Entre los primeros estuvo, como música ambiente, la retórica de conflicto con Irán. La posición pública de Estados Unidos ha sido la de negociar mientras aplicaba sanciones económicas y mantenía la amenaza de la acción militar. La postura de Israel ha sido la de proponer siempre las medidas más radicales contra el régimen de Majmud Ajmadinedjad, manteniendo su amenaza de un ataque militar independiente. Hoy sabemos, gracias a Wikileaks, que el Mossad, el servicio secreto israelí, al menos consideró la idea de apoyar a los movimientos opositores en Irán, como el de aquel masivo y violento acto de estudiantes de junio de 2009. A nivel regional más amplio, también sabemos que los países aliados a Estados Unidos (Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Bahrein), le presionaron para que incursionara militarmente en Irán, algo que no sorprende a nadie pero que tampoco deja de ser relevante cuando se lo pone en negro sobre blanco.
En Emiratos Árabes Unidos fue justamente que se dio, a principios de año, uno de los episodios “al frente”. Más precisamente en Dubai. En un lujoso hotel de la ciudad árabe se dio el sofisticado asesinato de Majmud Mabjuj, un dirigente de Hamás encargado de la negociación de armas para la organización. Todos apuntan contra el Mossad, y de hecho un supuesto agente de ese servicio fue detenido en Polonia meses después. La operación tuvo todos los condimentos de las operaciones de espías: disfraces, persecuciones invisibles, tiempos coordinados, armas silenciosas... Mabjuj apareció muerto el 19 de enero en su habitación del hotel y luego varios países europeos pidieron explicaciones a Israel por los ciudadanos con pasaporte comunitario que se encontraban en el hotel en esa fecha. Otra supuesta operación del Mossad que, con algún desliz, volvió a tener éxito.
En mayo otro incidente volvió a poner a Medio Oriente en el tapete: un barco turco, con cientos de manifestantes pro-palestinos, fue interceptado por la Armada israelí, que mató a 10. Más allá de lo trágico, el evento se convirtió en un escándalo diplomático entre Israel y Turquía, uno de los aliados del país judío en la región, y con el que las relaciones políticas se han deteriorado mucho.
Mientras, “al fondo”, el proceso de colonización israelí en tierra palestina seguía su curso. No sólo se continuó ampliando en silencio los asentamientos, sino también se empezó a ocupar barrios árabes de Jerusalén con población judía. Uno de los casos salientes es el barrio Sheij Sharraj, donde habitantes palestinos de décadas fueron desplazados por nuevos ocupantes judíos a base de dudosos documentos de propiedad de los inmuebles de la época del Imperio Otomano en Tierra Santa (S XIX). El proceso no fue tan silencioso, ya que militantes de izquierda -judíos y árabes- manifestaron allí (y lo siguen haciendo) todos los viernes, recordando la necesidad del respeto para la convivencia.
La realidad de la colonización tuvo un relativo parate en setiembre, cuando Obama reunió a Netanyahu y Abbas en una cumbre en Washington para lanzar un proceso negociador. La noche anterior a esa cumbre, Hamás le recordó a todos que Israel no puede negociar sólo con la Autoridad Palestina (Fatah), que gobierna en Cisjordania, y tiene que incluir en sus conversaciones al movimiento islámico que gobierna en Gaza. La forma de recordarla no se salió de libreto: asesinó a cuatro colonos judíos en un cruce de caminos de Cisjordania.
Como podía esperarse, el proceso no duró demasiado y tres meses después Israel reanudó la construcción en territorio palestino, llevando las conversaciones de paz a un nuevo punto de estancamiento, del cual EE.UU. ahora dice querer sacar a las partes.
Otro año pasó y la paz no se alcanzó. Pero como no todo es blanco y negro, tampoco debemos olvidar que la situación económico-social parece dar señales de progreso en Cisjordania, donde la economía está relativamente más estable y donde la ocupación israelí mantiene la menor cantidad de soldados de su historia desde la Primera Intifada (1987-93). Israel también ha suprimido numeroso puestos de control y los habitantes palestinos tienen menos restricciones a su libertad de movimiento.
El cierre de año de Medio Oriente parecen haberlo dado Argentina, Brasil y Uruguay: los dos primeros reconocieron al (inexistente) Estado palestino, mientras que el presidente José Mujica anunció que Uruguay lo hará en 2011. La noticia salió en todos los medios israelíes y más allá de sus problemas formales, el campo de la paz espera que la iniciativa contribuya a re-encender el proceso de paz. Una paz que no ha llegado a una zona donde, en 2010, tampoco explotó ninguna guerra, lo cual es, de por sí, mucho.
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