“Que una mujer sea elegida para ejercer la Presidencia de su país, o reelegida, en algunos casos, no es una noticia extraordinaria en el panorama actual de América Latina”, mencionó El País de Madrid en una nota en la que reconoció, en 23 años, seis mujeres que alcanzaron la jefatura de sus estados, mientras cuatro de ellas lo hicieron en los últimos diez años y además dos fueron reelectas.
Según la nota, la primera mujer que accedió al cargo de jefa de estado fue Violeta Chamorro, quien obtuvo el 54,7% de los votos en Nicaragua en 1990. A ella le siguió Michelle Bachelet, quien asumió en Chile en 2006 y fue reelecta en diciembre de este año. Cristina Fernández obtuvo la candidatura en Argentina tanto en 2007 como en 2011; Laura Chinchilla ganó en Costa Rica en 2010 y Dilma Rouseff también en 2010, y se encamina a ser reelecta a fines de 2014 en Brasil. Todas sucesoras de presidentes hombres “muy populares y candidatas de las mismas coaliciones de partidos”.
La asunción de estas mujeres se inserta “en un proceso más amplio de mejoras socioeconómicas” en América Latina, sin embargo, todavía se enfrenta a la falta de mejoras en lo que refiere a políticas de igualdad de género y discriminación.
Así es que mientras la nota menciona que Uruguay es el país donde hay menos participación de las mujeres en la política, “está a la vanguardia regional en políticas de igualdad de género y derechos reproductivos”; situación que no se corresponde con la realidad de Argentina, ni en Venezuela “donde las mujeres dirigen el 39% de los ministerios y tres de las cinco ramas del Poder Público, pero en su desempeño son solo grises cajas de resonancia de la voz del presidente”.
La participación de las mujeres también se vio marcada en el ejercicio como presidentas interinas. Tal es el caso de Isabel Martínez de Perón en Argentina (1974-1976), Lidia Gueiler en Bolivia (1979-1980), Rosalía Arteaga en Ecuador (tres días en 1997) y Janet Rosemberg en Guyana (1997-1999).
Además, el diario consultó a la politóloga Merike Blofield, quien aseguró que “en la mayoría de los países de la región, el promedio de educación formal entre las mujeres es más alto que entre los hombres y hay más mujeres que hombres graduándose en las universidades”. A esto se suma las bajas tasas de fertilidad, lo cual elabora un clima favorable para la posición firme de las mujeres en la sociedad.
Las leyes de cuotas mínimas es otro factor que marcó la presencia de las mujeres en la política, donde la el número de parlamentarias es mayor que en Estados Unidos y, de acuerdo a los cálculos de la Unión Interparlamentaria, el 24,1% de los puestos de las Américas, sumando los de ambas cámaras, están ocupados por mujeres; un porcentaje tres puntos mayor al del promedio mundial, de 21,3%.
De todos modos, la influencia efectiva que ejercen los parlamentos "es discutible en la mayoría de las naciones latinoamericanas, donde impera el presidencialismo", de modo que la elección de una mujer para la Presidencia de la República "cobra especial significación”.
“La experiencia ha demostrado que la presencia de una mujer en la casa de Gobierno no es una garantía automática”, estableció El País de Madrid sobre el final de la nota y agregó que aún resta hacer mucho en políticas que garanticen la igualdad de género.