Ahí están los hinchas de Peñarol. Felices. Algo inusual en los tiempos que corren. Desde el clásico del Apertura que no tenían una alegría grande. De esas que valen la pena. Ellos siguieron ahí, dando todo a cambio de nada, entregados a los colores a pesar de tanto desencanto.
En Jardines tuvieron algo de recompensa. Peñarol lo ganó con la vieja guardia. Pacheco y Zalayeta sacaron la cara en un momento en el que la indolencia era la carta de presentación del equipo. A los autores de los goles se sumó Joe Bizera, que jugó con la carpeta abajo del brazo. También tuvo un buen partido Jorge Rodríguez. Necesitaba el Carbonero una victoria para mejorar de ánimo, para ahuyentar fantasmas, para recuperar la confianza.
Ahí están los hinchas de Danubio. Apenados por la derrota, desencantados por el revolcón, enojados con el árbitro casi como pretexto para sacarse la rabia por el partido que jugó el equipo.
Danubio desaprovechó una buena oportunidad para mantener la punta de la Anual y para arrimarse en el Clausura. No jugó bien. Repetido, obstinado, ineficaz, se consumió en sus propios errores. Errático Gonzalo Porras en los pases, perdido Ignacio González por izquierda, nublado a pesar de su velocidad Camilo Mayada, ausente Diego Martiñones, controlado Jonathan Álvez, Danubio no supo cómo atacar a su rival.
El partido lo comenzó mejor el local, que salió con el planteo de siempre, decidido a tirar presión alta y a atacar por las puntas. Peñarol se resguardó con su línea defensiva y con los volantes internos pegados a los zagueros.
En los primeros minutos, la velocidad de Mayada y la intimidante presencia de Álvez eran lo mejor de Danubio, que trataba de lastimar a partir de la posesión de la pelota. Pero al equipo le faltaba profundidad.
Peñarol sabía el partido que quería hacer. Fossati priorizó la defensa y en ataque apostó a las proyecciones por los extremos.
El juego tuvo intensidad aunque pocas situaciones de gol.
Cuando se iba el primer tiempo Baltasar Silva se metió al área y González demostró toda su falta de oficio para marcar. Fue a buscar la pelota y ante el contacto Silva cayó. Daniel Fedorczuk cobró penal y Pacheco anotó el 1 a 0.
Salió Danubio al segundo tiempo adelantado, decidido a buscar el empate. Comenzó a merodear el área adversaria con la pelota en su poder. Pero, de nuevo, no resolvía ni cómo ni cuándo.
Fossati partió el equipo. De la mitad de la cancha hacia atrás dejó línea de cinco final y puso a Nahitan Nández por Pacheco para reforzar la zona de volantes a la que replegó aún más que en la primera parte. Del medio hacia arriba dejó a Javier Toledo como referencia y apeló a la velocidad de Rodríguez o algún otro volante que se desdoblara.
Mientras Danubio se repetía en la búsqueda del arco de Castillo, a Zalayeta le bastaron cinco minutos para liquidar. Recuperó la pelota en la mitad del campo y avanzó con ella hasta la entrada del área y remató para ponerla contra el palo izquierdo de Ichazo.
A pesar de que todavía quedaba casi media hora, Danubio perdió el humor, se la agarró con el juez y se desenfocó del partido. Quiso empatarlo antes de descontar y se puso a jugar de la manera que más le servía a Peñarol, que estaba cómodo en el campo.
Cerca del final Martiñones tuvo un mano a mano que ganó Castillo y que terminó con la ilusión de los hinchas danubianos.
Peñarol desempolvó viejas armas para volverse de Jardines con la autoestima elevada y la sensación de que no todo está perdido.