Uruguay tiene una rica pero antigua historia en el water polo. Compitió y fue campeón sudamericano cinco veces, la última en 1949, y disputó dos juegos olímpicos, Berlín 36 y Londres 48. Sin embargo en las décadas del 60 y del 70 se dejó de jugar porque, entre otros motivos, casi no había piscinas cerradas.
A comienzos del 80 el deporte se volvió a practicar en el país. Y allí comenzó otra historia para contar.
Hace 32 años que en Biguá hay water polo. Y 30 que es el campeón. El hecho, que no tiene precedentes en la historia del deporte nacional, está marcado por la continuidad al frente del equipo de Remersaro y por tres generaciones de jugadores que dominaron a nivel nacional.
Remersaro contó que todo empezó por “la ilusión de jugar” y que luego las metas fueron “mejorar y aprender” por lo que se levantó la mira. “Eso incluyó jugar internacionalmente con equipos que nos iban a ganar, nunca al revés. Entonces cuando quisimos acordar se armó un grupo”, dijo el técnico a 180.
En estos 30 años los calendarios se armaron de distintas maneras y el campeonato se jugó de muchas formas. Pero el campeón fue siempre el mismo. Si bien son cinco o seis equipos los que juegan, Remersaro explicó que eso pasa en la mayoría de los deportes menores. “A veces me dicen ‘ustedes ganan porque son pocos’ pero en realidad uno saca los deportes de mayor notoriedad y en los otros no son más de cinco o seis los que compiten”, señaló.
El entrenador destaca que en estas tres décadas de Biguá campeón hubo tres “equipos base” que permitieron los logros. “No es que jugó 10 años cada equipo pero la base la conformaba un equipo y se iba armando una generación nueva para el recambio”, contó.
A pesar de la histórica marca, Remersaro reconoció que si bien “al principio sí importaba y se disfrutaba ser campeón” llegó un momento que la sensación se modificó. “Me dolía porque bajaba el nivel, porque a los demás clubes, en vez de estimularlos para mejorar y tratar de superarse, les ganó una impotencia de que contra Biguá no se puede”. Por esto en algunos años Biguá dividió sus equipos en dos o tres para buscar mayor competitividad en los torneos.
Todos los jugadores son amateurs por lo que el único horario para entrenar es el nocturno. El técnico comentó que es “dificilísimo” hacer que todos entrenen de noche y que cada vez se complica más. “Ahora hay millones de estímulos que antes no había. Pero el propio deporte y la competencia tienen que ser un estímulo. Eso ayuda a que el jugador quiera entrenar. Y si hay un buen grupo atrás también está el hecho de encontrarte con los amigos”, señaló.
Remersaro destacó el “apoyo que Biguá siempre mantuvo” para el water polo y lo calificó como “mayor al resto” de los equipos aún en los momentos de más dificultades del club. “Ahora Biguá compró arcos en el exterior por primera vez. Tenemos tableros, relojes y pelotas en buen estado. Biguá siempre nos apoyó de una manera tácita hasta cuando no había dinero”, dijo.
Los éxitos obtenidos por el club de Villa Biarritz también generaron que selecciones enteras estuvieran conformadas por jugadores de Biguá.
Esta situación no se dará en oportunidad del sudamericano de marzo que se disputará en Belem. “Seguramente sea una de las selecciones con menos jugadores de Biguá pero es inevitable que al menos la mitad sean del club”, dijo Remersaro, que también dirige a la selección. “La idea es hacer un recambio generacional e ir formando un equipo para que la brecha con el resto de las selecciones sea menor”, agregó.
Para ese torneo es probable que el equipo tenga que costearse el pasaje y la estadía. “No me quejo pero es una realidad que conspira”, comentó Remersaro. Por este motivo el water polo uruguayo no compite en sudamericanos desde 2004, aunque en este lapso concurrió a torneos internacionales en Kuwait.
“En todo hay que ser realista y eso no quiere decir que uno vaya derrotado. Hay cuatro o cinco equipos que están 15 o 20 goles arriba nuestro. Pero si uno no va a un sudamericano ¿a dónde va? No rompe nunca el círculo vicioso que nos permite entrar en el círculo virtuoso”.