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Sin embargo, el hecho de que uno de los fundadores del MLN Tupamaros, actor de varias proezas guerrilleras, primero, y sujeto de gravísimas acusaciones, después, reapareciera luego de cuatro décadas, causó un pequeño terremoto a nivel de los medios que recibieron su primera epístola; tal es así que ninguno de los destinatarios supo bien qué hacer con semejante material, y aún se lo estaban pensando cuando el diario El Observador “deslizó” en su página web que sus colegas de El País —y otros medios— habían recibido una supuesta carta del misterioso Amodio Pérez. Entonces, el matutino mencionado no tuvo más remedio que apurar sus decisiones y definir qué hacer: a los pocos días publicó una brevísima reseña de la carta y relató todo lo que hicieron desde que recibieron semejante documento. El periódico “La Diaria”, por su parte, explicó su posición sin reproducir una sola palabra de la carta. El diario “La República” y el semanario “Brecha” hicieron algo similar y se escudaron en criterios morales y en el hecho de que no estaban seguros de su procedencia.
Dos de estos medios de comunicación me consultaron sobre la veracidad de aquella carta; luego de leerla les comuniqué que no tenía la menor duda de su procedencia: era del “Negro” Héctor Amodio Pérez.
Con el correr de los días recibí innumerables llamadas de canales de televisión, de radios y de diarios para que les diera testimonio sobre el hasta entonces “mítico personaje” que había decidido romper 40 años de silencio, de ausencia, de rumores y de especulaciones.
“El Negro” siguió enviando cartas con remitente falso y, entre ellas, una fue dirigida a mí. Confieso que entonces todo el peso del pasado con sus dramas y sus capítulos dolorosos se presentaron con una fuerza inaudita. Pero, aún así, en esos días creía que era posible rescatar todas las voces representativas de aquellos acontecimientos duros y crispados, por eso escribí aquí mismo: “Quienes fuimos protagonistas de las luchas sociales y políticas, de la guerra de guerrilla e, incluso, quienes fueron miembros de la represión, aún estamos a tiempo de dar testimonio de los acontecimientos que marcaron a fuego una parte de la historia nacional. (…) La condición necesaria para que una voz narrativa sea útil al presente, es que esté desprovista de prejuicios y se sitúe por encima de odios y de resentimientos que solo empañan la visión de los hechos. Parece tarea imposible, pero sin esa condición, no hay objetivización de los procesos políticos y, de negarla, o de no tenerla en cuenta, el pasado solo tomará la forma de una colección de anécdotas.”
Al otro día de la publicación en 180 recibí una llamada del periodista Gabriel Pereira (ex compañero del semanario Las Bases y de la revista Búsqueda) quien me hizo una nota para El Observador. Luego, con mucha perspicacia periodística, desde el portal del diario, lanzó a la red las preguntas que muchos hubiesen querido hacer al hasta entonces desaparecido Amodio Pérez. Y esa fue, al fin y al cabo, la puerta que logró golpear con acierto Gabriel. Las consecuencias ya son por todos conocidas: encuentro en Madrid con Amodio, muchas horas de reportaje que fueron resumidas en una separata especial en el diario El Observador y en su programa En la mira, que emite VTV.
Con aquella reaparición periodísticamente oportuna y muy bien realizada, “el Negro” comienza a destruir su propio mito, al menos el mito de quien negoció su libertad para convertirse en un fantasma, o en el agente de la CIA que había estado en el atentado del comandante Edén Pastora, en Costa Rica, o en quien había estado vinculado al Mossad desde la misteriosa muerte de Hebert Cukurs en Shangrilá, o en quien se habría hecho tantas cirugías estéticas que ya nadie podría reconocerlo.
Nada más lejos de la realidad: el hombre que todos vimos en las pantallas de VTV era el mismo que dejé de ver en mayo de 1972 pero envejecido. Nada nos contó de su autoexilio porque solo estaba interesado en negar todas las acusaciones sobre su traición. Quiso minimizar su “colaboración” a toda costa restándole importancia y asegurando que solo ordenó papeles y que ya estaba todo cantado cuando él fue capturado; dio explicaciones inverosímiles sobre la captura de Julio Marenales en la cual él estaba presente y sobre otros episodios que lo acusan rotundamente. Para los lectores y televidentes jóvenes de aquellos días todo esto debe de haber sido muy farragoso. De hecho, pasó el tiempo y nadie más habló de Amodio.
Sin embargo, reapareció en las páginas del Observador cuando el 44 aniversario del copamiento de Pando (octubre de 1969-2013). Más tarde, a comienzo de junio pasado, mandó una carta al mismo medio con el fin de pedir que no lo compararan con Huidobro. Según su versión él fue la víctima y todos los demás, el Ñato, el Bebe Sendic y otros compañeros, son los culpables de la derrota y fueron los verdaderos traidores. Además, acusa a diestra y siniestra a Wilson Ferreira Aldunate, al coronel Ramón Trabal, a Federico Fasano, a Adolfo Wasen, al general Esteban Cristi, quienes, de una u otra manera, conspiraron y, en suma, fueron peores que él.
Ahora acaba de llegar a Montevideo para presentar “Palabras de Amodio”, de Jorge Marius. El diario El País asegura en su edición de este viernes 7 de agosto que “el Negro” pidió que Mauricio Rosencof, Eleuterio Fernández Huidobro, Julio Marenales, José Mujica, Jorge Zabalza, Efraín Martínez Platero y quien esto escribe, asistiéramos a la conferencia de prensa que dio en la tarde de este viernes en el Hotel Sheraton, porque, según él, estuvimos involucrados, en mayor o menor grado, en la historia oficial del MLN. “Allí tendrán una oportunidad única para rebatirme y demostrar que la verdad está de su parte", dicen que dijo.
Pues bien, es evidente que una conferencia de prensa no es una ocasión para rebatir nada, como mucho es un instrumento de prensa para difundir una noticia y, según las reglas de juego, responder preguntas de profesionales del periodismo, no de gente ajena al rubro. Por otra parte, como no cumple con el requisito que mencioné al comienzo —la condición necesaria para que una voz narrativa sea útil al presente, es que esté desprovista de prejuicios y se sitúe por encima de odios y de resentimientos que solo empañan la visión de los hechos—, de poco vale confrontar versiones, más aun, cuando su “verdad” está plagada de mentiras mechadas con medias verdades y con hechos ciertos.
En poco tiempo todo esto serán papeles viejos, otro libro más en los anaqueles y un enlace perdido en los buscadores de la red. Y lo lamento por los historiadores del futuro pues se la verán en figurillas cuando quieran abordar estos temas dado que la nueva narración de la historia reciente hecha por Amodio les dará más trabajo que todas las versiones anteriores porque, en definitiva, está deformada por el cristal de quien busca salvarse de un juicio que ya fue laudado hace más de cuatro décadas.
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