Un resumen drástico de su carrera podría ser: Peyote Asesino, Kato y, ahora, Santullo. En la última etapa, el colectivo artístico argentino-uruguayo Bajofondo jugó un papel fundamental.
¿Cómo empieza tu contacto con Bajofondo?
De forma muy curiosa. Por 2004, contesté a un aviso donde pedían a alguien para hacer la parte de prensa de un grupo latino, que iba a hacer fechas en Madrid y Barcelona. Me contratan y cuando me mandan el dossier, era Bajofondo.
Para ese entonces, ya venía conversando con Juan Campodónico, nada de música, sino retomando en el plano amistoso... Luego, volvimos a hablar de música como hacíamos de niños.
Paralelamente, yo había empezado a trabajar en un grupito de canciones con Sebastián Peralta, el tecladista de Kato. De todo el intercambio de conceptos con Juan, de las canciones que ya veníamos logrando con Seba, empieza a aparecer este grupo de canciones. Un par de ellas terminaron yendo para Mar dulce: El Mareo, que la hicimos con Juan y la cantó Gustavo Cerati y Ya no duele, que la canté yo.
En Mar Dulce la mitad de los temas son canciones – canciones. A partir de ahí yo entiendo que el concepto de Bajofondo se amplió y empezó a tener sentido un disco como éste, que eran puras canciones. Sin que fuera nada muy planificado, empezamos a hablar del tema con Juan y cuando Gustavo Santaolalla se incorporó a la producción, le da más sentido todavía.
¿Cómo se llega a “Bajofondo presenta a: Santullo”? ¿Por qué la mención desde el título?
Es una cosa que tiene que ver con un beneficio mutuo: a Bajofondo le sirve porque aparece una vertiente bastante diferente a lo que venía haciendo y a mí me sirve porque me vincula con un proyecto que plantea un nivel de rigor artístico y de producción que todo el mundo conoce.
Tiene que ver con que Bajofondo es un grupo que toca canciones pero también es un colectivo que genera música y que funciona como un paraguas para un montón de ideas, que para mí se resumen en una frase: música contemporánea del Río de la Plata. Si vos cumplís con esa idea, podés tener que ver con Bajofondo. Estas canciones, desde un principio, fueron pensadas como música contemporánea del Río de la Plata.
¿Así lo definís?
Sí, me resulta más fácil decir lo que no es, que lo que es. Tiene montones de cosas: hip hop, rock, pop, electrónica, tango, milonga, pero a la vez no es nada de eso. Es algo nuevo, distinto. A la vez, recoge muchas cosas que yo creo que están ocurriendo con la música en Europa. Yo te digo, tiene algo como de música electrónica inglesa, vos decís, estás loco. Bueno, en mi intención estaba, capaz que al final salió otra cosa.
Entre el primer y el segundo disco de Bajofondo no hay mucho que ver. El primero es más de laboratorio, centrado más en la música bailable. Con tango y todo, pero bailable. Ya el Mar Dulce hay temas como Fairly, que canta Elvis Costello, que no es nada bailable. Para mí, se produce un quiebre, se amplía el espectro. Mi disco no habría cabido en la primera etapa de Bajofondo.
¿Es un disco de solista?
No es de cantautor. No es Fernando Cabrera, que él compone, arregla, produce, tiene las canciones y las presenta. Por como es mi estilo, yo siempre trabajo con equipos de gente. Hay un imput de todo ese equipo que lo aleja de un típico disco de cantautor. Es mi disco, sí, pero para llegar al punto al que llegó, necesitó de un montón de gente.
Por eso no es Fernando Santullo. Es Santullo. Supervielle nunca dice “voy a tocar…”, dice, “Supervielle toca en tal lado”, hablando de su banda, no de él solo. Yo digo toca Santullo.
En junio se pudo ver un adelanto del disco en la Sala Zavala Muniz. Pero la presentación oficial es este viernes en La Trastienda. Desde el lunes 5 los ensayos, rigurosos, implican cinco horas diarias con toda la banda completa: Rodrigo Gómez en guitarra y voz, Roberto Rodino en batería y percusión, Daniel Benia en bajo, Matías Craciun en violín y Fran Nasser en teclados y coros. Los invitados previstos son Fernando Cabrera, Andrés Torrón, Juan Campodónico y Luciano Supervielle, además del Checo Anselmi en el contrabajo en un par de temas. Y por supuesto, Agustina Santullo.
Por ese concepto de Santullo, es que tenés un equipo fijo. Dos, en realidad.
Eso es lo ideal porque te ahorrás un montón de laburo. Aparte si encontraste gente con la que te sentís cómodo artísticamente, es un logro al que no es fácil de llegar.
No es viable es tener una única banda y moverla para los dos lados, porque es carísimo. Yo tengo un equipo con el que toco acá en Montevideo y Buenos Aires, donde nos vamos a presentar el miércoles 21. Y tengo otro grupo, más chiquito, para tocar allá.
¿En España lo vas a presentar?
Primero tenemos que sacar el disco.
Pero en España, por un lado, tienen otros tiempos y, por otro lado, Santullo no existe y Bajofondo existe apenas un poquitito.

La hija de Santullo, Agustina, empezó a cantar Intacto -uno de los 14 temas del disco- como un juego hasta que el padre, orgulloso y sorprendido, la invitó al estudio de grabación.
¿Cómo te sentís respecto a Agustina?
Yo no quiero que ella se sienta en la obligación de hacer absolutamente nada. No tiene ningún interés en dedicarse a hacer algo relacionado con la música, lo cual me parece perfecto. Quiere ser veterinaria o astronauta, como todos los niños a los 10 años. Si algún día llega a hacer música, que sea porque le dé la gana, pero no porque yo le insista. No me gustaría ser uno de esos padres pirados que van a gritarle al árbitro los fines de semana en el baby fútbol; me parece lamentable poner en tus hijos deseos y frustraciones de uno.
He tratado de ser súper respetuoso y no imponerle nada. Antes de cantar, empezó a preguntarme cómo se sentía el escenario, si se veía a la gente, si la veían a ella… Después le pregunté si le gustaría cantar en vivo. “Sí, podríamos ver…”. Ella ya había grabado el disco, pero tocar en vivo es otra cosa. Yo creo que se divierte, mientras lo haga como un juego me parece bien.
A pesar de que sos el padre, ¿podés decir cuánto pesó el tema de cómo rapea, cómo canta, cómo es su voz?
Soy el padre pero también soy amigo de mucha gente que tocó cosas que no quedaron.
Lo que hace Agustina está muy bueno. Rapea perfecto, tiene una dicción perfecta, se le entiende todo lo que dice, no se va de tiempo, no se mueve de nota. Esas cosas las hace naturalmente y me imagino que un poco por haber crecido en una casa donde hay música en todo momento. Si no fuera intachable artísticamente lo que hizo, capaz que no estaba en el disco.
¿Cuánto creció Fernando Santullo artísticamente? Desde LMental hasta Santullo…
Yo ahora escucho más heavy metal que en la época del Peyote. Pero me dan ganas de escribir otra música; hace 10 años quería hacer rock, rock duro, era lo que más me colgaba. Yo cuando arranqué en Peyote tenía 25, 26 años y toqué hasta los 31, 32. Las cosas que tenía ganas de decir, calenturas, alegrías o tristezas, no eran las mismas que después. No quiere decir que haya aprendido algo en el proceso. Capaz soy igual de pelotudo que antes.
En el medio estuvo Kato, que funciona como puente. Tiene cosas heavys pero también tiene canciones donde el narrador ya está contando cómo se siente: el tipo está reflexionando. Y Santullo es eso, bastante más desarrollado. Es un tipo que reflexiona de forma más o menos poética sobre quién es él, a dónde va, a dónde fue.
Yo lo definía: LMental es un tipo que iba de tarde, a pleno sol, pegando gritos por la calle y relajando a todo el mundo. Santullo va de noche, chiflando bajo, como quejándose y rezongando por lo bajo.
Desde mi perspectiva, yo no noto quiebres. Pero imagino que si alguien no escuchó Kato y lo último que vio es el video de Mal de la Cabeza, va a pensar que a este tipo le están dando alguna droga para mantenerlo tranquilo.
¿Cómo te enfrentás con Santullo en vivo? En la Zavala Muniz mantuviste, casi durante todo el show, la mirada en el piso y pocas veces te enfrentaste a las cuatro plateas. ¿Es timidez?
Yo soy súper tímido en las situaciones sociales en corta distancia. El Peyote suena como una aplanadora de ruido, ahí es más fácil ponerse a gritar a tono con la situación. La Zavala es una sala complicada porque no tenés parte de atrás y tenés que estar girando: yo intenté mirar a todas las tribunas. Pero también es verdad que estas canciones son un poco más expuestas porque hablo más de cosas internas que simplemente decir “vos sos esto, y sos lo otro, y estos burgueses…”. En las letras del Peyote me dejé el alma escribiéndolas, no son sólo puteadas. Las de Santullo son una cosa más sofisticada, en el sentido de que hay un laburo más afinado y también un laburo más armónico en la música que estaba componiendo. Había letras que eran medio bufarronas que no las incluimos en el disco porque se salían completamente del tono general del disco. Igual Santullo no es ningún tipo simpático ni ningún tipo alegre. “Autómatas del vicio, en trajes de negocio”… Se queja de los que le hacen el juego a los políticos, pero rezongando y no a los gritos.
¿Por qué elegiste el tema de Estómagos, Solo, para incluir en tu disco?
Este disco resume un poco mis gustos e influencias musicales. Aparecen cosas como de Jaime Roos, cosas como de Cabrera. Los Estómagos fue una banda que a mí me gustó mucho, mucho. Además coincidió con mi llegada a Uruguay desde México. Esa canción reflejaba bastante el estado de ánimo que yo tenía cuando llegué. De un lugar que no tenía invierno, llegué en pleno invierno a Uruguay en el 85. Fue como todo un shock climático y también cultural. Yo terminé el liceo y, pum, corté con todos mis compañeros y me vine para acá. En junio tenía 30 amigos y en agosto estaba acá solo como un perro. El tema se llama Solo. No hace falta explicar más.
¿Cómo ves la receptividad del público?
En Argentina, en la primera semana, el disco vendió 3.000 copias. Acá no sé cómo van las ventas.
La crítica ha hablado, en general, bien del disco.
¿Eso te tranquiliza?
No necesariamente. La crítica siempre le dio con un fierro al Peyote y el público siempre pensó otra cosa. El que se compre o se deje de comprar un disco por lo que dijo un crítico, bueno, que se joda. Yo sólo confío en mi gusto. ¿Cómo hacés eso? Bueno, buscá mucha música, escuchala y descartá.
En la Zavala, cuando tocaste el último tema y te pidieron otra, dijiste que iban a hacer una canción más pero aclaraste que no era Mal de la cabeza. ¿Creés que te siguen identificando con Peyote?
Creo que no, pero no me importa. Es parte de un proceso, en algún momento alguien se aburrirá de decirlo. Ojo. Yo en este momento como que no tengo mucho interés en tocar nada de Peyote, pero anda a saber si de repente dentro de dos años… Peyote tiene temas que encajarían perfectamente en el repertorio de Santullo, Cable pelado por ejemplo.
Lo de Mal de la cabeza fue una broma sobre algo que estaba en el aire, porque un amigo gritó algo. Ojo. Esto no quiere decir que en algún futuro podamos tocar…
Son como dos momentos distintos: ahora Santullo, en noviembre, Peyote.
Son dos cosas totalmente distintas.
Es lo que hablaba con Rodrigo (Gómez). Él me preguntaba que se me dio por tocar Peyote y yo le decía, porque desde que salió Terraja tocamos sólo cinco veces: el disco salio en agosto o setiembre del 98 y en enero del 99 ya estábamos disueltos.
Cuando nos invitaron al Pilsen Rock dijimos que sí porque podíamos hacer ese show que nunca hicimos.
¿El Pilsen Rock los terminó de convencer para hacer el show de noviembre?
Yo cuando fui al Pilsen quede asombrado. La gente se sabía las letras. ¿Qué carajo pasa?, pensaba.
¿Pero no preveían esa expectativa? Iban a cerrar el Pilsen…
Es que cuando hablamos con Claudio (Picerno) no sabíamos que íbamos a cerrar. Yo pensé que íbamos a estar ahí a media tabla, no tenía ni idea. De repente Juan o el Pepe lo podían percibir mejor porque estaban acá, pero yo no. Yo estoy en Barcelona y la música que hago, la hago en el cuarto chiquito de mi casa. No tenia ni idea. Veía algo en internet pero pensaba que era un pirado con cuatro amigos. Y no. Eran decenas de miles de personas cantando temas del Peyote. O sea que los estuvieron cantando estos 10 años.