¿Qué es ser diseñador de modas?
Yo no sé si “de modas”, yo te puedo diseñar un vaso, un auto. Creo que es una sensibilidad a la estética, para la que te preparaste. En mi caso me preparé, me formé toda la vida en esto, estudié arquitectura pero iba a ser un pésimo arquitecto, por eso dejé la carrera. Creo que las estufas a leña con las vigas de tren arriba no eran mi futuro, no lo iba a disfrutar en absoluto y por eso no seguí con eso. Lo que hice lo hice siempre de forma seria. Arranqué muy chico, con 14 años, vendiendo en una escalera en mi cuarto camisas para mis amigos y camperas de plumas, cuando no había en Uruguay. Estaba bueno y me iba muy bien, la verdad que me iba muy bien. Era muy mal estudiante, el peor de todos los colegios. De hecho, creo que fui a todos los colegios, creo que no me quedó ninguno en Uruguay.
¿Por qué? ¿Te echaban?
Me echaban por conducta, era el peor. Incluso me inscribían y no iba más, a papá le cobraban por año los colegios y yo no iba. Era un desastre realmente.
Capaz que choca con la idea de un tipo prolijo…
Sí, pero soy pisciano y ciclotímico, los pescados se entreveran. Después abrí mi primera casa que fue Freaks y ahí arranqué, pero previo a eso hice una base porque no era un tipo creíble, nadie me creía que yo iba a poder lograr algo porque a nivel personal era un desastre realmente.
Y en esa época que eras un desastre como estudiante, ¿había algo en la familia respecto al diseño?
Sí, mi madre fue la encargada de un taller muy grande de alta moda que se llamaba Las Tres Hermanas, y me enseñó truquitos y cosas. Yo pude canalizar esa veta, de tomarla con respeto, como se debe hacer. Pero esto fue mucho después, porque previo a eso hubo otras etapas. Yo me divertía mucho con Freaks y hacía lo que quería, o sea, desnudé a todo Montevideo, lo vestí. Hice lo que quise, realmente.
A ver, ubiquémonos un poco en esa época. Años 80.
Años 80. La primera casa fue en Galería Uruguay, abajo.
Tenías 20 años.
Tenía 17 o 18 años. Ahí fue cuando abrí mi primer local… Para conseguir la garantía de alquiler fue duro y cruel, nadie creía en mí.
Estábamos saliendo de la dictadura.
Saliendo de la dictadura. Por eso te decía lo de las camperas de plumas y las camisas para mis amigos. En ese momento no había propuestas de ese tipo, y si tenías oportunidad de viajar afuera, te lo traías, pero si no, acá en Uruguay, no se conseguía.
Freaks era un cambio.
Freaks era un escándalo. Freaks no era un cambio, era un escándalo, porque yo en las vidrieras ponía cosas que la gente se paraba y se reía a veces.
¿Cómo qué?
¿Cómo qué? En esa época no había información como ahora que vos entrás a Internet y automáticamente tenés todo. En ese momento tenías que esperar que llegara material, revistas, editorial, pero no tenías información, salvo la gente que viajaba y que traía información para vos poder empaparte. Yo de repente veía las colecciones en Europa y a la semana tenías todo lo mismo en las vidrieras, y la gente no entendía nada, porque salir de jean con una florcita a un escote hasta la cintura y no sé…
¿Había una intención de sacudir?
Había una intención de rebeldía, yo era joven, tenía ganas de hacer cosas. Hoy día tengo ganas de hacer cosas pero de otra óptica y con otra seriedad. En ese momento no me importaban los riesgos que yo podía tomar. Me gustaba mucho la estética, me encanta mi trabajo, y me divertía más que nada. Si hacía plata, todavía mejor. De hecho, me fue bien.
¿Hubo para hombres después?
Después vino la parte de hombres en Freaks en la calle San José. Después se tomó desde un punto de vista más comercial y más industrial, y ahí es donde se pudrió.
¿Qué quiere decir eso? ¿Importaban?
No, yo no importaba, nosotros confeccionábamos todo en Uruguay. El tema es que a mí personalmente me pasa que lo seriado, meter costos, hacer escala y vender volúmenes, me molesta. La creatividad pasa por otro lado. No es eso, yo no quería hacer una colección así, invertir y dejarla en una percha colgada en cinco puntos de venta. No era lo que yo quería, o por lo menos no disfrutaba eso. Si yo no disfruto, no funciono. Entonces un día dije “basta” y empecé a hacer mi colección, y ahí son piezas únicas, no seriadas, podés expresarte de otra forma, no tenés que estar con el presupuesto, con el alquiler de tal local ni con los cierres de los contadores. Lo disfruto más porque es a lo que yo siempre aposté.
Leí en una entrevista que te hicieron que te molesta que se tome como frívolo todo lo que es lo de la moda.
Sí, me molesta porque yo no me considero un tipo frívolo y mi vida no pasa por modelos. Mis fines de semana son de asados, y mis perros, y mi helicóptero radio-controlado, y todas esas cosas que la gente no tiene la menor idea. Yo he trabajado y trabajo en el exterior y toman la industria de la moda desde un punto de vista totalmente diferente, como si fuera un estudio contable, como si fueras un estudio de arquitecto, es exactamente lo mismo. Y vos no sabés la cantidad de gente que mueve a nivel de empleos, los empleados que se generan. Porque atrás de una pieza, atrás de un traje, hay 10 personas o 15 que trabajaron en esa pieza y que cobraron su sueldo, y por ahí es lo mismo que cualquier proceso industrial que se pueda comparar. Entonces, claro, la gente que no está en eso lo asocia a lo que nosotros vemos en la televisión, a Tinelli, a toda esa cosa, a toda esa ridiculez. Pero hoy en día las modelos no son moda tampoco, las modelos ya fueron moda, ahora no hay ninguna modelo en la televisión. Hay nenitas que se desnudan pero no son modelos.
¿Cómo está la industria de la moda o el diseño de moda aquí en Uruguay?
Está con gripe, me parece a mí. Creo que sí. Con ese concepto que se tiene de repente de frivolidad, de una industria poco importante o como muy delirada, no le dan la seriedad que tiene. Yo no estoy hablando por mí, porque siempre tuve el reconocimiento y siempre me han valorado mucho mi trabajo y me han apoyado, y saben que lo que yo expongo es un producto serio y que no les voy a faltar el respeto, por eso año a año la convocatoria no se pierde y por eso hay esa magia todavía y es una colección esperada. Eso se porque tú no le estás faltando el respeto a la gente y no le estás dando un show que decís “esto lo armé a las patadas”. No, esto tiene una producción cuidada, pensada, y un trabajo atrás de horas y de maratones de noches.
Sí, hablamos justamente con gente que trabaja con vos y nos decían: “Pablo se pone un tanto insoportable y trabaja hasta cualquier hora durante los tres meses previos”.
Lo que pasa es que es un tema de seriedad. A mí no me gusta faltarle el respeto a la gente que va. Yo expongo mi trabajo, y tiene todo el mundo el derecho a juzgarlo porque yo lo estoy exponiendo. Ojo, no mi vida porque yo no voy en el paquete. Es mi trabajo y de eso puedo hablar, lo otro no. No me vas a ver ni bailando ni cocinando, no me interesa, no es lo que yo quiero de mí. Mi trabajo es poco, pero cuando no es poco trato de cuidarlo. El producto quiero que sea serio, hay un público que quiere eso de mí. Entonces es a lo que estoy apostando.
¿Qué tipo de público va a un desfile de esos de los importantes, que se presenta la colección? ¿Es una mezcla?
Es una mezcla, sí, es un zoológico, en realidad. Matan por la primera fila. Pero, en realidad, la primera fila es la prensa, la que juzga tu trabajo, la que lo expone, lo difunde, la que lo valora desde otro punto de vista, y después está la señora que va a copiar algo, a ver si cuando salga madrina ver qué ideas ve, que eso lo tengo claro, después está tu clienta. Hay un montón de gente que va, en realidad, y más cuando lo hacés a beneficio de una obra que tiene como una cosa masiva televisiva en el cual todo el mundo comprando un ticket tiene acceso a ese evento.
Me quedé colgado recién con el helicóptero. ¿Qué es ese helicóptero?
Me encanta, el aeromodelismo.
Ah, ¿tenés un helicóptero?
Tengo seis.
¿Los llevás a algún lado?
Claro. Es como hacer un vuelo tal cual. Cuando vas al club de aeromodelismo de Uruguay te tienen que dar la orden desde la torre de control… Esos son mis hobbies, son pavadas que yo hago, que me gustan, me gusta mucho. Me encanta, sale de todo el contexto mío y me hace muy bien.
¿Es cierto o es un lugar común que los uruguayos somos grises para vestirnos? ¿Somos conservadores? ¿Somos aburridos?
No. Eso es un tema totalmente económico. Hay gente que tiene acceso a cambiar y a tener varias opciones y hay gente que no. Yo he trabajado por tantos lados, y te digo la verdad, me encanta trabajar con la gente uruguaya. He trabajado con el hombre uruguayo, trabajo con la mujer uruguaya, y yo le tengo mucho respeto. Para mí, siempre a la uruguaya la defino como que es la mezcla entre la argentina y la brasilera. Del lado de Brasil tenemos la explosión de color y la energía. Pero del lado argentino tenemos el escote, el tajo hasta allá arriba, tenemos esa cosa de “vamos a mostrar”, de guerreras, que es el aura que deja la argentina cuando viene al Uruguay. Y eso es una realidad. Y esa mezcla conjuga en una mujer refinada, segura de sí misma, que te transmite una cosa más medida y mucho más interesante a la hora de construir un traje para la mujer. Y los grises para mí acá no existen, es un tema de más que nada económico.
¿Es caro vestirse en Uruguay?
Yo creo que es muy caro vestirse en Uruguay. No es caro, es muy caro. No tenés el plan B y el plan C como tenés en otro lado. O sea, o tenés la parte de alta moda que no es accesible a todo el mundo, después tenés la parte de pret a porter, que la verdad no me preguntes porque no tengo la menor idea porque no me paro en la vidriera de nadie para ver qué es lo que tiene, pero sé que existe, y sé que, como se ha perdido la gran parte de la industria nacional, todas las opciones que tú tenés son traídas del exterior, entonces tienen un plus muy alto y una carga impositiva muy alta. Y eso hace que se encarezca todo el sistema traperil, todo el emporio traperil.
¿Qué mujeres llegan al taller? ¿Qué clientas tenés?
Es una mujer de un poder adquisitivo que le permite pagar una pieza artesanal, que tiene un cargo bastante más alto porque una pieza de confección. Cuando vos cortás 500 pantalones, no es lo mismo que hacer uno a la medida y con las necesidades que tiene esa persona para cubrir con esa pieza. Los costos cambian pero también el formato de trabajo cambia, y ahí se trabaja con materiales muy nobles, como la seda, cosas que de repente en una boutique normal no vas a ver. Y creo que es un poder alto adquisitivo, sí.
Pero de la clase alta, ¿cualquier tipo de mujer o una mujer que busca algo en especial?
Yo creo que en Uruguay no me queda mucha gente por vestir. No sé si hay una clase alta acá tampoco. He conocido a la clase alta en el exterior cuando trabajo, pero acá yo creo que hay gente que tiene un buen pasar, pero no una clase alta.
Pero vos cuando trabajás en el taller para la mujer que puede llegar a ese dinero, no es para la mujer de 1,85.
No, me conmueve vestir a la mujer normal mucho más que una mujer de 1,80 con medidas perfectas. Ahí no tenés riesgos, el traje va a quedar impecable. En los otros casos, vos sentís a veces el cariño, “me sacaste diez kilos”, “no paraba de sonar el teléfono y decirme que estaba fantástica”. Eso para mí tiene un retorno mucho más fuerte y me involucro de otra forma, por otros lados y por otros caminos que cuando hago un trabajo que sabés que va a quedar perfecto y sabés que el producto terminado va a ser eso.
¿Por qué no te has ido del país?
Porque no, porque me encanta vivir acá, porque tengo 16 kilómetros de costa para recorrer. De hecho trabajé afuera.
No hablo solamente del dinero sino de las posibilidades que tendrías, serían mucho mayores.
A ver, a veces cuando voy a los fashion week me ha pasado de tomarme tres aviones, bajarme de una camioneta, estar con dos celulares, no saber en qué hotel duermo, si estoy en Santiago, Colombia o Brasil. No quiero vivir eso, porque no me interesa, quiero otra cosa para mí. En realidad, terminan las colecciones, los aplausos, todo brutal, pero mi base es Uruguay. Tengo que irme al lugar donde estoy presentando la colección porque si no, de acá para afuera, es muy raro que vos puedas trabajar. Y alimentar mi ego, a esta altura de mi vida, no me interesa. O sea, los aplausos, todo muy bárbaro, pero después de vuelta al aeropuerto.
¿Sos de qué tipo de lectura? Leés las revistas tipo Caras, Hola…
Ni a palo. Ni a palo. Tan lejos, tan lejos estoy…