Pues bien, hecha esta breve introducción, y luego de asimilar un texto que solo está destinado a mí, no puedo hacer otra cosa que dirigirme a quien conocí fugazmente el 19 de mayo de 1972 y quien, pocos días más tarde, fuera capturado en el local al cual yo lo había llevado junto con otro compañero.
Han pasado 41 años desde entonces. Es mucho, muchísimo tiempo. Somos sobrevivientes de una época que, afortunadamente, no creo se vuelva a repetir o, al menos, eso espero. De todas maneras, resulta evidente que aquellos tiempos aún despiertan la curiosidad de muchos ciudadanos. Por algo es que casi todos los libros publicados en los últimos años que refieren al pasado reciente tienen una demanda potente, mueven el interés de vastos sectores y causan, a veces, algunas repercusiones enriquecedoras.
Quienes fuimos protagonistas de las luchas sociales y políticas, de la guerra de guerrilla e, incluso, quienes fueron miembros de la represión, aún estamos a tiempo de dar testimonio de los acontecimientos que marcaron a fuego una parte de la historia nacional. No obstante eso, la condición necesaria para que una voz narrativa sea útil al presente, es que esté desprovista de prejuicios y se sitúe por encima de odios y de resentimientos que solo empañan la visión de los hechos. Parece tarea imposible, pero sin esa condición, no hay objetivización de los procesos políticos y, de negarla, o de no tenerla en cuenta, el pasado solo tomará la forma de una colección de anécdotas.
Ahora bien, leyendo con atención los contenidos de las dos cartas dirigidas a los medios, uno adivina cuál es la intención de fondo; sin embargo, no has logrado despertar la curiosidad de tus interlocutores. Tal vez influyó el hecho de que las mismas son demasiado personales y, por lo general, hacen referencias a hechos que la mayoría de los compatriotas desconoce. En consecuencia, para un periódico, más acá de que no pudieron confirmar 100% la autoría de tus cartas, el contenido los obliga a una elaboración adicional que supone un arduo trabajo, puesto que de no hacerlo, la mayoría de sus lectores quedaría en babia.
No soy periodista, pero trabajando tantos años al lado de ellos, creo que tu reaparición, luego de 40 años en silencio, fue el carozo de la noticia. Lo demás solo debe haber causado cierta perplejidad y algo de frustración por no tener la posibilidad de confirmación, primero, y de desarrollo, después.
La carta dirigida a mí que te motivó el reportaje que me hicieron el 12 de abril pasado en el programa radial “Segunda Pelota”, de Océano FM, es válida y aclaratoria. Pero, resulta evidente que, como las anteriores, termina dándose contra la imposibilidad de un intercambio o de una conversación.
Dicho con otras palabras, perseguís un objetivo por un camino equivocado. Al menos, esa es la impresión que me ha dejado esta sucesión de cartas que parecen transitar por una calle flechada y sin salida.
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