Hay equipos que no nacieron para pasar inadvertidos. Son aquellos que, como cualquiera, atraviesan adversidades, padecen sacudones, sufren ante las tempestades. Pero siempre las superan. Porque están hechos de buena madera. Danubio es una de esas instituciones. Inclaudicable, se ha parado firme a lo largo de su historia. Y a pesar de los malos momentos, siempre ha resurgido.
Nunca va a tener la gloria ni la gente de los grandes, pero se ha vuelto una piedra en el zapato demasiado molesta para estos. Ese lugar que se ganó a fuerza de crecimiento institucional y de una cantera formidable, rasgos distintivos que enorgullecen a sus hinchas.
Los mismos hinchas que ahora están estremecidos en la América contra la Colombes. El éxtasis se apodera de ellos. Los 20 minutos que tienen que esperar en la tribuna por cuestiones de seguridad son el bonus track de una tarde maravillosa, soñada, sublime.
En un partido tremendo, con el pico de dramatismo que solo alcanzan los juegos cuando son definitorios, con un pibe de 17 años que se va de la cancha tras disfrutar de ese momento de gloria al que aspira todo futbolista, un gran Danubio dejó claro que va por el título.
El equipo de Ramos superó las dificultades que le planteó el partido con carácter y juego, una combinación exitosa en cualquier deporte. Lejos de nublarse con el gol en contra y un error inconcebible del juez Ferreira, que lo privó de un tiro libre en la puerta del área y de quedar con un jugador más en la cancha, salió a revertir el trámite.
Peñarol hizo su aporte. Como en todos los partidos anteriores, dos groseras desatenciones defensivas le allanaron el camino a su rival. Primero fue Fabricio Formiliano que cabeceó solo tras un centro desde la derecha y tres minutos después fue Hugo Sequeira, un salteño de 17 años, el que cabeceó sin marca luego de un centro desde la izquierda.
El Carbonero se hunde en la tabla. Solo el equipo sabrá si la precariedad institucional del club lo afecta, pero lo cierto es que está en un pésimo momento. Con apenas cuatro puntos en 15 disputados y con una defensa que cambia de nombres pero no de rendimiento: siempre juega mal. El Peñarol de Alonso recibió goles en todos los partidos que jugó en el Apertura. Lleva 12 goles en contra en cinco fechas. Con semejante agujero negro es imposible salir a flote.
Ante Danubio no supo manejar el partido. A pesar de estar en ventaja, la injusta expulsión de Jorge Rodríguez desesperó al equipo. Danubio lo arreó contra su área y en ese contexto de juego, los problemas defensivos fueron indisimulables.
Fue un partido muy atractivo el que se vio en el Centenario. El mejor de los que se jugaron hasta ahora en el Apertura. No hubiera habido quejas si hubiera durado un día. El fútbol se disputó a la velocidad de vértigo, los equipos tuvieron varias posibilidades de gol y varios futbolistas jugaron a alto nivel.
Los primeros 15 minutos de Peñarol fueron lo mejor de la era Alonso. Rodríguez y Emiliano Albín por los extremos y Antonio Pacheco por el medio abastecieron como nunca antes a los delanteros de Peñarol y se acercaron al arco de Salvador Ichazo. Con jugadas bien concebidas, el aurinegro estuvo a punto de ponerse en ventaja.
Danubio respondió a pura velocidad. Cuando encaró por abajo y logró superar el mediocampo, hizo padecer a la defensa rival. Tanto, que tres de los cuatro defensas fueron amonestados en el primer tiempo. Danilo Lerda siempre respondió para mantener el 0 a 0.
Sobre el final del primer tiempo Viera derribó a Jonathan Álvez en la entrada del área. Era roja para el defensor y tiro libre para Danubio. Ferreira dejó seguir. En ese momento el partido se le fue de las manos.
Los buenos minutos del Japo Rodríguez y del Tony Pacheco le dieron al equipo una imagen colectiva superior a la raquítica versión que había mostrado en las fechas anteriores. En el comienzo del segundo tiempo Rodríguez la agarró de volea y la puso contra el palo de Ichazo para el 1 a 0.
El partido siguió jugándose en los mismos términos. La predisposición por atacar de los equipos y el descontrol del que hacía gala el árbitro, hacía impredecible el desenlace. Lo único que parecía seguro era que el juego no iba a terminar con un solo gol.
Sobre los 66 Japo Rodríguez fue a marcar con su suela hacia adelante. Era falta pero jamás expulsión. Ferreira lo expulsó. Y Danubio sintió que era su momento.
Ya estaban en la cancha Sequeira y Matías Zunino con la notoria intención de abrir la cancha y de explotar los extremos.
Sobre los 79 Lima, que metió dos tiros libre en el horizontal, mandó un centro que Formiliano conectó para el empate y a los 82 una gran jugada por izquierda terminó con otro cabezazo, esta vez de Sequeira, para el 2 a 1 final.
Peñarol no supo qué hacer. Sin Rodríguez, expulsado, ni Pacheco y Zalayeta, sustituidos, los de Alonso lo intentaron sin ideas.
Danubio terminó firme, con semblante de gran equipo. Dejó a Peñarol con más problemas de los que llegó y demostró que va por el Apertura. Tal vez por aquello de que no nació para pasar inadvertido. Más bien todo lo contrario.