“Ya bastante tiene que sufrir uno con estar enjaulado para que venga este tipo y convierta la cárcel en la sala 2 de Cinemateca” dijo Ali Kudam, un guardia carcelario que vivió algunos años en Montevideo vendiendo alfombras persas frente a la terminal Goes.
Lo que no pudo la presión internacional lo logró el embole: al igual que en sus películas, Panahí eliminó de la cárcel el ritmo frenético de la vida moderna, el sexo y la violencia. “No nos quedaba nada, ni un corte nos podíamos hacer. El tipo se sentaba en el medio del patio, soltaba un globo y nos hacía mirarlo durante horas”, afirmó otro recluso condenado a cadena perpetua por cosechar una papa sospechosamente parecida a Mahoma.
El cineasta fue liberado tras la presentación de una carta firmada por todos los presos, guardias y directivos de la cárcel. En occidente trascendió que su salida de la cárcel estuvo relacionada con una huelga de hambre del propio Panahí, el director de la cárcel lo niega: “El tipo hacía 10 días que no comía, es cierto, pero no por estar en huelga sino porque era lento hasta para eso: estuvo más de una semana mirando una manzana antes de comérsela”.
En la conferencia de prensa posterior a su liberación, Panahí anunció que ya estaba pensando en rodar su siguiente película: “La manzana silente”, una obra sutil y reflexiva de 3 horas de duración sobre la relación de una manzana con un ambiente hostil.