Hay una frase hecha que no tiene el más mínimo sustento: “para ser campeón hay que ganarle a todos”. Son esas sentencias que alguien dice y que después se transforman en verdad a partir de la repetición. Pero no tiene nada de cierto.
Para ser campeón hay que ganarle al que te toca. En el último Mundial, Italia se cruzó en octavos con Australia y en cuartos ante Ucrania. Recién en semi jugó ante un grande. Para levantar la Copa no tuvo que eliminar a Argentina ni a Brasil. Otros hicieron la tarea.
La primera posición de Uruguay en su grupo y algunos resultados inesperados abrieron el camino para el equipo de Tabárez. En esto hay una mezcla de mérito propio, ganar el grupo más difícil, y suerte. La Celeste se encontró con Francia en pésimo momento y como Inglaterra no pudo ganar su zona zafó de los inventores del fútbol. Entonces aparecieron en el camino Corea y Ghana. Esa es la realidad. Si pasa a semifinales enfrentará presumiblemente a Holanda o Brasil y si logra una hazaña mayor aún y llega a la final tendrá enfrente a Argentina, Alemania o España. Solo a uno.
Por el camino van quedando pesos pesados como Italia en primera fase, este domingo Inglaterra, el martes España o Portugal y en cuartos se les terminará el sueño a Holanda o Brasil y a Argentina o Alemania.
En cuanto al equipo, hay méritos incuestionables pero también cosas a corregir.
Lo mejor es la defensa, lo que no quiere decir que el mérito sea solo de los defensores. Ninguna selección recibe un gol en cuatro partidos durante un Mundial si su consistencia defensiva se limita a la última línea. Los primeros marcadores uruguayos son los delanteros, que en campo rival tratan de recuperar. Cavani por derecha, Forlán por el medio y Suárez por izquierda. Además, el delantero del Palermo ofrece colaboración cerca del área Celeste con un constante ida y vuelta por su costado Si el rival pasa la primera zona de marca, salen a presionar Diego Pérez y Arévalo Ríos. Conforman una dupla en la que el Ruso sale más decidido a cortar juego mientras Egidio cumple un rol más táctico. Que Pérez sea el alma del equipo también dice mucho de lo que necesitó Uruguay hasta ahora para seguir en la Copa: mucha fuerza, entrega y lucha adosada con una dosis de talento. Ante lo que se viene, la receta deberá cambiar los porcentajes. Los cuatro de atrás mostraron firmeza durante la primera fase pero tuvieron problemas ante Corea, sobre todo cuando lo encararon por abajo. Los desbordes por los laterales y los pases filtrados por el medio fueron un dolor de cabeza constante.
El otro punto alto en cuanto al juego es la contundencia en ataque. Uruguay no generó demasiadas situaciones pero convirtió seis goles hasta ahora. La dupla goleadora es la de Forlán y Suárez. Entre ambos hicieron cinco goles en el Mundial. Tabárez retrasó a Forlán en el campo. Priorizó su inteligencia para ver el juego a su capacidad para convertir. Juega de cabeza levantada y lee el juego como pocos. Suárez agacha la cabeza y va, encara y no le importa nada, se puede perder tres goles que igual sigue. Es un creyente del gol. Solo así se explica como en el primer gol ante Corea sigue la trayectoria de la pelota cuando iba a las manos del golero. Como un tiburón, olió sangre y fue en busca de su presa.
La sobresaliente actuación del jugador del Ajax y la conmovedora entrega del equipo, alcanzó para ganarle a un rival que en la mayor parte del juego lo superó. Uruguay agarró muy poco la pelota y cuando la tuvo no la supo controlar.
En eso influyó la decisión que tomó el DT luego del partido ante Francia, de poner de 10 a Forlán y de sacar a Nacho González. El técnico decidió perder la pausa para ganar en explosión pero resignó la tenencia de la pelota. Contra México, los aztecas tuvieron el 59% de tiempo la posesión de la pelota contra el 41 de Uruguay y el sábado Corea tuvo el 54% de posesión mientras que la Celeste un 46%. La diferencia es que México aún con la pelota fue inofensivo pero Corea no. Y Ghana tampoco lo será. Además en octavos, Uruguay defendió demasiado atrás y eso genera inseguridades.
Pero esta selección tiene otras virtudes A fin de 2008, el mejor entrenador de básquet que piso las canchas uruguayas en los últimos años, Néstor Che García manifestó que “sin pasión no hay talento”. El concepto me retumbó y lo fui a buscar para saber de qué se trataba el concepto. En una entrevista con 180, explicó algo que calza justo para entender a esta selección. El Che explicó: “Muchas veces uno se confunde cuando se refiere a una persona y dice ‘tiene un talento bárbaro pero no sé qué le pasa’. Yo creo que el talento en los seres humanos se demuestra cuando ponen pasión en lo que hacen. Si no, son cualidades que usan cuando quieren, que las tienen dormidas y que algún día le salen. Sin pasión y sin hambre no se logra nada en la vida. Y cuando me refiero a que no se logra nada, no me refiero a un resultado sino a la tranquilidad interior de que uno hizo lo mejor. Porque hay otra gente que también tiene talento y pasión y por ahí en un momento no es para vos. A mí me parece que la pasión enfoca muchas cosas. Más allá de poner el alma, significa concentración, compromiso, lealtad a lo que uno siente, entrega y un montón de cosas abstractas que a la hora de definir algo importante cuentan muchísimo”.