La Ámsterdam es una filial del paraíso.
Entregados a la felicidad, sin otra ambición que disfrutar de la alegría que le regalan sus jugadores, festejan los hinchas carboneros.
Celebran un auténtico baile, una paliza, una lección.
Visualizan a 11 jugadores que sienten lo mismo que ellos por la camiseta y los invade el orgullo por los colores que llevan en la piel.
Es que Peñarol tuvo sentido de pertenencia.
Y sentido de equipo.
Fue preciso, rápido y ambicioso para cerrar una goleada inapelable.
Lo pensó, lo planificó, lo trabajó Jorge Fossati en Los Aromos.
Lo ejecutaron con perfección los futbolistas en el Centenario.
Peñarol arrolló a Nacional desde el mismo momento en el que Darío Ubriaco marcó el inicio del juego.
Lo apabulló en todos los rubros.
Fue un equipo poderoso en lo físico, organizado en lo táctico, entregado a la causa, inmisericorde con un rival que se arrastró por la cancha.
A Nacional no le quedaron ni los retazos.
Estuvo todo el año viviendo en su mundo.
Vio fantasmas, imaginó campañas, dio batallas inútiles.
Tanto su presidente como su técnico entregaron un día sí y otro también el mensaje de que eran perseguidos vaya uno a saber por qué razón.
Jamás fueron capaces de darse cuenta que los malos resultados eran producto del fracaso propio.
Este domingo, mientras Eduardo Ache se tomaba un avión a Brasil por temas personales, el equipo demostraba de manera descarnada en qué se transformó Nacional a todo nivel.
La política institucional fuera y el juego dentro del campo van de la mano.
Salió Peñarol a ganarlo.
Convencido desde el minuto uno.
La decisión de Fossati de incluir a Antonio Pacheco y adelantar algunos metros a Zalayeta fue todo un éxito.
Ambos jugaron con la ambición e intensidad de un aspirante de pre Séptima.
Por su lado, Jonathan Rodríguez fue el otro extremo.
El pibe, que acalambra con su potencia y velocidad, luce aplomado como si estuviera en el final de la carrera.
Los tres destrozaron a un fondo que dio todas las concesiones imaginables.
No había pasado un minuto y Aguiar tuvo la primera que salió al lado del palo.
Fue un anuncio de lo que vino después.
Cada pique de Rodríguez, cada pase de Pacheco, cada filtración de Zalayeta, fueron una daga para la defensa de Nacional.
A los 12 Rodríguez la peleó, se la llevó y mandó al medio para la entrada de Zalayeta que marcó el primero.
Nacional no reaccionó.
Errático y rústico en defensa, sin juego ni alma en ataque, se mantuvo inerte ante un adversario concentrado al máximo.
Jamás pudieron pasar a Macaluso, Carlos Valdez y Joe Bizera.
Peñarol impuso las condiciones en todos los sectores del campo y la diferencia de juego era mucho más grande que el 1 a 0 con el que parecía que se iban al descanso.
Sin embargo, en la última jugada, Pacheco puso un centro medido y Macaluso mandó de cabeza al fondo del arco.
Pelusso puso a Álvaro Recoba y Santiago García por Gastón Pereiro y Carlos De Pena.
Pero lejos de igualar el trámite, la brecha a favor de Peñarol aumentó.
Nacional marcaba mal, no contenía a nadie en la mitad de la cancha y no generaba juego en ofensiva.
A Fossati le respondían todos.
Sus volantes internos estaban ordenados y protegían al fondo, tanto Jonathan Sandoval como el Japo Rodríguez impedían el juego tricolor por los extremos y se proyectaban con inteligencia, su triángulo ofensivo seguía con apetito voraz.
A los 50 Darwin Torres pegó una patada de pura impotencia y se fue expulsado y enseguida Pacheco y Zalayeta se juntaron por ese costado y el centro al medio lo conectó el Japo Rodríguez para el 3 a 0.
En ese momento, unos y otros sabían que la goleada podía ser histórica.
Nacional estaba hecho añicos y Peñarol más entero que nunca.
Y el mérito carbonero fue ir por más, conscientes de esa oportunidad irrepetible.
Fossati sacó a Pacheco, Zalayeta y Jonathan pero los que entraron se metieron rápido en el partido.
Ya sin presión para defender, Aguiar ejerció de líder.
Se dedicó a atacar y a aprovecharse de las facilidades del rival.
A los 72 se metió en el área y cabeceó un centro perfecto de Orteman para el 4 a 0.
Mientras Nacional clamaba por el final, Peñarol tenía resto para hacer la tarde más inolvidable todavía.
A uno del final otro ataque carbonero terminó con el quinto.
Peñarol jugó su mejor partido del año ante un rival que jugó peor que en sus peores tardes.
Al final Fossati se habrá acordado de las críticas.
Y habrá pensado que en estos partidos es cuando los técnicos, los jugadores y los equipos defienden su jerarquía.
Actualizado: 04 de agosto de 2014 — Por: Redacción 180

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