escrito por un economista italiano que hace muchos años está radicado en México, dedicado a formular “una historia de la izquierda en América Latina”, ubicada (según el autor) entre “la esperanza y el delirio” (Pipitone 2015). En paralelo, me ha tocado seguir los debates en torno a cuestiones más “coyunturales”, sobre todo en relación a las crisis brasileña y griega, entre otras, y hasta comentar estos temas con dos especialistas costarricenses con los que tuve la oportunidad de coincidir hace poco en una reunión en San José, autores de otro libro centrado en la “crisis civilizatoria y el pos-neoliberalismo en América Latina” (Cuevas y Mora 2015). Hace no mucho, por su parte, había estado revisando un par de balances del caso brasileño (Sader org. 2013 y Mercadante 2013), otros tres sobre el caso chileno (Garretón 2012, , Gómez Leyton 2013 y Sehnbruch y Siavelis ed. 2014) y otros tres sobre Bolivia (ERNS y SCHMALZ ed. 2012), Ecuador (Dávalos 2014) y Venezuela (Ramos, Romero y Ramírez ed., 2010). Sobre Uruguay, sólo tenemos evaluaciones del primer quinquenio (Mancebo y Narbondo ed. 2010) y otras muchas parciales o sectoriales, pero todavía está por hacerse la evaluación decenal.

Antes, por cierto, me había tomado el trabajo de revisar algunos de los balances de todas estas experiencias, enmarcadas en los procesos globales correspondientes, organizados -en general- con la referencia de la caída del socialismo real, 20 a 25 años después, según los casos, incluyendo la compilación de Roberto Regalado (2012), mezclada con la caracterización de “la otra izquierda” (a propósito de la socialdemocracia) de Fernando Pedrosa (2012) y con la compilación de José Luis Coraggio y Jean Louis Laville (2014) bastante más densa y fecunda, desde todo punto de vista. Naturalmente, no dejé de lado algunos de los textos más “clásicos” (por denominarlos de algún modo) como el de Atilio Borón (2014, original de 2008) y el de Petras y Veltmeyer (2009) con visiones de “izquierda radical”, y hasta el de Castañeda y Morales (2010), más “neoliberal”, entre muchos otros (la literatura sobre estos temas es -sin duda- muy abundante).

Habría mucho para decir a propósito de estos procesos, sin duda, pero un apretado resumen debería incluir -al menos- los elementos en común que existen entre las diferentes evaluaciones disponibles, y a la vez, las valoraciones notoriamente diferentes que se realizan al respecto. Entre los “consensos”, lo más evidente es que todos los análisis reconocen los avances logrados en el terreno del crecimiento económico y sobre todo del desarrollo social, evidenciados en el descenso notorio de los niveles de pobreza y en las mejoras (más acotadas, pero reales, en la mayor parte de los casos) en la distribución del ingreso. Sin embargo, dichos consensos desaparecen cuando se llega al momento de explicar cómo se lograron tales avances: mientras que para los enfoques progresistas esto tuvo que ver centralmente con las opciones de política pública asumidas, desde los enfoques conservadores o neoliberales todo se explica -básicamente- por la favorable coyuntura económica internacional que les tocó en suerte a los gobiernos de izquierda. Del mismo modo, mientras que para los enfoques progresistas se está avanzando en la construcción de sociedades pos-neoliberales, para los enfoques conservadores todo esto no es más que simple “populismo”.

Pero los debates más relevantes se han dado, sin duda, dentro de la izquierda, espacio donde coexisten enfoques muy diversos. Así, mientras que para algunos autores “ortodoxos”, la izquierda no ha hecho otra cosa que “administrar el capitalismo” (con la excepción de Cuba y parcialmente de Venezuela) tal como lo plantean Borón y Petras (acostumbrados a otorgar -o no- “carnet” de izquierda según les parezca), para otros es preciso diferenciar claramente los países donde se está construyendo el “socialismo del siglo XXI” (Bolivia, Ecuador, Venezuela) de aquellos donde priman los enfoques más “socialdemócratas” (Brasil, Chile y Uruguay), calificando generalmente como gobiernos de izquierda, solamente a los primeros. Nunca queda muy claro, en esta dicotomía, en dónde se ubica el caso de Argentina (más “populista” o más “socialdemócrata” según se analice, priorizando los “discursos” y/o la “gestión”).

No es este el espacio para ahondar en este tipo de análisis, pero lo cierto es que dicha dicotomía refleja -en buena medida- las diferencias existentes entre países, tanto en términos de estructura económica como en relación a sus respectivos sistemas políticos e, inclusive, a sus respectivas “culturas” políticas dominantes. En cualquier caso, lo más relevante (cuando se profundiza en la búsqueda de las fuentes de tales “diferencias”) parece estar ubicado en las propias opciones estratégicas priorizadas en cada caso, más volcadas al intento (al menos discursivo) de superar el capitalismo en el primer caso y de superar (más acotadamente) el neo-liberalismo en el segundo. Y ello, a su vez, pareciera estar ligado (lógicamente) a diagnósticos diferentes en cuanto a la crisis (terminal para los primeros, más relativa para los segundos) del capitalismo como tal.

Sin duda, esta diferencia de diagnósticos y de enfoques estratégicos, no es menor ni mucho menos. Leyendo en estos días un análisis de Slavoj Zizek sobre las lecciones que deja Grecia, a propósito de si la “salida por izquierda” debería centrarse en tratar de superar el neoliberalismo o de intentar superar el capitalismo. Zizek se decanta por lo segundo, obviamente, asumiendo que no hay grandes distancias entre una cosa y la otra, mientras que Pipitone, postula enfáticamente la pertinencia y la necesidad de establecer claramente dicha diferencia, y jugar fuerte (es lo posible, pero a la vez, es muy relevante) para tratar de superar el neoliberalismo (una de las versiones del capitalismo moderno, pero no la única, obviamente) del modo en que lo están intentando -sostiene- los gobiernos socialdemócratas del Cono Sur sudamericano.

Comparto este último enfoque, pero voy más allá, diciendo que creo que es lo que están haciendo -también- Bolivia y Ecuador (y -podría agregarse- hasta Venezuela y ahora Cuba) más allá de que los “discursos” (en el mejor sentido de la palabra) vayan por otro rumbo. En realidad, creo, en estos países estamos en plena transición del “neo-liberalismo” al “neo-desarrollismo” (Aranibar y Rodríguez 2013), proceso de una gran trascendencia, por cierto, y a esto es que habría que avocarse con todas las energías, la más plena voluntad política y la mayor creatividad posible. ¿Opinable? Sin ninguna duda; yo sólo aporto mi punto de vista.

Referencias Bibliográficas

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