Los hinchas de la América se dan vuelta hacia las cabinas de transmisión, los de la Olímpica miran el cielo celeste para tratar de encontrar una explicación y los de la Ámsterdam y la Colombes piden, en un acto irracional por completo, que el equipo ponga “más huevo”.
Dentro de la cancha, Peñarol se debate sin ideas. El desorden y los errores van en contra de cualquier intento de reacción. El equipo lucha desesperadamente para arañar un empate ante Rentistas. Protesta con gestos ampulosos Diego Alonso, corre solitario y sin rumbo Fabián Estoyanoff por la punta, revienta por enésima vez la pelota hacia el área rival para que sus compañeros se debatan como puedan Emiliano Albín.
Perdido, aturdido, abrumado. Así está Peñarol.
¿Por dónde empezar a explicar esta debacle?
Podría ser por los errores groseros pero puntuales de Juan Castillo que tuvo responsabilidad en dos de los tres goles de Rentistas.
Quizá el comienzo debería ser detenerse en una defensa donde los laterales ni marcan ni se proyectan y a la que por el medio se le meten con la misma facilidad con la que los adolescentes juran amor.
Otra opción es a partir de un mediocampo que mira pasar a los rivales sin parar a nadie o, por qué no, por un ataque que no se muestra asociado ni criterioso y donde es casi imposible ver una jugada colectiva.
Pero tomar cada una de estas cuestiones por separado sería tener una visión bastante miope. Lo más justo es tratar de explicar este descalabro desde una perspectiva más global. El equipo no juega a nada. Pero a nada. El golero no transmite seguridad, la línea final se muestra vulnerable cada vez que cualquiera – en cualquier momento y circunstancia – la ataca, el medio ni marca ni genera y el ataque es pura improvisación.
Si a eso se le suma que a casi todos los refuerzos les falta el queso y el fiambre – salvo en los casos de Luis Aguiar y Gonzalo Viera –, que las figuras de la temporada anterior hoy pasan desapercibidas y que el entrenador luce desorientado por completo, no puede haber otra cosa que malos resultados.
El Carbonero jugó cinco partidos oficiales en lo que va de la temporada, dos por Sudamericana y tres por el Apertura. No ganó ninguno. Perdió tres y empató dos. Convirtió cinco goles y le hicieron 10. Quedó eliminado del torneo internacional y tiene un punto de nueve en el local.
Rentistas fue un equipo entusiasta que tuvo la virtud de aprovechar las concesiones que le brindaron y que se mostró más ambicioso que hace una semana. La seguridad en el arco de Guillermo Reyes, la presencia de Ignacio Ithurralde en el fondo, la personalidad de Sebastián Vázquez en el medio y la capacidad de Basilio Costa y la constancia de Guillermo Maidana arriba, fueron los aportes más valiosos.
A los 14 Damián Macaluso entregó corta la pelota para Castillo y Costa fue a presionar. El golero quiso devolverla al zaguero pero rebotó en el de Rentistas que con el arco vacío encontró el 1 a 0.
Peñarol buscó igualarlo pero no encontraba los argumentos hasta que un centro de Pacheco lo cabeceó Viera.
Después de eso llegó lo mejor de Peñarol. Un par de buenas jugadas por las bandas pusieron en apuros a Rentistas pero Reyes respondió siempre bien. Lejos estuvo Peñarol de arrollar aunque en ese último lapso del primer tiempo dio la sensación que el equipo de Alonso estaba como para seguir de largo.
Sin embargo en el inicio del segundo tiempo, de nuevo se aprovechó Rentistas. Costa escapó de Jonathan Sandoval, quien había reemplazado al lesionado Baltasar Silva, y metió un centro bajo que conectó Maidana antes que Castillo.
Para Peñarol era empezar de nuevo. Pero ya la tarea asomaba bastante más compleja porque los nervios empezaron a jugar en contra. Mucho peor fue cuando seis minutos después del 2 a 1 Reyes sacó desde el arco de la Ámsterdam, la pelota picó cerca del área de la Colombes, Castillo salió a buscarla, calculó mal, la bola lo superó y Maidana tocó en la línea para el tercero.
La sensación térmica en el Estadio se elevó a 100 grados. Errores de cálculos, pelotas mal dadas, patadas de impotencia, fueron parte del repertorio del equipo de Alonso.
Con Gabriel Leyes y Jonathan Rodríguez en cancha, Peñarol quedó con tres centrodelanteros distribuidos en todo el frente de ataque.
Zalayeta puso suspenso a 10 del final.
Entonces llegaron los pelotazos desesperados para tratar de rescatar un punto. Ni siquiera eso fue posible.
Los equipos se definen por lo que dejan. Por ahora el Peñarol de Alonso no deja nada. Para peor, recién empezó la temporada y ya está al borde del abismo. Y si sigue así, el paso al frente es inminente.