Tato López

Doce años

Ney Castillo, que ha declarado tener la mente puesta en la Fundación Pérez Scremini —pediatría oncológica—, que ha sido aspirante eterno a la presidencia de la Asociación Uruguaya de Fútbol y que en las pasadas elecciones municipales fue candidato por el Partido Colorado a la Intendencia de Montevideo y volverá a serlo en las próximas, ha cumplido doce años en la presidencia de la Federación Uruguaya de Básquetbol.

Actualizado: 29 de julio de 2014 —  Por: Tato López

En el año 2002, al asumir funciones en la Federación, una de sus primeras decisiones fue negociar los derechos televisivos con Tenfield, cosa que el presidente anterior se había mostrado muy cauto en concretar. El contrato tenía cláusulas que en su momento les permitieron a algunos empleados de la empresa afirmar “nos compramos el básquetbol”. Una de ellas era que solo se podía cambiar el calendario y la forma de disputa de los torneos si Tenfield estaba de acuerdo, lo que dejaba la puerta abierta para que la sociedad anónima hiciera valer los puntos de vista que emergieran de sus intereses, que supongo se limitan a tener un producto televisivo vendible y poco más. La Federación, que es la que debe velar por el desarrollo del básquet, quedaba relegada en su objetivo fundacional.

Los primeros años Tenfield metió constantemente la cuchara; luego tan solo de vez en cuando. Con el paso del tiempo la sui generis relación dio como resultado constantes cambios de formato y reglamentación de los torneos, a tal punto que casi nunca se jugó una temporada igual a la anterior, lo que genera confusión y desinterés. Luego de doce años de experimentos, la próxima temporada también vuelve a cambiar.

Uno de los objetivos de Ney, para el básquetbol, ha sido la creación de una liga nacional. Se dejó de lado el histórico federal, se jugó la liga con buen suceso por dos temporadas, quedó claro que el potencial existe, y poco a poco volvimos al federal montevideano, que ahora se llama Liga Uruguaya de Básquetbol. Los equipos del interior desaparecieron. Ney sabía lo que quería, pero no sabía cómo hacerlo, y sigue sin saberlo.

El calendario se completó con otro cambio histórico: el torneo montevideano de segunda de ascenso pasó a llamarse Metropolitano y, en vez de jugarse en paralelo con la principal competencia —Torneo Federal en aquel entonces—, ahora se disputaría a continuación de la Liga. El principal motivo de esta decisión fue completar diez meses de producto basquetbolístico para la pantalla de Tenfield.

Lo curioso fue que esta nueva competencia capitalina daría ascensos a la Liga Uruguaya, cuando lo lógico para nutrir a una competencia nacional habría sido crear un torneo nacional de ascenso que se disputara en todo el país.

Uno de los principales argumentos utilizados para inventar el Metropolitano fue que se reglamentaría para que tuvieran participación activa “los jóvenes” y así pudieran desarrollarse. Desde un primer momento la realidad demostró que el invento era contraproducente: los meses de competencia coincidían con la preparación de selecciones de formativas y la disputa de los torneos internacionales de formativas. Eso no permite que se juegue el Metro con normalidad ni que se preparen bien las selecciones, lo que atenta contra ¡el desarrollo de los jóvenes!

Otra de las consecuencias fue que varios equipos del Metro, año a año, restaron atención a sus formativas para nutrirse de las formativas de los equipos de la Liga, que tienen los mejores proyectos del país. Esta realidad llevó a que cuatro instituciones de la Liga —Biguá, Malvín, Defensor Sporting y Hebraica— reclutaran con avidez, reduciendo a unas pocas las instituciones que trabajan bien en formativas. Pero, a su vez, los pichones de esos equipos se encuentran taponeados por sus pares de la categoría formativa inmediatamente superior y, lógicamente, por los planteles de mayores hipercompetitivos, armados para ganar la Liga.

¿Quién me puede nombrar los talentos de las nuevas generaciones que serán dirigidos por las nuevas camadas de entrenadores? El básquet parece haberse deforestado. ¿No será que en cinco, siete años, cuando Ney ya no esté, las malas decisiones de todos estos años se transformarán en resultados deportivos negativos?

La selección mayor, bajo la presidencia de Ney, también ha tenido sus particularidades. En el 2003 realizó una corta gira por Europa que daba a entender que era el inicio de una nueva forma de prepararse. Fue la primera y la última, pero lo que sí tuvo continuidad fueron las voces de los jugadores pidiendo mejores condiciones de preparación. Del 2003 a la fecha Ney nombró seis entrenadores nacionales, período que se caracterizó por no haber obtenido ningún título —incluyo formativas— ni haber clasificado a ninguna olimpíada o mundial —incluyo formativas—.

La Federación, sin Ney, organizó en 1988 un preolímpico y en 1997 un premundial. En menos de una década disfrutamos de dos competencias donde vivimos el mejor básquet de América. En los doce años de Ney, el único torneo que tuvo la selección mayor de local fue el Sudamericano del 2003.

Pero lo más particular de las selecciones de Ney han sido sus intervenciones directas con los jugadores, creando un clima pésimo para ser parte del equipo. A Jayson Granger, que actúa con éxito en el mejor básquet de Europa, le escribió una carta abierta donde le echó en contra a toda la nación basquetbolística. Lo mismo, en su momento, pasó con Batista. Cartas abiertas de tono paternalista que pretenden mostrar una superioridad en el proceder. A mí también me dirigió una de sus cartas —difundida ampliamente por algunos periodistas de Tenfield—, solo que en vez de ser paternalista me avisó que podía contar hechos que me involucraban, que hasta el momento había preferido callar. Estas cosas nunca habían pasado en el básquet uruguayo (en 1976 me convocaron por primera vez a una preselección nacional).

A esto hay que sumarle lo sucedido en el Preolímpico 2011 de Mar del Plata, donde Ney expuso a Batista por una falta disciplinaria que él mismo se encargó de constatar; pero no termina aquí, porque Ney fue uno de los que formaron la opinión de que los resultados negativos se debían a la mala relación entre Batista y García Morales-Osimani, cosa que los exitosos profesionales internacionales desmintieron en una entrevista conjunta. No recuerdo un presidente de la FUBB o de la AUF, del básquet argentino o estadounidense, del badmington paquistaní o del críquet indonesio, que barriera hacia afuera la interna de su selección.

¿Por qué dejó Gerardo Jauri su puesto de entrenador nacional? ¿Y Pablo López? El año pasado Ney quiso que el entrenador español Mateo Rubio fuera parte del cuerpo técnico del entonces entrenador nacional, Pablo López. En marzo de este año, en medio de las finales de la competencia doméstica, dejando a un lado a López —que luego sería campeón—, nombró a Rubio entrenador nacional. Lo insólito es que este nunca llegó a dirigir. Dos meses después Ney nombró al argentino Capelli responsable de la selección. De Jauri a Capelli pasaron menos de tres años y muchos puentes por encima del agua.

¿Que pasó con el futurístico Tatú Celeste? Ney, desde la presidencia de la FUBB, impulsó la construcción de un megagimnasio de última generación para eventos deportivos, musicales, culturales, etc., con capacidad para nosecuántos miles de personas, que generaría ganancias para la Federación. Presentación de la superidea con maqueta y todo, el proyecto lo llevaría adelante un arquitecto uruguayo que reside en el exterior. Ney insistía en que había que levantarlo en el parque Batlle, luego que se haría en el parque Roosevelt… De lo que nunca se habló fue de la necesidad de la Federación de disponer de instalaciones propias —gimnasio con concentración—, donde pudieran tener un hogar para prepararse nuestras selecciones nacionales de formativas y la mayor, y no andar entrenando un día aquí y otro allá. En el 2014 estamos como en el 2006, el 2003, 1990, 1960… El jamás concretado Tatú Celeste no era una necesidad de la FUBB. El gimnasio propio sí lo es.

Pero de todo lo negativo transitado en estos doce años nada se compara con los trágicos picos de violencia vividos en las canchas del apasionado y familiar básquet uruguayo.

Quizás lo que está pasando es que Jayson Granger, Esteban Batista, Leandro García Morales, Martín Osimani, Gerardo Jauri, Pablo López, la Asociación de Entrenadores, etc., no tienen la capacidad para seguirle la cabeza a Ney. Quizás los basquetólicos somos unos incapaces y deberíamos definitivamente entregarnos al soberbio talento de los poderólicos. Quizás sí, quizás no.

La realidad dice que la distancia entre el primer mundo del básquet y el nuestro, que ya en el 2002 era amplia, durante estos doce años se ha agigantado. ¿Cómo se construyó esta realidad? La respuesta, quizás sí, quizás no, podamos encontrarla en el primer párrafo de esta columna, que dice así: “Ney Castillo, que ha declarado tener la mente puesta en la Fundación Pérez Scremini —pediatría oncológica—, que ha sido aspirante eterno a la presidencia de la Asociación Uruguaya de Fútbol y que en las pasadas elecciones municipales fue candidato por el Partido Colorado a la Intendencia de Montevideo y volverá a serlo en las próximas, ha cumplido doce años en la presidencia de la Federación Uruguaya de Básquetbol”.



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