La declaración de Almagro: “una isla pequeña con dos países”
Una comisión técnica de la OEA visitó Haití y República Dominicana para analizar la situación migratoria entre ambos países. En esta semana el organismo presentará un informe, anunció Almagro.
El secretario general de la OEA dijo que se necesita avanzar en una solución definitiva a este problema en una entrevista con CNN, el miércoles 15.
“La solución definitiva implica que ambas partes acuerden en variables fundamentales para atender el tema de la migración. Es una isla y, generalmente, cuando es una isla no hay dos países, hay uno solo aunque sea grande como Australia. Esto es una isla pequeña con dos países, con realidades sociales muy diferentes, con realidades económicas muy diferentes, con realidades políticas muy diferentes”, dijo el secretario general de la OEA en la entrevista. “Los temas de migración no se detienen en el país donde se recibe la migración, se detienen en el país donde surge. En este caso Haití (…) Este tema afecta la vida de miles de personas, que merecen ser respetados en sus derechos políticos, sociales, económicos, civiles y culturales”, agregó.
El rechazo dominicano: “una expresión de ignorancia”
Las declaraciones de Almagro recibieron el rechazo oficial de la Cancillería dominicana este viernes 17. La polémica se da en el medio de acusaciones cruzadas entre ambos países arrestos y deportaciones de haitianos.
“Una afirmación como esta no solamente es una expresión de ignorancia total de la geografía política mundial, y del pasado y el presente de la República Dominicana y la República de Haití, sino también un acto de imprudencia extrema en su condición de ejecutivo de un organismo hemisférico como la OEA. Luis Almagro, con sus declaraciones ha entorpecido el proceso que debiera jugar la OEA en la región, ha establecido un precedente funesto para ese espacio multilateral”, sostuvo el canciller dominicano Andrés Navarro.
Los dominicanos afirmaron que estas declaraciones condicionan el informe técnico que presentará la OEA en la próxima semana y cuestionaron la independencia de Almagro para emitir un juicio sobre el tema. Además, le cancelaron una reunión que la OEA les solicitó en Washington.
“Conocemos, desde antes que fuera electo como secretario general de la OEA, la opinión negativa que ha mantenido Almagro en torno a la política migratoria de nuestro país; sin embargo, esperábamos que, dada su actual posición, actuara con equilibrio y justicia”, sostuvo Navarro.
El canciller dominicano dijo que por ahora no hay posibilidad de diálogo entre su país y Haití, mientras “continúen los ataques y el plan de descrédito del gobierno haitiano”.
También señaló que tampoco la OEA podrá mediar en el tema por las declaraciones de Almagro. “La política migratoria de la República Dominicana es competencia exclusiva de nuestro país, y no aceptaremos ninguna acción de injerencia de persona ni de organismo alguno”, agregó.
La carta de Almagro al canciller dominicano
El mismo viernes, Almagro le escribió una carta al canciller dominicano. “No expresé en ningún momento la posibilidad de unificación de los dos países”, aclaró. “Jamás se me ocurriría semejante posibilidad. No puede haber concepto más ridículo, ni más lejano de mi pensamiento”, agregó.
Almagro transcribió sus declaraciones textualmente y reiteró su voluntad de que “ambos países” cooperen en un tema tan importante.
El “río masacre” y el perejil
Hay un momento de la historia que cambió la relación entre ambos países de la isla Española, separados por el río Dajabón. Pero ese río es más conocido como “río masacre”, porque desde que españoles y franceses se disputaban la isla, ha sido el escenario de sangrientas batallas.
La última masacre fue en 1937. Luego de años de crisis, el dictador dominicano Rafael Trujillo responsabilizó a sus vecinos de los problemas económicos de su país. Consideraba que había una “invasión” de haitianos que cruzaban a trabajar a su país. Esto terminó llamándose la "masacre del perejil", porque los soldados dominicanos llevaban una rama de perejil y le pedían a los haitianos que pronunciaran la palabra. La lengua de los haitianos es el creole, que es una deformación del francés, y les resultaba difícil. Aquel que lo decía mal, era asesinado. Decenas de miles de haitianos murieron.
En la actualidad, los dominicanos son celosos de su frontera con Haití y la intervención de la OEA no es algo que les genere simpatía. Sus vecinos pueden pasar en las horas y los días que ellos definen. No todos cruzan libremente cada día y algunos haitianos dicen que son maltratados del otro lado de su país.
En el norte de la isla está la ciudad de Ouanamithe (Haití) y del otro su vecina dominicana que lleva el mismo nombre del río. Hoy están separadas por un puente con portones en las dos puntas. Las migraciones de ambos países controlan el pasaje de personas durante todos los días, pero los viernes y lunes de ocho a cuatro de la tarde las puertas se abren y por allí pasa el que quiere con lo que quiere. Maní, arroz, gallinas, lentes, teléfonos celulares, verduras, ropa, sillas y mesas de PVC, bebidas, electrodomésticos y más. Todo se transporta en carretas y carros a tracción humana o en la cabeza.
Antes el comercio era bilateral, pero ahora son solo los haitianos que van hasta la feria -Mercado fronterizo de Dajabón- del lado dominicano a vender o comprar productos. Desde las siete de la mañana esperan con sus bolsas cargadas o con cajones vacíos listos para ser llenados. Del lado haitiano en Ouanamite esperan camiones vacíos.
El puente está lleno e incluso algunos están colgados de lado de afuera de la baranda. A las ocho las puertas se abren. Los haitianos corren y no se aplica el criterio mujeres y niños primero. Son hombres, mujeres y niños que corren a la par. Y si uno cae, nadie frena.
Otros bajan y cruzan por donde el río está seco o si no aprovechan las zonas en que el agua no pasa los tobillos. Después trepan una barranca de dos metros.
Rony trabaja como guía en la frontera. En 2012, durante una visita de 180 a Haití, contó que los jefes de Migración lo conocen y siempre lo dejan pasar. "En la frontera solamente hay haitianos pasando miseria, buscando trabajo, pero no hay. Muchos quieren entrar a Dominicana, pero solo a veces los dejan. Del otro lado hay un coronel que a veces le gusta ver a los haitianos y a veces no", dijo.
Al mediodía hay 40 grados sobre el puente. Los haitianos siguen corriendo bajo el sol. Pasan con cajones con gallinas vivas, muchas son llevadas por mujeres que se lo colocan en la cabeza y con la columna en posición recta logran el equilibrio perfecto para no necesitar las manos. Mientras, hombres y niños tiran de carretas que en Uruguay solo pueden los caballos.
Hoy los haitianos no controlan su frontera. Los uruguayos que están allí por las Naciones Unidas tienen como función evitar que haya disturbios o enfrentamientos entre los pobladores, pero no fiscalizan qué entra o sale del lado haitiano.
Otro de los que trabaja en ese puente es Juny. Él es "mototaxi" y por 50 gurds (algo más de un dólar) lleva hasta tres personas de Ounamithe a Fort Liberté, el pueblo más cercano. Hace tiempo que no va más a Dominicana a trabajar porque no tiene pasaporte y sabe que si lo encuentran es complicado. "Yo soy nada más taxi, aunque solo los viernes hay trabajo y los otros días no hay nada. A veces los haitianos pasan mucha vergüenza delante de los dominicanos, nos tratan igual que animales. Por eso yo no piso más allá. A veces entraba y nos caían a golpes, nos maltratan", afirma.