La situación se podría resumir así: algunos dirigentes políticos uruguayos le tienen miedo a internet. Utilizan el Twitter hasta excesivamente, movilizan gente a través de Facebook, transmiten actos a todo el país en la web. Ahí confían. Pero cuando se meten los votos y las ceibalitas en el medio la orden es “bajar la innovación”.
Así lo dijo explícitamente el presidente de la Corte Electoral, José Arocena, en No toquen nada.
Desde el punto de vista racional, sería lógico que los circuitos con ceibalitas conectadas a internet transmitieran el resultado del escrutinio primario y de esa manera poder conocer el resultado de la elección más rápido. Pero según Arocena la racionalidad política no es la misma que la racionalidad en general. Entonces, hubo que volver al traslado físico de las actas de votación.
El origen del problema estuvo en las dificultades que presentó el 10% de las ceibalitas utilizadas en las elecciones internas. Algunas tuvieron problemas de hardware otras en la logística, como apagones, y otros software. Pero hubo mil que funcionaron correctamente.
En lugar de tomar la experiencia de las que funcionarios bien y trasladarla a las que dieron problemas, desde la oposición pidieron sacar las ceibalitas de la elección.
Seguramente algo tenga que ver que esas máquinas forman parte del Plan Ceibal, uno de los mayores logros del primer gobierno del Frente Amplio. Quizás se entienda que su presencia en las mesas de votación constituye una violación a la veda de propaganda proselitista que rige en los comicios nacionales.
Solo así se puede entender que en el año 2014 haya dirigentes con aspiraciones de gobierno que no confíen en la transmisión de datos a través internet.
El presidente del Directorio del Partido Nacional, el senador Luis Alberto Heber, dijo que “siempre hemos tenido garantías contando a mano” y remató: “no cambiemos lo que funcionaba bien”.
Nadie duda de las garantías que da la Corte Electoral en Uruguay para todos los partidos. Y esas garantías fueron las que llevaron al organismo a mantener las computadoras en los circuitos pero no usar su capacidad de transmisión de datos.
Atendiendo a los reclamos políticos, la Corte Electoral decidió que hubiera un acta en papel como respaldo en todas las mesas con ceibalitas. Con ese respaldo la pregunta que surgió fue por qué de todos modos no se hacía la transmisión rápida por internet. Y los argmentos racionales se terminaron.
Arocena fue explícito al reconocer una decisión que se tomaba más por criterios políticos que racionales. "Desde el punto de vista político y de imagen de psicología social de lo que se generó el 1 de junio, era necesario bajar el ritmo de innovación. Estas cosas responden más a una recomposición de imagen de la Corte que a argumentos racionales", señaló.
Más allá de entender la lógica detrás de la negociación que llevó a que la presencia de las ceibalitas en los circuitos fuera aceptada por casi todos los ministros de la Corte Electoral, solo la nacionalista Sandra Echeverry votó en contra, el tema no deja de mostrar hasta qué límite pueden llegar las susceptibilidades políticas.
El recuento de votos en los circuitos se hará a mano. Luego, se elaborará un acta ingresando los datos en las ceibalitas. Allí se imprimirá el acta y ese papel se llevará a los centros de recolección de datos, donde un funcionario volverá a digitarlos. Una locura que no hará más que extender el show de especulaciones sobre el resultado que en general se abre en las transmisiones televisivas posteriores a una elección. No será culpa de la TV sino de la demora de la Corte.
En el reciente balotaje colombiano, la digitalización de la elección permitió conocer la reelección de Manuel Santos rápidamente. En países inmensos como India o el cercano Brasil, la tecnología permite que la participación se cumpla y los datos lleguen con fluidez. En el muy democrático y pequeño Uruguay, no.
Volveremos a digitar dos veces los datos y trasladar las actas físicamente porque somos solo dos millones y “siempre lo hicimos así”. No toquen nada.
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