El primer entrevistado de 21 años, llevaba preso un año y tres meses. Antes trabajaba, estudiaba y vivía con su familia en un barrio de clase media de la capital. En el informe se explica que el joven fue apresado por presunción de producción y comercialización de estupefacientes. Su pena fue de dos años y cuatro meses. Él cultivaba plantas y hortalizas, entre las cuales, siete de esas plantas eran de marihuana. Su delito fue vender marihuana a conocidos, lo que, según él, era una actividad ocasional para obtener dinero e irse de vacaciones a la playa. “Las plantas no las tuve con el motivo de llegar a producir para traficar. Llegué a tener porque me gustan las plantas. Cuando caigo le dije eso al juez de la causa y no lo tomaron en cuenta”, señalo el hombre.
El informe sostiene que “como consecuencia de una denuncia, la policía fue a su hogar con una orden de allanamiento y encontraron menos de 10 gramos de marihuana, plantas y semillas de marihuana”. Su padre también fue detenido y encarcelado ocho meses por presunción de producción. Ambos fueron enviados al Penal de Libertad sin importar que fueran personas detenidas por primera vez y sin antecedentes.
En el trabajo se explica que el encarcelamiento significó “un quiebre en su vida personal y familiar. Su hermana abandonó el hogar y emigró y, al quedar la casa deshabitada, sufrieron robos y saqueos. El padre, que estaba a punto de jubilarse, perdió todos los ingresos económicos con los que contaba hasta el momento”. “Yo no me considero un delincuente; estoy acá por gil, por haber dicho la verdad, y soy un banana por haberme expuesto tanto con el tema de la marihuana”, dijo el joven.
Por otro lado, se entrevistó a una mujer de 30 años con cuatro hijos. En el informe se explica que su privación de libertad trajo como consecuencia la separación de quienes son desde hace 11 años su “razón de ser” y su relación afectiva más fuerte. A su vez, los hijos fueron separados entre sí, dos quedaron bajo la tutela del padre y los otros dos al cuidado de una tía porque son hijos de distinto padre, y viven prácticamente todo el día en la calle.
La mujer quedó presa por encontrarse en un sitio al momento de desarrollarse un operativo policial. Según su relato, ella estaba de visita, era inocente y no tenía dinero ni droga. “Estoy así (llora durante la entrevista) porque es injusto y no poder demostrarlo porque no tenés dinero es horrible (…) No encontraron nada. A mí, ni siquiera me revisan. Dijeron ‘acá no hay nada, ¿qué hacemos?’. ‘Ahora sí hay’, dijo, ‘mirá’, y lo sacó de arriba del bolsillo, y yo lloraba porque el juez le iba a creer a él. Yo, desesperada, lo puso arriba del baúl (…) En la casa se supone que venden, pero no había nada, y la persona procesada soy yo, pero yo no vivo en esa casa.”
El informe dice que casos como éste suscitan dudas sobre las garantías que puede haber en los procedimientos policiales y, por lo tanto, la vulnerabilidad de las personas y sus derechos. “El abogado te dice que digas que sí para que la saques más barata. Te dice que es mejor hacerse autor porque es mejor, si sos la persona, decir la verdad, si lo hacés para darle de comer a tus hijos. Si fuera verdad lo diría, pero no es verdad”, expresó la entrevistada.