El libro cuenta cómo los ingleses inventaron el ferrocarril, cómo llegó a Uruguay y cómo a partir de allí comenzó la historia de uno de los clubes más gloriosos del mundo.
Este es un adelanto del libro de Haberkorn.
“El ferrocarril fue el gran invento de los ingleses. Ellos se encargaron de llevarlo a todos los rincones del mundo. Y lo hicieron junto a su otro gran invento: el fútbol.
La llegada del tren a Uruguay provocó la misma desconfianza que antes había provocado en Inglaterra. Incluso el gobierno recibió un informe que decía que el humo de las locomotoras mataría a las aves, sus chispazos incendiarían las cosechas y sus pasajeros morirían asfixiados porque la velocidad del ferrocarril les impediría respirar.
Pero tras varios intentos frustrados, finalmente los trenes comenzaron a recorrer el país en 1869. La primera compañía fue de dueños uruguayos, pero en 1878 fue vendida a empresarios ingleses, que tenían más experiencia y dinero como para llevar adelante la compleja tarea de instalar y expandir un servicio ferroviario.
Al principio, los ingleses instalaron los talleres de su empresa en el barrio Bella Vista. Pero luego se mudaron a un paraje rural, vecino a Montevideo, conocido como Peñarol. Corría el año 1891.
El nombre de esa zona, que por entonces estaba poblada de chacras y quintas dedicadas a producir frutas y verduras, venía de un siglo atrás.
En 1751, un piamontés llamado Juan Bautista Crosa había abandonado su pequeña ciudad natal de Pinerolo, en territorio de la actual Italia, y se había embarcado rumbo a América. Al llegar a la Banda Oriental, había puesto una pulpería en un camino rural en las afueras de Montevideo.
En aquella época era frecuente que el lugar de origen de una persona se incorporara a su nombre. Por eso a Crosa lo comenzaron a llamar Crosa Pinerolo. Y con el uso, el nuevo apellido se fue adaptando al idioma castellano, hasta pasar a ser Crosa Peñarol.
La gente del lugar pronto comenzó a llamarlo simplemente Peñarol. Y se ve que su pulpería era muy buena, porque al tiempo todo aquel paraje pasó a ser conocido con ese nombre. Aquella zona rural vecina a Montevideo fue bautizada para siempre como Peñarol.
Ahí fue donde los ingleses instalaron la compañía del ferrocarril en 1891, con el muy británico nombre de The Central Uruguay Railway Company of Montevideo Limited. La habían elegido porque allí había mucho espacio y, como se imaginarán, los trenes necesitan de grandes talleres donde poder construir y reparar locomotoras, salones y vagones. Y como tanto espacio había, la compañía también decidió construir allí un barrio entero para que los obreros vivieran al lado del taller y no tuvieran que viajar todos los días desde Montevideo.
Hicieron calles, casas, grandes residencias para los jefes y, con el correr de los meses, un cine y un club social donde se enseñaban oficios, se hacían bailes y conferencias y donde funcionaba una escuela para los hijos de los obreros (luego se construyó un edificio propio para la escuela).
Pero los ingleses amaban el deporte. Por eso, apenas cinco meses después de haberse instalado en Peñarol, fundaron un club en el cual poder jugar al cricket y al fútbol, sus pasatiempos preferidos. Fue el 28 de setiembre de 1891 y lo llamaron Central Uruguayan Railway Cricket Club.
La primera directiva se formó con las jerarquías de la compañía, que firmaron el acta de fundación junto con un grupo de empleados. En total, 118 personas –72 ingleses, 45 uruguayos y un alemán– participaron de ese momento mágico sin imaginar la maravillosa historia que estaban iniciando.
O quizás sí, porque uno de ellos estampó en el recién inaugurado libro de actas una cita bíblica que hasta hoy guía el destino del club como una estrella: «Serás eterno como el tiempo y florecerás en cada primavera».
El club había sido pensado apenas como un espacio para que los directivos y empleados del ferrocarril pudieran practicar un deporte, pero pronto comenzó a superar esas modestas expectativas.
La barriada que se había formado alrededor de los talleres del ferrocarril reunía a 3.000 personas, y se había convertido en una de las mayores concentraciones obreras del país. Además, a los uruguayos les encantaba el fútbol, ese deporte que habían traído los ingleses.
En 1900, el CURCC y los clubes Albion, Uruguay Athletic y Deutscher fundaron la primera liga de fútbol del Uruguay, bautizada con un rimbombante nombre en inglés: The Uruguayan Association Football League.
El primer campeonato se disputó ese mismo año, todos contra todos, en dos ruedas. Fue una conquista notable del CURCC, anticipo de los tiempos de gloria que vendrían. El equipo ferrocarrilero ganó sus seis partidos. Hizo 36 goles y recibió apenas 2 (ambos del Albion, que obtuvo el segundo puesto).
Ese año, el CURCC, al que nadie llamaba así, sino lisa y llanamente Peñarol, jugó un partido amistoso contra un nuevo club llamado Nacional, el que pronto se transformaría en su rival más encumbrado. Fue el primer clásico y lo ganó el equipo de Peñarol 2 a 0.
El CURCC volvió a ser el campeón en 1901, en un torneo en el que se disputó el primer clásico oficial. Fue el 28 de abril de 1901, y lo ganó el equipo de Peñarol 1 a 0.
En aquellos años, los futbolistas eran fuertes y robustos, de físicos imponentes, rudos, fieros y algo lentos en sus movimientos. El fútbol era una contienda de fuerza y virilidad, abundaban los pechazos y los choques violentos con los rivales.
Fiel ejemplo de aquellos primeros fuertes gladiadores aurinegros fue Fred Jackson, delantero y capitán de los equipos campeones de 1900 y 1901, considerado un héroe por la afición ya que nunca había logrado ser derribado al suelo por ningún adversario.
Los jugadores eran amateurs. Y los del CURCC, todos empleados de la empresa del ferrocarril. En 1905, Peñarol logró otra hazaña: se consagró campeón de la Liga Uruguaya, invicto y sin goles en contra”.