Precisaba esta victoria Peñarol. Era imprescindible para que el resto del semestre no se volviera un vía crucis insoportable, para que el futuro se viera un poco más alentador, para ahuyentar al menos por un rato los fantasmas que dan vueltas sobre el equipo. Con buen juego por momentos, decidido siempre, el Carbonero consiguió un resultado que lo entrevera en la lucha por el Clausura.
Transmitió buenas señales el equipo en el 2 a 1 ante Wanderers. No perdió la calma nunca, supo revertir un resultado adverso y lo hizo con una capacidad ofensiva inusual hasta ahora. Igual desbordó con sus extremos por las puntas como intentó por el medio con un gran Paolo Hurtado. Lo ganó Peñarol a pesar de que su defensa fue un descalabro.
El talón de Áquiles está en la retaguardia. Fossati cambia de nombres, arma el fondo con tres, cuatro o cinco, pero el problema sigue sin solución. Y si bien los defensas son los principales involucrados, no es solo de ellos la responsabilidad. También tienen que ver las otras líneas del equipo. Ante Wanderers, el sufrimiento empezó más de una vez cuando los delanteros o volantes le entregaron la pelota a los rivales con el equipo listo para salir al ataque.
Sigue siendo la inestabilidad el principal problema de este Peñarol, capaz de pasar de un triunfo importante ante Danubio a una derrota concluyente frente a Rentistas y, otra vez, a una victoria contra otro rival complicado. Para volverse un equipo fiable, lo primero a mejorar es la respuesta defensiva del equipo.
El ataque rescató a un equipo que ganó a pesar de su defensa.
Durante los 90 minutos Peñarol fue más que su rival. Imaginó bien el partido Fossati que armó un cuadro diseñado para atacar y con jugadores predispuestos a ir y venir. Tanto Aguiar y Hurtado por el medio como Jorge Rodríguez y Baltasar por los laterales no escatimaron esfuerzos.
Tras un par de remates iniciales del Japo, cada vez más importante en el equipo, comenzó el suplicio defensivo. Aguiar perdió una pelota y Wanderers, que salió con tres delanteros y volantes con llegada, se puso en ventaja por intermedio de Matías Santos a los ocho.
Peñarol no desesperó. Y fue lo mejor que le pudo pasar. Mantuvo las formas y los caminos hacia el arco rival. Hurtado y su visión de juego, Aguiar y su empuje, Rodríguez y sus corridas, lograban entusiasmar a los hinchas.
Pero el contraste entre lo que intentaba en ataque y lo que mostraba en defensa era demasiado evidente y cada vez que Wanderers profundizaba exponía todas las deficiencias aurinegras al punto que el Bohemio estuvo a punto de ponerse 2 a 0 si no fuera porque el Japo Rodríguez sacó en la línea un cabezazo.
Tras un primer tiempo en el que jugó como nunca del medio hacia adelante y como siempre del medio hacia atrás, Peñarol salió a la segunda parte decidido a colonizar el área rival. Colocó hasta seis jugadores en las inmediaciones del arco de Cristóforo y mantuvo una presión alta que complicó a los de Arias.
Muy metido atrás, Wanderers se alejó de la expresión futbolística que mejor le sienta: con la pelota en los pies y moviéndose en bloque.
A los 53 Toledo se llevó la pelota ante Cristóforo y cuando remató para el empate Gastón Bueno evitó el gol con la mano. Penal y roja marcó Roberto Silvera. Aguiar puso el 1 a 1.
Con un hombre de más, Fossati lanzó su artillería más pesada. Colocó a Gabriel Leyes por derecha, adelantó al Japo y dejó dentro del área a Marcelo Zalayeta y Jonathan Rodríguez. Pero la defensa seguía dándole vida a Wanderers, que jugado al contragolpe casi encuentra el segundo.
A 10 del final Rodríguez peleó una pelota que parecía pérdida, se aprovechó de un mal cierre de Guzmán Pereira y marcó el 2 a 1.
Sobre el final Wanderers protestó una falta dentro del área que el árbitro no percibió.
Peñarol consiguió un resultado que, por varios motivos, le devuelve el alma al cuerpo. Ahora tendrá que ver cómo hace para que cada vez que lo ataquen, deje de temblar.