A la hora de explicar la violencia, la mayoría prefiere decir que los problemas los generan solo los hinchas de la barra brava. Sin embargo, lo que pasó el domingo a la salida del partido entre Liverpool y Peñarol, es una muestra de que no siempre es así.
El vicepresidente del club, Edgar Welker, se agarró a trompadas con un hincha a la salida del palco oficial. Según confirmó a 180 un testigo del hecho, el hincha le dijo “ustedes se la están llevando toda, hijo de puta”. Welker, que estaba con sus hijos, intercambió algunos golpes con el agresor hasta que los separaron.
La escena revela lo que es Peñarol hoy. Una institución sumida en un caos. Con un plantel carísimo para el medio, con formativas que no se destacan en sus categorías, jugadas a la capacidad de Víctor Púa pero sin un sostén dirigencial y con un pasivo millonario.
Hace más de un mes, 180 informó que a varios jugadores no se les renovará contrato. Eso está resuelto. Pablo Cavallero, Richard Núñez y Fernando Correa deberán buscarse club al finalizar la liguilla. No son los únicos porque también se manejan nombres pesados como Carlos Bueno y José María Franco a quienes se les agradecería los servicios prestados pero no seguirían en el equipo.
Otro contrato que será discutido una vez que termine la temporada, es el de Julio Ribas. El técnico es resistido fuertemente por los hinchas y hay directivos que no están dispuestos a pagar el precio de mantenerlo. Al único que ni se le pasa por la cabeza la idea de cesarlo, es al presidente Juan Pedro Damiani, quien le tiene mucha fe al DT. Pero más de un dirigente del oficialismo puede levantar la mano en contra de su continuidad a la hora de una votación.
El tema de los juveniles es complicado. El complejo presentado por el presidente de la institución antes de las elecciones está en pésimo estado y un informe del diario El Observador mostró el abandono de las canchas y las necesidades que padecen las formativas. Los juveniles no tienen ropa para entrenar ni agua para tomar después de las prácticas. En ese marco, Púa debe sacar jugadores para que lleguen al plantel principal.
La hinchada despidió al equipo con silbidos el domingo. Cuando la derrota estaba consumada se acordaron de la directiva. “El manya va a salir campeón, el día que se vayan todos los hijos de puta de la comisión” cantaron. El pedido es inadecuado porque, más allá de simpatías, los directivos fueron elegidos por los socios. Esa es una realidad tan clara como que el pasivo de Peñarol crece a pasos agigantados. El club tiene hoy deudas por más de 12 millones de dólares y su principal acreedor es su propio presidente.
Este es el triste presente de uno de los clubes más gloriosos del mundo que vive uno de los peores momentos de su historia.