El movimiento estudiantil en Chile contado por "inútiles subversivos"

El director de "El vals de los inútiles", Edison Cájas, opta por mostrar el movimiento estudiantil de Chile en 2011 desde la perspectiva de dos personajes que no son de los que militan 24 horas al día por la causa."Me interesaba mucho que no fueran los dirigentes de los grupos, no fuera la gente que aparecía en televisión, no el que daba las cuñas", contó el director a 180.

Actualizado: 29 de julio de 2014 —  Por: Lucía Gutiérrez

El documental se estrenó en mayo de este año en Chile y esta semana se presenta en Montevideo en el marco del DocMontevideo. La función será este martes 29 de julio, a las 21 horas, en la Sala Zavala Muniz.

¿A qué hace referencia el título del documental “El vals de los inútiles”?

Es una frase de un político de derecha en Chile, Carlos Larraín, que en el momento de las marchas en 2011 dice ‘la gente que está protestando, la gente que está marchando es una manga de inútiles subversivos’. Presidente del partido Revelación Nacional, el partido más de derecha en Chile, que vienen con todo un discurso desde la represión de Pinochet, pero también tienen una cosa rara como neoliberal. Para ellos la educación era un negocio más, entonces cuando empiezan a ver a la gente marchando dicen son inútiles porque no están en el colegio, porque no están trabajando. Y yo no la pude poner en el documental porque este tipo muy inteligentemente compró todos los derechos de su cuña y la borró de los diarios, nadie puede ocuparla, como con la música. La dijo en la tele, lo replicaron en muchos diarios y el tipo hizo una demanda y ganó.

El vals se hizo igual, ¿cuándo surge la idea de plasmarlo en un documental?

Nace a la par con el movimiento estudiantil, que es en mayo del 2011. Empiezan a tomarse los colegios, empiezan a marchar miles de personas todas las semanas y a generarse una especie de atmósfera que nunca se había vivido en Chile desde los 80’, cuando Pinochet estaba en el último año de la dictadura. Un amigo me invita a grabar una cosa que se estaba haciendo en el centro de Santiago que era una corrida alrededor de La Moneda, iban con una bandera negra que decía ‘Educación gratis ahora’, una cosa así. Le dije que sí, pero sin la idea de hacer un documental. En ese momento era un registro para los chicos, para ayudarlos, para subirlo a YouTube y que la gente lo viera. Empezamos a grabar y a la semana ya nos dimos cuenta que había una cosa súper distinta, que había una energía especial porque no estaban corriendo únicamente los estudiantes sino que corría gente muy mayor, niños, familias completas, se empezó a sumar toda la ciudadanía y a los dos meses ya era una cosa súper importante y mediática. Ya aparecía en la televisión y la gente que corría lo hacía con consignas, hacían performances; y todo esto en el contexto de la mayor protesta desde la dictadura por el lucro de la universidad. Así surge.

Y se fue haciendo sobre la marcha…

Claro, empezamos a hacer el guión y era muy difícil armar una historia que no sabíamos dónde iba a terminar, era muy pronto para hacer una película. Entonces empezamos a grabar mucho, en la marcha, algunas tomas en los colegios, pero sin la idea de una estructura todavía. Entrevistamos a mucha gente en la corrida y ahí conocí a Miguel Ángel, el protagonista mayor. Estaba súper emocionado cuando corrió y me dijo que él había corrido en ese mismo lugar, pero perseguido por los militares en el 76’. Ahí algo me hace un click y me doy cuenta que esta no es la historia de los estudiantes solamente sino que tiene que ver con todo el pasado reciente de Chile, cómo esta protesta estudiantil refleja la protesta de gente como Miguel Ángel que tenía 20 años en los 70’ y que quedó truncado, con una violencia inusitada. Entonces ahora estaba este foco de estudiantes que arrastraban a estos jóvenes pasados a hacer lo mismo. Y así fue que pensamos hacer la historia de este señor y la de un estudiante y aparece Darío; que también estaba corriendo. Era el más chico que corría, había corrido mucho rato, como ocho horas, Forest Gump.

¿Se conocían los dos personajes?

No, son dos historias paralelas, nunca se topan visualmente, no se encuentran nunca en la película. Se conocieron en el estreno del documental. Pasamos como un año intentando este paralelo, porque al principio habíamos entrevistado a mucha gente. Nos metimos al colegio de Darío, que fue donde estudié yo también, un colegio súper emblemático, el más antiguo de Chile, que había tenido una historia importante de revoluciones, pero había perdido importancia con la dictadura, se lo toman los militares y el colegio pasa a la historia porque empieza a transformarse como en una especie de regimiento, preparando gente exitosa para ingeniería, derecho, pero sin esta vocación pública que debería tener. Y con este movimiento el instituto vuelve a retomarlo.

¿Qué tienen en común Miguel Ángel y Darío, además de su participación en las corridas?

Tienen una cosa en común que me interesaba mucho y era que no fueran los dirigentes de los grupos, no fuera la gente que aparecía en televisión, no el que daba las cuñas. Miguel Ángel más bien era un tipo que tenía voluntad y que andaba pintando las calles, pero no el dirigente. Y Darío es por excelencia el chico promedio del curso, el que observa, el que no sabe muy bien si ir a la fiesta o ir a la toma, el que no tiene idea mucho de qué se trata el movimiento, pero de alguna forma empieza a participar. Entonces me sirvió mucho en ese sentido porque es como que nos va abriendo la película, vamos viendo todo el tiempo a través de sus ojos. Y es el descubrimiento que tuvimos también como equipo al darnos cuenta de que este no era un movimiento que pequeño que pensábamos. Eso los define a ellos dos, además de estar en el contexto del movimiento.

Hoy cualquiera con un celular registra este tipo de sucesos, ¿cómo mostrarlo de otro modo?

Grabamos con una 5D y en ese momento yo salía a la marcha y habían cinco mil 5D, era igual, entonces había que encontrarle la vuelta de tuerca, cómo hacíamos para que no se viera igual que lo otro y al mismo tiempo lograr una imagen que no fuera abstraída de la realidad. Utilizamos planos cerrados y lentes largos, para estar lejos, pero al mismo tiempo estar en los rostros de los personajes. No usamos trípode, estamos siempre con una cámara en mano súper fija tratando de registrarlo y hay algunas tomas que no sirven, pero otras que quedan maravillosas porque toda la gente se está moviendo. El sonido, que se trabajó en una co-producción con Buenos Aires, también armó una atmósfera bien interesante de la calle y el montaje ayuda en ese sentido porque huye del estereotipo de un documental reporteril, de la policía por un lado y los manifestantes por el otro.

¿Participaste de este movimiento u otros del estilo?

No. En eso siento que soy como Darío, es ese tipo cuando yo tenía 17 años, me parece súper bien pero no era el que me movilizaba o el que me paraba en frente de la clase a hablarle a mis compañeros de cómo hacer la revolución. Y tampoco era el apático que no le interesaba nada, era el tipo que estaba ahí viendo cómo se desarrollaban las cosas. Es el joven promedio, no quería mostrar al joven aguerrido todo el tiempo, las 24 horas del día, leyendo Marx y yendo a la marcha. El tipo tiene a su novia, sale con sus amigos, se fuma un caño y además participa, era mucho más interesante para mí. Demuestra que la gente no es todo el tiempo revolucionaria.

¿Te parece que el documental es un aporte para esta lucha por la educación gratuita en Chile?

Yo tengo mis dudas. En Chile una vez me preguntaron si pensaba que el cine ayudaba en esto de las causas políticas y yo le dije que no; eso fue al principio cuando recién estrenamos el documental. Pero con el tiempo me fui dando cuenta que la película también va hilando un discurso político, o sea que se va metiendo pero por otros caminos más subterráneos, una cosa más invisible. En Chile pasó una cosa bien rara que es que hace mucho tiempo no iba gente al cine a ver documentales y con este empezaron a ir. En Chile nadie va al cine ya, o va a ver Transformers y lo otro lo ve en su casa.

¿Y cómo fueron las repercusiones?

Fue muy loco. Estrenamos en mayo de este año a sala llena y está todavía en cartelera. Y sirvió mucho también en los medios para reflexionar sobre los movimientos estudiantiles. Justo este año es como la segunda pata del tema porque se había detenido un poco con Piñera y el cambio a Bachellet.

Bachellet se embandera con la causa de la educación para llevarla adelante.

Exacto. Ahora están armando una ley de presupuesto para sacar plata de los impuestos y dárselo a la educación. Bachellet lo que está haciendo ahora no lo hizo en 2006, cuando tuvo la oportunidad, cuando tenía la plata para hacerlo y ahora obviamente es como ‘haga el gol en el arco’, obvio que lo tenía que hacer.

¿Cómo ves la militancia de los jóvenes hoy?

Cuando yo entré a esa sala de clase y estaban estos 42 alumnos, de 16 y 17 años, yo dije ‘aquí van a hacer que nos vamos a la toma y en verdad van a ir a chupar ahí’. Y claro habían de esos, pero también habían unos que hilaban argumentos perfectos, ya quisiera el Senado tenerlos. En mayo del 2011 nadie daba un peso por el movimiento y en julio cuando estaba en su momento pico yo te diría que estaban el 90% de los colegios tomados y la gente estaba empezando a hablar de política, que era una cosa que en Chile estaba un poco prohibida, era un poco peligroso. La gente en el micro, en el subte, hablando de política, no de partidos políticos sino del país que estamos construyendo. Me di cuenta que los Chilenos estábamos muy convencidos de que lo que no estaban vendiendo los políticos era lo que teníamos que aceptar y lo real. Y cuando alguien dice, ‘en Uruguay hay educación gratuita, en Argentina también, y nosotros estamos pagando seis mil dólares por una carrera anual’, esa ola de energía y de conciencia alrededor de lo que uno tenía como país fue ayudando a que los estudiantes tomaran un poder y un rol mucho más activo.