Diego Muñoz

Suárez siempre puede

“Vos podés”, le dijo Sofía a Luis Suárez. Esas palabras que escuchó a los 15 años le cambiaron la vida.

Actualizado: 04 de noviembre de 2014 —  Por: Diego Muñoz

“Sofía se iba para España. Estaba decidido y no había vuelta atrás. Se habían ennoviado un año antes, cuando él tenía 15 y ella 12, pero en poco tiempo era ya un pilar fundamental de su vida. Lo había cambiado completamente, transformado. Lo había renacido. Porque era la primera persona que, manifiestamente, había creído en él. La primera que expresamente le había dicho “vos podés”. Y eso lo había cambiado, lo había encauzado, lo había hecho plantearse objetivos y sentir que los podía lograr. Y ahora se iba. Emigraba, de Uruguay, de él”. Así empieza el capítulo Luis Suárez: La actitud, del libro ‘Vamos que vamos’ de Ana Laura Lissardy.

Sofía creyó en la aventura de Luis. Incluso antes que él. Y lo desafió. Fue uno de tantos. Porque así fue la vida de Suárez. De desafío en desafío.

Nació en Salto, en una familia muy pobre. Vivió en una casa que daba a los fondos del cuartel en el que trabajaba como soldado su papá. Junto a sus hermanos, Luis recolectaba naranjas del patio del cuartel para cambiarlas por otros alimentos.

Cuenta el periodista Leonardo Haberkorn en la revista chilena Qué Pasa que la pobreza se agravó cuando la familia emigró a Montevideo. Sus padres se divorciaron y los niños se quedaron con su madre. Vivían hacinados en una pieza de pensión y mientras su madre trabajaba Luis y sus hermanos pedían comida en las panaderías.

En esos primeros años, en los que las personas comienzan a formar su personalidad, en los que se moldea el carácter, Suárez luchó para sobrevivir.

A los 14 años llegó a Nacional. Entre muchas posibilidades se decidió por el equipo que lo hacía reír y llorar. En el primer año no se destacó demasiado, incluso había varios que no le veían demasiado futuro. Pero a los 15 Sofía lo puso a prueba. Como antes lo había hecho la vida.

Supo Suárez que no había opción. Estaría al lado de Sofía a través del fútbol. O no estaría.

Su ascenso futbolístico fue meteórico. Lo hizo debutar el 3 de mayo de 2005 Martín Lasarte en la Libertadores, el 10 de setiembre hizo su primer gol ante Paysandú y a mitad del 2006 el Groningen preguntó por él. A Suárez se le iluminaron los ojos. Significaba acercarse a Sofía. Con 19 años armó las valijas y se fue a Holanda. No le importó llegar a un país desconocido, que habla otra lengua y que tiene distinto clima y costumbres. Estaba ante otro desafío.

“Siempre se mostró muy atrevido en el uno contra uno, siempre trata de poner la pelota detrás del defensa que lo marca. Eso lo lleva a perder muchas pelotas pero cuando logra pasar, casi seguro que es gol. Es muy difícil que Luis termine un partido sin tener situaciones de gol. Y aunque a veces pueda tener una racha en la que no convierta, siempre arriesga”, lo definió para 180 el técnico uruguayo, Óscar Tabárez.

Del Groningen pasó al Ajax y de ahí al Liverpool. Fue ídolo en los tres clubes. Mientras, se metió en el corazón de los hinchas uruguayos que primero lo disfrutaron en el Mundial de Sudáfrica, un año más tarde en la Copa América de Argentina y que siguieron los partidos de la Premier como si fuera la liga local. Los mismos que imploraron por su recuperación antes del Mundial y al que los embargó una profunda desazón cuando mordió a Chiellini.

Tras el mordisco a Ivanovic en el partido frente al Chelsea en 2013, la BBC entrevistó al sicólogo deportivo Thomas Fawcett. Después de revisar las grabaciones, Fawcett declaró que el mordisco fue una "respuesta primitiva" en la que las emociones superaban al proceso racional. "Esto no es planeado", le dijo Fawcett a la BBC, "es una respuesta emocional espontánea. Lo hace por impulso".

Es que aquellos años de lucha, de rebeldía, de perseverar para salir adelante, moldearon al hombre y al futbolista. Sin esa postura ante la vida, Suárez no hubiese llegado hasta donde llegó. Sin su capacidad de superación, sin su rebeldía, sin su grado de competitividad, no estaría donde está.

Ahora tiene otro reto. Mucho más agradable que los primeros, igual de desafiante que todos. Llegar a uno de los clubes más importantes del mundo, jugar con esa camiseta que se colaba en sus sueños de volver a abrazar a Sofía. Suárez se lo toma con naturalidad. Porque nació para superarlos.



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