Bielsa cambió todo

Parecía algo lejano. Casi imposible. Cuando en Chile se comenzó a hablar de Marcelo Bielsa después de la Copa América de Venezuela 2007, los comentarios de la gente futbolera eran unánimes: “es una idea tan loca como el técnico. Es muy caro”.

Actualizado: 25 de mayo de 2010 —  Por: Leonardo H. Burgueño

Sí, para la idea que había en ese momento sonaba casi de otra galaxia. El 1,5 millón de dólares anuales no era alcanzable en las arcas chilenas. El rosarino no sólo justificó cada peso (o moneda estadounidense) ganada, sino que multiplicó los panes.

Los resultadistas, o los que sólo analizan los resultados de los partidos sin saber qué pasó en los 90 minutos, están felices por las clasificación. Sólo porque la “Roja” llegó a un Mundial después de doce años de espera. Los hinchas, también exitistas, están contentos porque encontraron en este extranjero, una forma de sentirse identificados: al éxito también se puede llegar desde la modestia. Los demás, porque vieron en este personaje, un hombre que podría transformar al fútbol chileno… aunque sea desde la selección.

Y bastan pequeños detalles. Uno de ellos es sin dudas el lugar donde vive Bielsa. ¿Y qué tiene que ver la casa del técnico con el balompíé chileno? Mucho, porque el DT vivió desde el primer minuto en Juan Pinto Durán, el complejo que la ANFP tiene para la “Roja”. El entrenador y su cuerpo técnico lo transformaron. Las camas de una plaza con colchón insoportable para cualquier espalda pasó a ser una king; los televisores antiguos se trastocaron en un LCD; los cuartos sin calefacción en las noches pasaron a ser un lugar cálido; las canchas sin las medidas reglamentarias empezaron a ponerse en regla; el gimnasio es un sitio cómodo para poder hacer pesas y recuperar lesionados. Y los etcéteras son eternos para una nota. Parecen pequeños detalles, pero no. Son cosas que ayudan a jugadores profesionales, a una selección que venía de ser última (sí, décima) en las Eliminatorias 2002 y séptima en 2006.

El proyecto empezó desde la base misma y con el convencimiento del presidente del fútbol chileno, Harold Mayne-Nicholls. El gestor de la llegada de Bielsa fue sustentando el proyecto y de a poco algunos se empezaron a subir al carro. Y en ese desplazamiento hacia Sudáfrica, el técnico empezó a dar señales que lo suyo iba en serio: el 4-3-3 que él expone (3-3-1-3 en la realidad) arrancó en Austria, con una derrota ante Suiza (el 21 de junio tendrá la revancha). Su idea era clara: ganar con argumentos ofensivos. La idea que había mostrado en los seis años que estuvo en la selección argentina.

Su proyecto tambaleó en la opinión pública después de los dos 3-0 que recibió ante Paraguay y Brasil en el estadio Nacional. Como cada vez más gente dice haber estado en el Maracanazo del ‘50, en Chile se da al revés: cada día menos personas reconocen haber criticado a Bielsa después de esas caídas. El hombre siguió adelante y el 4-0 sobre Colombia, a tres días de la derrota ante el “Scratch” le dio aire. Exactamente una rueda más tarde, clasificaba en Medellín. Atrás había dejado muchas marcas: primer punto que sacaba en Uruguay, primera vez que le ganaba a Argentina en partidos oficiales, primera oportunidad que le anotaba un gol a Brasil de visitante por Eliminatorias, victoria en Paraguay después de 28 años, triunfo en Perú después de 24 años, llegar segundo en la tabla y con el goleador de la competencia, Humberto Suazo. Demasiado para una selección que estaba lejos de las grandes ligas.

El hombre de la transformación, Bielsa, empezó desde los más básico y llegó a lo más alto.

*Leonardo H. Burgueño es jefe de Deportes del diario La Tercera de Chile.