Adrián Singer

El fascismo latente

Varios proyectos contra la libertad de expresión y el pluralismo esperan ser aprobados por el gobierno de Netanyahu.

Actualizado: 27 de octubre de 2010 —  Por: Adrián Singer

En Israel hay una vieja fórmula que dice que quien llega a Primer Ministro por izquierda gobierna por derecha, y quien llega por derecha gobierna por izquierda. Sin embargo, el presente gobierno parece estar resquebrajando esa idea.

Benjamín Netanyahu asumió en marzo de 2009 como Primer Ministro y formó la coalición más derechista de la historia de este país. Desde setiembre pasado lleva adelante negociaciones de paz directas con la Autoridad Palestina, algo que podría llevar a pensar que, una vez más, la fórmula se cumple. Pero el resquebrajamiento de la fórmula viene por otro lado, el del ataque a un valor fundamental de la democracia: la libertad de expresión. Esta vez, lo derechista de Netanyahu parece reflejarse menos en su política hacia los palestinos de Cisjordania y Gaza y más hacia la propia población de Israel, especialmente su minoría árabe.

Desde que Netanyau asumió, han proliferado varios proyectos de ley en esta dirección, que reflejan el peso en la coalición de gobierno del partido Israel Beitenu, del ultraderechista ministro de Relaciones Exteriores Avigdor Liberman (15 bancas). De estos, cabe resaltar al menos tres: el de lealtad al Estado, el de prohibición de ejercicio de su profesión a guías turísticos de Jerusalén Oriental, y el de prohibición de conmemoración de la Nakba, o “día de la tragedia”, en el cual los ciudadanos árabes recuerdan con dolor el Día de la Independencia de Israel. Ninguno de estos proyectos fue aprobado aún, pero todos se mantienen vigentes a la espera de su aprobación, y el solo hecho de su existencia da cuenta de ciertas tendencias en la sociedad israelí.

Lealtad a la Nación

El proyecto de lealtad al Estado está en el centro de la agenda de Liberman. Fue aprobado por Netanyahu y el Consejo de Ministros el 10 de este mes pero aún no ha sido llevado a debate a la Knesset, y dice que toda persona no judía que desee convertirse en ciudadano israelí deber jurar lealtad a Israel como “Estado democrático y judío”.

La izquierda califica la medida de discriminatoria, por estar dirigida principalmente contra la población árabe-israelí, a la que se trata como enemigo potencial, dicen. El legislador nacionalista árabe Ahmed Tibi dijo que “no hay ningún otro país en el mundo que fuerce a sus ciudadanos a jurar fidelidad a una ideología sectaria. Israel ha probado que no es igualitario, sino democrático para los judíos y judío para los árabes”. La fundamentación del gobierno se basa en la necesidad de preservar a Israel como Estado “judío y democrático” y eliminar preventivamente cualquier movimiento que considere subversivo.

Te muestro lo que quiero, como quiero

Otro proyecto tiende a prohibir a los guías turísticos de Jerusalén Oriental (en su mayoría palestinos) ejercer su profesión con grupos de visitantes extranjeros superiores a 11 personas, o menores a 11 personas que viajen en más de un vehículo.

En su exposición de motivos, el proyecto de ley de Gideon Ezra (Kadima) dice: "Habitualmente existen discrepancias con respecto a cómo exhibir los sitios turísticos de Israel desde el punto de vista histórico, religioso, cultural y más (...) Parte de los habitantes de Israel, como por ejemplo los habitantes de Jerusalén Oriental, tienen 'doble lealtad', al votar también en las elecciones de la Autoridad Palestina. Estos habitantes exponen a veces posturas anti-israelíes ante sus grupos de turistas. Para asegurar que los turistas reciban el punto de vista nacional israelí, se propone establecer que las agencias de viaje y todo cuerpo que organice paseos a turistas extranjeros, se encarguen de que esos paseos sean acompañados de un guía de ciudadanía israelí, el cual tiene lealtad institucional al Estado de Israel. La necesidad de preservar el interés nacional de exhibir a Israel de una forma adecuada está por encima de otros intereses".

De esta manera, el proyecto intenta promover una interpretación de sitios históricos acorde con determinados intereses y despojada de valores pluralistas que aseguren la libertad de expresión.

La Historia y la Ley

El año pasado, en una manifestación de estudiantes y docentes de la Universidad de Tel Aviv alguien escribió un cartel que decía: “La Historia no se borra con leyes autoritarias”. Era una protesta contra un proyecto de ley cuyo ataque a la libertad de expresión es más osado que los anteriores: pretende prohibir la conmemoración del día de la Nakba, o día de la tragedia en árabe, con el cual los palestinos recuerdan el establecimiento del Estado de Israel, el 14 de mayo de 1948.

El proyecto fue redactado por Alex Miller (Israel Beitenu, de Liberman) y tiene el apoyo del gobierno. En su momento, el líder del partido nacionalista árabe Balad, Jamal Zajalka, señaló: “expulsaron a nuestra nación y destruyeron 500 pueblos, y ahora quieren expropiarnos hasta nuestro grito de dolor”.

No es coyuntura política, es proceso social

Es difícil y problemático argumentar que este avance de corte derechista, anti-democrático, se trate de algo coyuntural y no un proceso social. Así lo indican algunos datos, y así lo interpretan algunos especialistas.

Una encuesta realizada por la socióloga Mina Tzemaj publicada el viernes 15 en el diario Iediot Ajaronot expone el nivel de apoyo que tienen en la sociedad este tipo de medidas. En una muestra de 500 encuestados, se les preguntó si estaban de acuerdo con el proyecto de ley de lealtad al Estado “democrático y judío”. Un 63% conestó que sí.

Hay una cifra más alarmante aun: un 55% de los encuestados está de acuerdo con limitar el derecho a la libertad de expresión en momentos en que la seguridad del Estado no está amenazada.

Al 34% no le preocupa que “avance el fascismo” en el país, y un 26% está a favor de negar el derecho a voto a los ciudadanos árabes.

Zeev Szternhell, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Jerusalén y uno de los expertos en fascismo más importantes del mundo, dijo en la entrevista que acompaña la encuesta que la situación “a veces recuerda el ambiente que había en la República de Weimar o los años 30 en Francia”.

Del otro lado, su colega Iossi Schein llamó a nu “banalizar” el término ‘fascismo’. “El fascismo cancela la democracia y el diálogo democrático. Habla en nombre de un supuesto deseo auténtico del pueblo. Y ése no es un proceso que se esté desarrollando con fuerza en Israel”.

Los veteranos militantes del campo de la paz tienen desde hace tiempo un eslogan: “la ocupación corrompe”. Desde hace tiempo dicen que el régimen militar no democrático que sostiene Israel en los territorios ocupados en algún momento iba a penetrar a Israel. Tengan o no razón, lo cierto es que el avance derechista contra la libertad de expresión y la democracia parece ser un asunto menos de coyuntura política y más un proceso social de largo alcance, cuyas consecuencias, quizás, aún estamos lejos de calibrar.



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