Los 'Bafana' y el ataque de las vuvuzelas

Carlos Alberto Parreira ha hecho suyo ese clásico dicho de "en la guerra y en el amor todo vale" a la hora de preparar a Sudáfrica para la cita deportiva más importante (tal vez el doble de lo que fue el Mundial de rugby de 1995, ganado por los 'Springboks') en la historia del país del Arco Iris.

Actualizado: 10 de junio de 2010 —  Por: David Ruiz

Perro viejo donde los haya (éste será su sexto Mundial y su quinta selección después de Kuwait, Brasil, Emiratos Árabes y Arabia Saudí), el estratega carioca no tardó mucho en percatarse de que con la materia prima que tenía entre manos las posibilidades de prolongar la borrachera del pueblo en su fiesta del fútbol iban a ser más bien escasas, por no decir que nulas.

Tal percepción se multiplicó hasta el infinito cuando se enteró un buen día de diciembre pasado que Uruguay, Francia y México serían sus enemigos camino de la teórica meta autoimpuesta por los 'Bafana Bafana' (Chicos Chicos en lengua zulú): los octavos de final.

Ausente de la última Copa de África al ser incapaces de superar la primera fase clasificatoria, la imagen dada por los anfitriones ante su enfervorizado público en estos últimos años ha sido tildada de 'comedia' por los medios locales, alarmados por el paulatino hundimiento de sus 'Muchachos' en el ránking de la FIFA (ocupa ahora el puesto 83), la mediocridad de su juego y la entrada en barrena imparable de su gran estrella, Benni McCarthy.

El ex del Celta, Ajax, Oporto (con el que salió campeón de Europa en 2004) o Blackburn ha pagado con su exclusión de la lista de Parreira la adicción a las hamburguesas que le llevó a subir diez kilos y su inactividad en el último semestre, justo desde que fichó por el West Ham londinense.

Ni siquiera el aceptable papel del equipo en la Copa Confederaciones del año pasado, en la que llegaron hasta semifinales (eso sí, en un grupo con Irak y Nueva Zelanda) a las órdenes del controvertido Joel Santana, fue considerado como una señal premonitoria de cara a la gran cita que arrancará en pocas horas.

'ARQUÍMEDES' PARREIRA

Con ese sombrío panorama se encontró el bueno de Parreira cuando retomó los mandos de la nave sudafricana en octubre de 2009. Lejos de desesperarse, el brasileño tomó aire, se paró un ratito a pensar y, al igual que hizo el griego Arquímedes en el año del caldo, gritó "eureka". El hombre al que Brasil cargó con las culpas del desastre de la 'canarinha' en 2006 había concebido un plan bicéfalo con el objetivo de convertir en blanco lo que unos meses atrás era azul oscuro casi negro.

La primera parte y fundamental de su estrategia sería seguir la receta de Guus Hiddink con Corea del Sur en 2002 y realizar una larga e intensiva preparación (Sudáfrica se pasó marzo y abril entre Brasil y Alemania) que dotara al equipo de una condición física que ni Forrest Gamp con la idea de hacer pasar un calvario a sus rivales mundialistas con una presión extenuante y salidas explosivas a la contra.

La segunda y no menos importante, elevar la moral de su parroquia y convencerla de que el jugador 'número 12' tendrá que aportar su granito de arena para evitar que Sudáfrica se convierta en el hazmerreir del planeta fútbol pasando a la historia como el primer anfitrión que no pasa el corte de la primera fase.

El particular 'sí se puede' de Parreira empezó a cobrar forma con los buenos resultados que su equipo ha obtenido en los cinco últimos meses (12 partidos invictos), incluyendo la extraordinaria victoria del pasado sábado sobre Dinamarca. El técnico la está explotando encendiendo a sus incondicionales, a los que ha pedido públicamente que acudan al Soccer City stadium con sus vuvuzelas en ristre para volver tarumbas a gabachos, aztecas y charrúas a fuerza de decibelios. "Creo realmente que, jugando en casa, el apoyo de nuestros hinchas será determinante. Queremos que nuestros rivales sientan el calor de un pueblo orgulloso de su selección. Pero el equipo somos todos, así que juntos debemos conseguir que México, Francia y Uruguay se sientan incómodos. Nosotros, sobre el césped, y la gente haciendo mucho ruido con los vuvuzelas".

Ahí no queda la cosa. Tan enchufado anda el gran Parreira en la previa al bautismo de fuego de sus guerreros, que cuando le preguntan por la complejidad de los tres rivales de grupo, ya no agacha la cabeza como hacía tras el sorteo. Ahora proclama a los cuatro vientos que Inglaterra se topó con ese mismo trío al inicio del Mundial de 1966, y acabó levantando la Copa en Wembley. Soñar cuesta bien poco, aunque esa posibilidad se me antoja inverosímil. Lo que sí veo más factible es que alguno (confío en que no sea la Celeste) acabe como Beethoven por culpa del 'séptimo de trompetas zulú'.