Miguel Ángel Dobrich

El día de la disquería

Por tercera vez, en Uruguay se festeja el Día de las Disquerías. Un evento en el que hay descuentos del 30% sobre los CD, vinilos y DVD. ¿Tiene sentido una jornada de este tipo?

Actualizado: 11 de noviembre de 2013 —  Por: Miguel Ángel Dobrich

¿Quién compra discos? ¿Quién sigue escuchando música en formato material? ¿No es esta una reacción tardía de una industria en crisis? Estas preguntas –y muchas más- pueden brotar el 14 de noviembre, fecha en la que se festeja por tercera vez el día de las disquerías en Uruguay.

REW. En 2011 la música digital superó la venta de la música en soporte físico, palpable. ¿Qué provocó esto? Entre múltiples observaciones obvias, que se insista en la inminente muerte del CD -algo que se repite desde los ‘90-.

Obviando datos y predicciones, Adele continua vendiendo -con violencia- en CD el álbum 21 mientras la Industria reedita álbumes con contenidos extra y con DVDs a precios gorditos.

Como se puede leer en el último informe de la IFPI (la Federación Internacional de la Industria Discográfica), el 2012 fue el primer año de crecimiento económico de la Industria Discográfica –algo que no pasaba desde 1999-.

PLAY. En la actualidad, los canales digitales representan el 35% de los ingresos mundiales de los sellos.

Sé que los números pueden ser agotadores. Pero estamos ante, por los menos, tres fenómenos:

I. El cambio de hábito de los consumidores de música.

II. El discurso llorón de una industria “en crisis”.

III. Y, claramente, estamos ante el discurso pizarrero de una industria que no se “durmió” como otras industrias creativas (por ellas entiéndase: cine, TV y la industria editorial).

La música en formato digital está segmentada en dos modelos de consumo: el de posesión y el de acceso.

La IFPI afirma que los servicios por suscripción “se expandieron y formaron alianzas con nuevos socios con miras a alcanzar mayores audiencias” -algo que pudo haber notado cualquier usuario de Facebook-.

Por su parte, las tecnologías basadas en la “nube” han comenzado a reestructurar la manera en que los escuchas administran y almacenan su música. Y, como es de público conocimiento, hay más oportunidades para la Industria encadenadas a la demanda de teléfonos inteligentes y de tabletas. Si a esos aparatos se les suma el wi-fi, damas y caballeros, se está ante un mercado interesantísimo de potenciales consumidores de servicios de descarga y de suscripción.

De hecho, las tiendas de descargas constituyen el grueso de los ingresos del rubro digital. Pero los servicios de streaming desde la “nube” tientan a base de ofertas. En 2011, Apple lanzó iTunes Match, un servicio que permite acceder a una biblioteca musical desde diversos dispositivos por una tarifa anual de 25 dólares. Y ese mismo año, Google salió al mercado con Google Music, un servicio para la plataforma Android, en donde los usuarios pueden adquirir canciones sueltas o álbumes completos que, tras ser ingresados a la nube, pueden ser reproducidos en streaming en múltiples dispositivos.

PAUSA. La industria discográfica tiene múltiples plataformas de negocio. ¿Qué pierde y qué gana el escucha ante todo esto? En teoría, de modo legal, se puede acceder a casi cualquier álbum o canción. ¿Se está ante la fantasía perfecta del melómano o ante una trampa? Digo lo mismo de siempre: la comercialización de canciones individuales descontextualiza las obras; atenta contra el potencial trabajo conceptual de un artista. Como la piratería, la venta de temas “desarraigados” o de álbumes a precios irrisorios promueve una nueva forma de bulimia: se estimula la acumulación, no la escucha. Aunque la venta de “singles” no es novedosa. Así que la cosa no es tan grave: estamos ante una versión disléxica de algo que ya pasó.

PLAY. Ante las faltas de disquerías, el proto-melómano se pierde el placer de revisar: de tocar, explorar y descubrir álbumes. Además, la música que no está en formato físico desestimula la escucha colectiva -y el diálogo posterior-. En lo personal, me parece excelente que conviva la música impalpable con la música en formatos palpables.

Hoy la música en soporte material representa el 57% de las ganancias del mercado. Y, en mercados como el estadounidense, sorprendentemente, crece la venta de vinilos. Según Soundscan, en los primeros seis meses de 2013, en EE.UU. las ventas de CD cayeron un 14.2% y las ventas de álbumes en vinilo crecieron un 33.5%. Tal vez uno de los responsables de ese fenómeno sea Jack White.

Tras el final de los White Stripes, Jack White lanzó Third Man Records (http://thirdmanrecords.com/), una casa de venta de discos que parte de la siguiente premisa: "En Third Man Records estamos trabajando constantemente en nuevas formas de observar el arte y la producción de vinilo. Siempre es importante para nosotros mostrar que los discos y el vinilo no tienen por qué estar estrictamente vinculados con lo retro o el entusiasmo vintage y que, de hecho, es un producto moderno y viable. Nos esforzamos por hacer nuestra producción de vinilos con el más alto standard de packaging y presentación. Una buena manera de evangelizar la palabra del vinilo es demostrarle a la gente que siempre hay nuevas formas de presentar e innovar con los LP".

El ex White Stripes abrió las puertas de esta disquería/sello discográfico en las calles de Nashville, en 2009, poco después de que White se mudara a la ciudad.

El edificio de Third Man Records tiene un estudio de grabación, un estudio fotográfico, un escenario en donde realizan conciertos y una sala de producción. No venden sólo música, son un templo de la música que busca tentar y enamorar a consecuencia de los productos que ofrecen -Third Man Records se jacta de ser el único lugar del mundo que tiene la tecnología para grabar álbumes en vivo en vinilo-.

Allí han editado discos de The White Stripes, The Raconteurs, Black Lips, Cheap Time, Beck, Alabama Shakes, Wanda Jackson, Tom Jones y Jerry Lee Lewis, entre muchos, muchos artistas (por aquí encuentran el catálogo: www.thirdmanrecords.com/catalog.html).

Un último detalle alucinante: Third Man Records tiene una disquería ambulante, una hermosa camioneta amarilla saturada de discos. Allí ofrecen singles que brillan en la oscuridad, vinilos tricolores y discos con perfume a durazno, por citar algunos de los ejemplares más llamativos.

STOP. Podemos el éxtasis y retornemos a lo que nos concierne. ¿Tiene sentido festejar el día de las disquerías? Retruco: ¿p or qué no habría de tenerlo? La clave está en que la disquerías que celebren estén vivas –todo el año- y que no se asemejen a un museo o a una casa de venta de electrodomésticos. ¿Qué pretendo de una tienda de música? Que venda música, sin importar el formato, que eduque, que enamore al cliente/escucha casual.

Festejemos el día de las disquerías con buenas casas de venta de música material y virtual.

¿Hay algún demente por allí que quiera fundirse conmigo?



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