Triste, multitudinario y final

Peñarol jugó su mejor partido en la temporada pero quedó afuera de la Sudamericana tras fallar tres de cuatro penales. Luego de estar 2 a 0 arriba Estudiantes descontó y forzó la definición, en la que Carlos Núñez y Fabián Estoyanoff patearon como principiantes. Jorge Rodríguez erró el penal definitivo.

Actualizado: 23 de octubre de 2014 —  Por: Diego Muñoz

Triste, multitudinario y final

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Se adelantó fin de año para Peñarol. Y no hay champagne ni pan dulce. Tampoco ningún motivo para celebrar. La última esperanza se acaba de ir en esa tanda de penales infame, que el equipo encaró con jugadores imprevisibles, llenos de incertezas. Porque cuando en el Estadio se supo que Carlos Núñez remataría el segundo penal, que después iría Fabián Estoyanoff y que Jonathan Rodríguez quedaba para patear el quinto, la incredulidad se apoderó de casi todos.

Esa multitud que acompañó al equipo contempló cada penal. El que Sergio Orteman ejecutó con certeza, los que Núñez y Estoyanoff remataron como principiantes y el que Japo Rodríguez pateó rendido.

Esa tanda de penales que Peñarol encaró sin convicción ninguna, en contraposición con toda el convencimiento que mostró en 65 de los 90 minutos.

Peñarol jugó el mejor partido del semestre basado en la concentración, la intensidad y el ímpetu. Esas características le permitieron superar a Estudiantes en buena parte del desarrollo. Sin embargo, no pudo eludir sus propios baches futbolísticos y emocionales.

Salió el equipo dispuesto, rebelde, con tensión competitiva. Tomó el partido como una cuestión de amor propio y consciente de que la Sudamericana era su tabla de salvación. El despliegue Carbonero minimizó a Estudiantes. Lastimó por izquierda, desde donde fluía el fútbol con los encuentros entre Diogo Silvestre, Japo Rodríguez y Marcelo Zalayeta.

Con un poco de juego, bastante de presión y mucho de arrebato, Peñarol hizo recular a los argentinos.

Fue por izquierda por donde llegó el gol. Una falta que ejecutó Antonio Pacheco y cabeceó en el primer palo Gonzalo Viera a los 22.

Pero la principal virtud de Peñarol terminó siendo un defecto. A la hora de distribuir la pelota fue incapaz de disminuir el ritmo vertiginoso que ponía para recuperarla. Sus defensas y su volante central no diferenciaron una cosa de la otra y buscaron pasar el balón sin tomarse una pausa. Esto determinó errores constantes en los pases que permitieron a Estudiantes atacar de contragolpe.

Los argentinos se mostraban desconectados en ofensiva. Les costaba avanzar con criterio, desbordaban poco y mal y sus delanteros eran bien controlados por los zagueros adversarios. Funcionaba Peñarol como un equipo, jugaba el partido planificado por Jorge Fossati y estaba cómodo en la cancha.

Sobre el final del primer tiempo Pacheco y Diogo Silvestre armaron una jugada por derecha y a la velocidad de la luz Jonathan Rodríguez entró por el medio para el 2 a 0.

Con un resultado que clasificaba a Peñarol se salió a jugar el segundo tiempo. El técnico Pellegrino abrió la cancha con Cerutti y Estudiantes empezó a emparejar el trámite.

Ya no estaba tan cómodo el Carbonero, que debió retroceder algunos metros en el campo. Diogo Silvestre no pudo subir con frecuencia, los volantes no conectaban entre sí ni con los delanteros y Jonathan estaba demasiado aislado. Cuando vio que se le venía Estudiantes, Fossati sacó a Pacheco y puso a Sergio Orteman para reforzar el mediocampo. Pero la variante no fue efectiva porque Orteman estuvo perdido en el campo y errático con el balón.

A pesar de que las condiciones del juego habían variado Estudiantes no generaba peligro. Se mostraba Peñarol firme en el fondo, intenso para defender. Pero aquellos desaciertos provocados por la velocidad a la hora de salir del fondo propiciaron un nuevo contragolpe que Guido Carrillo transformó en el descuento a los 66.

Con el gol Pincharrata se despertaron todos los fantasmas. Incapaz de corregirse, de sobreponerse, de variar el guión, los jugadores se quedaron sin ideas. Fossati asumió riesgos y trató de potenciar el ataque para ganarlo en los 90. Armó la ofensiva con Jonathan, Estoyanoff y Núñez, pero la pelota casi no llegó.

En la difícil decisión de ir por la clasificación directa a riesgo de quedarse sin nada o tomar recaudos para llegar a los penales, los jugadores eligieron lo segundo.

Ni bien Hilario Navarro atajó el tercer penal la gente comenzó a desandar en silencio el camino por el que llegaron. Silbando bajito, mirando el piso, pateando piedritas. Sabiendo que se terminó el año mucho antes de lo esperado. Y que no hay ni una mísera copa para levantar.

Goles de Peñarol y tanda de penales en #futbolx180