La protesta del anciano Giovanni Dal Molin ante el Consulado Italiano del Uruguay, al que le exige que le pague un pasaje a Italia para “pasar sus últimos años en su tierra”, tuvo sus ecos en Brasil: Ghigghia, autor del gol que los brasileros nunca se van a poder sacar de encima (como él no se puede sacar de encima a Atilio Garrido, se ve que lo del karma no es joda), no fue invitado por la FIFA al partido inaugural y decidió protestar atándose a la puerta del Consulado Italiano de San Pablo.
Cuando el guardia de seguridad llegó para abrir el portón del Consulado se encontró a Ghiggia sentado en una silla playera, con una mantita en las piernas y una cuerda que lo ataba al portón. Al lado estaba su joven esposa y su viejo acosador, Atilio Garrido.
La protesta fue breve pero efectiva: Ghiggia tomó tres mates, le vinieron ganas de ir al baño, se desató y fue al baño del consulado; después se quedó hablando con los funcionarios mientras la noticia se disparaba en las redes sociales y a los pocos minutos un representante de la FIFA se comunicó con el sobreviviente de Maracaná y le confirmó que iba a tener acreditación para la inauguración, que esperara ahí que Pelé lo levantaba en la camioneta de Santander.
¿Por qué Ghiggia eligió el Consulado Italiano para hacer la protesta? Alguno puede pensar que se debe a que es el único país donde pronuncian bien su apellido (pronúnciese Chdyshityzshia). Sin embargo Don Giovanni tiene otra teoría.
Ignacio Magnabosco, sociólogo e integrante del equipo mulitidisciplinario que diseña las promociones de UltraWash y el programa de Tabaré Vázquez “One Tablet per Old Man” (que viene a ser lo mismo pero sin los productos de limpieza), cree que este tipo de protestas no son hechos aislados y se pueden convertir en una nueva forma de reivindicación : “Es un movimiento a la vez contemporáneo y atemporal, que revela la profunda soledad en la que está inmerso el individuo frente a la sociedad.” Intimado por el periodista de 180darwin a decir algo que tuviera sentido, Magnabosco fue más directo: “La protesta de Don Giovanni es la variación contemporánea y extrema de la amenaza clásica del viejo: ´Para vivir así mejor me muero de una buena vez´. Don Giovanni toma ese enunciado y lo radicaliza: o me pagan el pasaje para morirme en Italia o me les muero acá en la puerta, trancándole la entrada a los representantes que viene a sacarle el pasaporte a sus jugadores y sus prostitutas y a Aldo Lamorte, que viene a tratar de sacar algún votito más.
A su vez la otra pata de este muñeco (Ignacio Magnabosco también tiene una fábrica de maniquíes y utiliza uno para su ejemplo sociológico) está del otro lado del mapa etáreo: los jóvenes con las redes sociales se involucran con los ideales del anciano y lo hacen ser parte de la agenda.
Estamos hablando de un movimiento que une la terquedad del viejo con las ganas de abrazarse a una causa del joven desde la comodidad de las redes sociales, un verdadero monstruo de dos cabezas” finalizó Magnabosco, señalando a un maniquí defectuoso.