“Parece mentira las cosas que veo, por las calles de Montevideo”, dice Jaime Ross, el cantautor uruguayo, en la canción Adiós juventud. Es una de las letras más conocidas en ese pequeño país de 3,3 millones de habitantes. Son pocos, pero ahora hacen mucho ruido.
Y tiene razón esa trova popular, porque nadie cree lo que está pasando en el Soccer City. Nadie. Ni los 84.017 espectadores que fueron a ver el triunfo de Ghana, por el orgullo de Africa, por la inédita clasificación de un equipo de este continente a las semifinales. El llamado de Nelson Mandela a alentar a las “Estrellas Negras” había resultado. Pero ellos los locales quedaron mudos. Hasta silenciaron las insoportables vuvuzelas.
Tampoco lo creen los uruguayos. La mayoría llora, son jóvenes que crecieron con la leyenda de Obdulio Varela, del Maracanazo, de la garra “charrúa”. Ellos no lo habían vivido nunca.
Hay otros, más veteranos, que recuerdan cuando estuvieron entre los cuatro mejores. Fue hace cuarenta años, en México ’70. Ha pasado mucho tiempo y era hora de que una selección con un legendario pasado se pusiera a tono con la historia.
La otra mano de Dios
Qué le importa a este puñado de gente que Fernando Muslera no haya reaccionado bien en el gol de Ghana. Nada. No les importa nada que iban perdiendo 1-0, porque después Diego Forlán continuó con su racha goleadora en el Mundial… y los tres a equipos africanos (los otros dos fueron a Sudáfrica).
Pero los héroes fueron otros. El primero pasará casi anónimo cuando se revisen sólo las estadísticas, porque Luis Suárez fue fundamental.
Se jugaba el alargue, era la última jugada. Iban 120 minutos cuando cayó el centro al área y Stephen Apiah disparó, el delantero de Ajax la sacó con las piernas. El rebote lo tomó Dominic Adiyiah de cabeza y el mismo artillero uruguayo la saca con las manos de la línea. ¡Penal y expulsión!
El estadio reventaba, pero Asamoah Gyan la tiró por arriba del travesaño cuando Suárez recién estaba en la puerta de la manga.
Increíble. Pero faltaba más.
La locura de Abreu
Los sudafricanos pifiaban cada vez que pateaban los uruguayos, que no fallaron en sus primeros tres tiros. Mientras, Muslera se recuperaba del error y atajaba dos penales. Los dos a su izquierda, pero no alcanzaba porque Maximiliano Pereira casi saca el balón del estadio. Llegaron al quinto penal con un 3-2 para los sudamericanos y caminó Washington Sebastián Abreu hacia la pelota. El “Loco”. El que muchas veces ha “picado” el penal en Argentina, cuando defendía a San Lorenzo.
Muchos recordaron eso. Algunos lo dijeron. Otros pensaron que en un Mundial no lo haría. Estaban equivocados. Por algo tiene el apodo que tiene. Lo hizo. La “picó” al medio del arco ante la volada de Richard Kingson hacia su izquierda.
Gol y festejo. Gol y clasificación. Gol e historia. Los jugadores no saben a quién abrazar. Unos corren para el lado de Abreu. Otros para abrazar a Muslera. Pero un grupo se queda con Suárez, quien ingresa a la cancha sin camiseta. Lo toman y lo llevan en andas. Era el héroe de una noche emocionante. De una noche que agiganta el mito de la “Celeste”.
Como dice la canción uruguaya, parecía mentira las cosas que se veían. Pero es cierto. Que no ni no.
*Leonadro H. Burgueño es jefe de deportes de La Tercera. Escribió este artículo para el diario chileno.