(escrito por Rodolfo “El Milonga” Wilsterman)
Sin embargo en La Casa de la Agenda la realidad era otra: gente haciendo fila (claro signo de sobredemanda), una mujer escribiendo en una computadora (claro signo de modernidad), tapas de cuero (claro signo de distinción), un dispensador de agua (claro signo de fluidez) y un chino (claro signo de prosperidad y disciplina).
Me acerqué con sed al claro signo de fluidez y el claro signo de prosperidad y disciplina me dijo algo en su idioma; como no entendí, desde atrás del mostrador el claro signo de modernidad me dijo que si no compraba algún claro signo de distinción u otro producto no podía tomar del claro signo de fluidez. Eludiendo el claro signo de sobredemanda le expliqué al claro signo de modernidad (que resultó ser la dueña del local) que venía a hacer una nota para 180 Darwin y comenzó esta charla:
EL MILONGA WILSTERMAN: ¿No es un riesgo dedicarse exclusivamente a la venta de agendas? ¿Cómo se mantiene el negocio a esta altura del año? Uno imaginaría que alguien que compra una agenda es un ser previsor, que no dejaría un elemento así para último momento.
DUEÑA DEL LOCAL: Esa es la típica mentalidad mediopelo uruguaya, que en vez de jugársela por lo que siente te pone una librería o una papelería. Con este negocio fui descubriendo que el mundo no termina en la rambla, que hay gente con otra mentalidad, necesidades y sobre todo con otro calendario.
Porque si solo vendo agendas tradicionales obviamente voy a hacer la plancha durante 6 meses, pero yo contemplo a todos los mercados: el chino te arranca el año en febrero, el judío en setiembre, el hindú en noviembre, los de la Iglesia Maradoniana en octubre, cuando nació Diego… y también tenés a los etíopes, a los mayas, a los celtas…
MW: O sea que de alguna manera compensás a lo largo del año…
DDL: En realidad no, solo coloco alguna agenda china y de vez en cuando una judía; la verdad que mucho etíope no se ve en la vuelta, los hindúes son medio desbolados, los mayas están medio extintos y a los de la Iglesia Maradoniana hay que ver cómo les va en el mundial y si eso les levanta la creencia.
Lo que termina salvando la plata es el Alzheimer.
(Me señala hacia la vereda de enfrente, donde se ve el imponente cartel del geriátrico “Golden Wings”. Acto seguido un hombre muy mayor abre la puerta y saluda a la dueña)
_ ¿Cómo anda Don Nicanor?
_ Tirando, chiquilina, con la cadera cada vez peor. ¿Te llegaron las agendas?
_ Recién salidas del horno Don Nicanor. Cinco me había pedido, no?
_ Sí, ahora que se vienen las fiestas le quiero regalar a mis sobrinos, el chico está como loco con el mundial. Esta venía con fotos de los estadios, no?
_ Cómo no, acá tiene: Santiago Bernabéu, el Nou Camp, el Mestalla… ahí está Naranjito… va a estar lindo el mundial…
_ Me hubiese gustado llevarlo a España al botija
_ No se preocupe, para el de México va a poder.
_Muchas gracias m’hijita, vos sí que sos buena, feliz ‘82 por si no te veo…
_ Igualmente, cuidesé Don Nicanor.
DDL: Allá va el viejo, ya es la cuarta vez en el día que viene a comprar, todas las veces de años distintos. En un rato va a venir Elba y más tarde Waldemar. Que nunca falten los viejos solos.
Y que nunca falten aquellos que miran el árbol y no el bosque, en El Rincón de lo Específico siempre habrá espacio para estos Quijotes de las Pymes.