La victoria de Netanyahu fue sorpresiva, ya que todas las encuestas daban ganador al Laborismo. Pero el halcón de la política israelí recogió los frutos de una campaña agresiva basada en el miedo y el odio, focalizándose en dos sectores de la población: los ciudadanos árabes y la izquierda.
Días antes de la elección, Bibi dijo que existía un “peligro real” de que la izquierda tomara el poder, y reclamó que se crearon ONGs ad hoc, financiadas desde el exterior con este fin. Y el mismo día de la elección dijo: “el régimen derechista está en peligro, los árabes están yendo a votar en masa”. Los árabes israelíes son ciudadanos con plenos derechos (al menos en lo formal), pero esta problemática frase le permitió tomar el impulso final para ganar la contienda. La diferencia que sacó de su rival fue importante: 30 escaños parlamentarios contra 24.
En uno de sus giros hacia la derecha durante la campaña electoral, Bibi prometió lo que ha venido haciendo los últimos años: “Durante mi mandato no se creará un Estado palestino”. La intención de Netanyahu era “robarle” votos a la derecha radical para hacerse con la mayor parte de poder posible. Pero su frase simboliza algo mucho más profundo que una urgente necesidad electoral. Al día siguiente de las elecciones, se desdijo y se manifestó a favor de la solución de los dos Estados, pero sus hechos de los últimos seis años, y no sus palabras, vienen reflejando su postura real: el mantenimiento del status quo y la profundización de la ocupación.
Desde hace una década y media las relaciones entre israelíes y palestinos han empeorado. Hubo una regresión importante respecto a los acuerdos de paz de Oslo, mientras en paralelo continúa el proceso de ocupación de tierras palestinas por parte de Israel. De acuerdo a los analistas geopolíticos, el crecimiento de las colonias israelíes en Palestina está planificado de forma tal que, de no haber cambios, en algún punto será física y demográficamente imposible la creación de un Estado vecino. El último martes Netanyahu recibió de su electorado un cheque en blanco para profundizar y acelerar este proceso.
Esto implica que el paradigma de “dos Estados para dos pueblos”, que tuvo su auge a mediados de los noventa, está casi muerto si no del todo, e Israel se encamina a pasos ahora más grandes a la consolidación de un único Estado entre el Mediterráneo y el Río Jordán, con ciudadanos de primera (israelíes) y ciudadanos de segunda (palestinos).
Adrián Singer, es uruguayo, vive en Israel y es corresponsal de No toquen nada y 180.
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