Este es el segundo libro que Amado dedica a la masonería en Uruguay. Ambos, En penumbras: la masonería uruguaya (1973 – 2008) y Masonería Uruguaya: el fin de la discreción, están centrados en el papel de la masonería en momentos clave de la historia nacional reciente, así como también de la historia de la masonería. En este último, el autor describe el crecimiento que vivió la masonería entre 2005 y 2011, período en el que la hermandad aumentó en casi un 100%.
El primer capítulo del libro, “La masonería uruguaya crece”, comienza diciendo: “Desde 2005 la masonería uruguaya experimenta un boom de adeptos, tanto por la multiplicación del número de logias y de hermanos como de solicitudes de ingresos a la institución. Entre 2005 y 2011 se crearon 21 nuevas logias, con lo que alcanzaron las 92 en todo el país. La cantidad de masones creció casi 100% solo en este período, al pasar de 3.100 integrantes a aproximadamente 6.000 en la actualidad. Un número revelador si se tiene en cuenta que para ser diputado basta con recoger 10 mil voluntades (según el departamento), o que un club de fútbol promedio envidiaría esa cantidad de socios.”
“Esta avalancha de ingresos representa para algunos hermanos una realidad positiva: señalan que es «una señal de fortaleza y vitalidad» o que «es una muestra de la vigencia de la institución y del interés que sigue despertando en la sociedad en un momento de crisis de confianza en las instituciones tradicionales». Otros, si bien no catalogan la situación como «negativa», se preguntan por la «madera» de quienes ingresan a la institución y advierten de las posibles consecuencias de esta suerte de «moda masónica».”
En el segundo capítulo, Amado hace un recorrido por la evolución de la masonería en las últimas décadas, hasta llegar al artículo “Tabaré Vázquez puso la masonería de moda”, en el que recuerda el momento en el que se hizo pública la pertenencia del expresidente Vázquez a la logia, cuando apenas había asumido el mandato.
“Tras 68 años, el 1o de marzo de 2005, la Gran Logia de la Masonería del Uruguay vio asumir nuevamente la Presidencia de la República a uno de sus iniciados. Tabaré Vázquez, oncólogo de profesión, se transformaba en el primer presidente de izquierda en la historia uruguaya.
La primicia fue aportada en diciembre de 2004 por los periodistas Edison Lanza y Ernesto Tulbovitz en el capítulo final de su libro Tabaré Vázquez. Misterios de un liderazgo que cambió la historia. Bajo el título, «El enigma final: Tabaré Vázquez y la masonería», y luego de hacer referencia al secretismo con que se manejaba la hermandad, Lanza y Tulbovitz afirmaban: «Podrá comprenderse entonces que dar a conocer la noticia de que Tabaré Vázquez Rosas, el próximo presidente de todos los uruguayos, pertenece a la masonería no fue una tarea fácil. Pero así es».
La noticia corrió como reguero de pólvora, se habían mezclado dos aspectos que eran explosivos: el recién electo presidente de la Re- pública y el siempre misterioso mundo masónico. La frase «¿Viste que Tabaré es masón?» se apoderó del mundo profano de las oficinas, ruedas de mate y tertulias radiales. En tanto, dentro de la Gran Logia de la masonería los comentarios eran: «¿Tabaré es hermano?», «¿En qué logia se inició?», «¿Cuándo asiste?».
Vázquez fue iniciado en la Gran Logia de la Masonería del Uruguay en 1987 en la logia General Artigas n.o 99. Llegó al grado de maestro masón y no tuvo interés en seguir los grados del escocismo.”
Más adelante, Amado señala: “Vázquez nunca desmintió su pertenencia a la Orden, lo que fue tomado en general como una clara señal a favor.
Distintos masones consultados acerca del «efecto Tabaré Vázquez» coinciden en que la filtración a la opinión pública de la condición de hermano masón del ex presidente fue clave para el posicionamiento de la hermandad en la primera plana. «Vázquez le dio a la masonería un empujón bárbaro sin hacer absolutamente nada. Pasamos de ser los malos de la película a ser los hermanos de Tabaré», sentenció un grado 33 de la Gran Logia de la Masonería del Uruguay”.
El diputado dedica toda una sección del libro al papel que ocupa la masonería en la justicia. En el capítulo 9, “La masonería en la justicia”, Amado sostiene que la presencia masónica en el Poder Judicial no es solo un dato histórico, por el contrario, mantiene su vigor en la actualidad. El ex juez Federico Álvarez Petraglia fue claro al respecto en una entrevista publicada en el semanario Búsqueda en noviembre de 2010:
—En conversaciones informales con colegas usted ha hablado del peso de la masonería en la interna judicial...
—Es un secreto a voces. Muchos de mis ex colegas son masones, extremo que por supuesto no cuestiono, pero me consta que en algún caso tal pertenencia habría evitado consecuencias dañosas para alguna carrera.
—¿Le parece que eso influyó en su caso?
—Solo puedo decir que no soy masón ni lo seré. Cualquier conclusión al respecto queda a cargo de los lectores.
En otro párrafo, Amado plantea la pregunta sobre por qué se puede pensar que en los ámbitos no masones, los hermanos igualmente van a protegerse:
“La presunta influencia de la mano invisible de la masonería a través de hermanos jueces para «salvar» a sus hermanos en instancias ante la Justicia es una percepción que pervive en el imaginario popular. «¿Por qué habrá fallado así tal juez? Debe estar la masonería atrás», «El juez y el acusado son masones por eso es que quedó absuelto» o «Tal tema lo está manejando la masonería, está operando» son frases repetidas en los pasillos de los juzgados.”
A continuación, el autor publica el capítulo tercero de la Constitución de la Gran Logia de la Masonería del Uruguay, titulado “Deberes”, en el que se pueden leer obligaciones como:
c) Prestar asistencia a sus hermanos.
d) Guardar secreto de todos los asuntos tratados en la Orden, no pudiendo comentarlos sino en logia o con hermanos regulares de la Gran Logia.
g) No atacar los actos de la vida privada ni ofender a sus hermanos públicamente cualquiera sea la causa del agravio, debiendo en todos los casos recurrir a las vías masónicas
h) No llevar a tribunales profanos cuestiones propias contra sus hermanos, sin intentar previamente los medios conciliatorios dentro de las leyes y reglamentos masónicos.
En otro apartado cita a Carlos Boloña, ex venerable gran maestro y grado 33, quien confirmó la presencia masónica en el ámbito judicial: “Al ser consultado acerca de si la Justicia es uno de los lugares en donde la masonería sigue teniendo influencia contestó enérgicamente: «¡Sin dudas!». Y agregó: «La tuvo y la sigue teniendo».
Varios grados 33 de la historia uruguaya ocuparon altos cargos en la Justicia uruguaya y en el ámbito académico del derecho. Julio Bastos, prohombre de la masonería uruguaya del siglo XX en la que desempeñó el cargo de soberano gran comendador, fue presidente de la Suprema Corte de Justicia (1908-1929); también integraron la Corte Benito M. Cuñarro (1907-1928) y Teófilo D. Piñeyro (1928-1931). Salvador Tort fue presidente del Supremo Tribunal de Justicia; Bernabé Caravia, Lindoro Forteza y Conrado A. Rucker fueron miembros del Tribunal Superior de Justicia; Antonio Rodríguez Caballero fue ministro del Supremo Tribunal y José León Ellauri, fiscal general del Estado. En el pasado más reciente fueron ministros de la Suprema Corte de Justicia, Jorge Marabotto (1990-2000), Luis Torello (1991-1998), Juan Mariño Chiarlone (1993-2001) y Gervasio Guillot (1998-2003). Actualmente tienen esa doble condición al menos Jorge Chediak y Jorge Ruibal. En 2012 cesarán dos ministros por edad y podrían ocupar sus lugares Alfredo Gómez Tedeschi y Juan Tobía, ambos masones.”